Capítulo 13

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Llevo al menos 5 minutos pensando si tengo que llamar a su puerta o no. Pienso en si mi ropa tendrá alguna arruga en la ropa o se me ha corrido el rímel. Mi puño se acerca a la superficie de madera pero se vuelve a separar. Ya está empezando a oscurecer y eso se nota en la temperatura que poco a poco va disminuyendo.

En estos momentos, mis inseguridades están muy presentes y me hacen ser demasiado prudente. El viaje de mi cabaña a la suya ha sido una odisea, he tardado, al menos, 15 minutos en recorrer los dos pasos de distancia que las separan. Se le suma otro cuarto de hora que llevo aquí plantada replanteándome mi existencia.

—¿Necesitas ayuda para llamar a la puerta?

Me sobresalto ante la voz de Nathan. Me giro lentamente con miedo de su reacción, no sé cómo voy a salir de esta sin que me pille. Bajo ningún concepto Nathan se puede enterar de mis razones por las que estoy aquí. No quiero acabar castigada si se da cuenta de que estoy incumpliendo una de las normas.

—No gracias, creo que me apaño.

—Puedo preguntar...

Antes de que pueda acabar la oración lo interrumpo por auto reflejo.

—No, no puedes.

—¿Perdón? —pregunta casi riendo por mi reacción—. Soy tu monitor.

Suelto todo el aire de mis pulmones, si quiero salirme de esta, tendré que poner más esfuerzos para que se vaya.

—He venido para devolverle una cosa a Andrew.

Me da un repaso con la mirada que enciende cada parte de mi hasta que llega a mis ojos y con una sonrisa burlona, nombra lo obvio.

—¿Que pretendes devolverle?

Tras sus palabras recuerdo que no tengo nada que pertenezca a su hermano encima así que mi excusa no ha sido correctamente elegida.

A esta altura ya parece que se esté burlando de mí, ha cruzado los brazos a la altura de su pecho provocando que se marquen todos sus músculos a través de la camiseta. Al notar en lo que me he fijado su sonrisa crece, hasta un punto que me hace rabiar. Me pregunto porque los hermanos Hoffman tienen que ser tan insoportablemente perfectos físicamente.

—¿He dicho devolver? —digo para salvar la situación—. En realidad, quería decir recuperar, sí, eso es. Andrew me cogió prestada una sudadera y la necesito.

—¿Tú le dejaste una sudadera a él?

—Tenía frío—justifico la situación.

—¿Y le iba bien tu prenda de ropa?

En eso ya no había pensado. Seguramente debo estar poniendo cara de circunstancias, como si estuviera en shock, porque, por difícil que parezca, no para de sonreír. Me juego lo que quieras a que le duelen hasta las mejillas. Nathan no está acostumbrado a hacer este gesto, seguro que mañana tiene agujetas en los músculos de la cara.

—Era una sudadera oversize—digo lo primero que se me pasa por la cabeza.

—Buen intento, pero no cuela—el alma se me cae a los pies, aunque él sigue contento, así que no tengo que preocuparme demasiado—. Esta vez os lo perdono, no soy tan malo como aparento.

Así, sin más, se gira y se va, dejándome sola nuevamente frente a la estructura de madera. Justo cuando me he acabado de decidir, algo interrumpe mi acción.

—Chsss...

Me giro y miro a mi alrededor para ver quién hace ese ruidito.

—Chsss... Clair...

Sonrisa irónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora