Cuando suena el despertador a la mañana siguiente no me molesta en absoluto, hoy es el día del concurso de cocina y, como cada año, una de mis actividades favoritas.
Sigo pensando en la propuesta, a pesar de que han pasado unas horas, sus palabras se me han quedado grabadas en la mente como fuego. Nathan quiere ayudarme para que pase más tiempo con su hermano, extraño, pero al parecer, real.
Este año, como novedad, los monitores no serán los jueces, de hecho, ellos participarán en el concurso. El señor Hoffman será el encargado de evaluar cada grupo.
La mañana ha corrido muy rápidamente y ahora apenas faltan unos segundos para que el concurso empiece. Me coloco en mi sitio para dejar paso a los monitores, ellos serán los que elijan el equipo. Cada grupo tiene que elaborar una tarta de un sabor indefinido en un tiempo determinado. Después, el señor Hoffman pasará mesa por mesa catado las diferentes elaboraciones.
Los monitores empiezan a elegir bando, Mary, una chica que nos hemos cruzado bastante y que vimos en la fiesta, elige a Andrew primero. Me molesta un poco la mirada que le lanza y la sonrisa que se le marca en el rostro, pero me alivia saber que es ignorada por el chico.
Cuando llega el turno de Nathan, sorprendentemente, me elige a mí. La cocina nunca se me ha dado mal y a pesar de que mi objetivo de hoy no es precisamente ser la chef del año, pienso que podríamos ganar el concurso.
Finalmente, en mi grupo, aparte de Nathan, también estoy con Melisa y otros campistas con los que apenas mantengo relación. Por suerte, estoy con mi mejor amiga, ella podrá hacerme compañía, para que no me sienta sola.
—Todo el mundo en sus posiciones—empieza el señor Hoffman con voz de presentador de televisión—El tiempo empieza en: tres, dos... Uno... ¡Ya!
El movimiento en la cafetería es impresionante, todos los equipos se ven muy motivados para conseguir el premio. Cada año es diferente, por ejemplo, el equipo que ganó el último verano, los dejaron dormir en la casa del árbol como recompensa.
Esta, es exclusiva para ocasiones especiales y se encuentra en el norte del campamento, en la zona segura del bosque. Para que los campistas no corran ningún peligro, los monitores se turnan para hacer guardia en la puerta. Es una experiencia maravillosa, desde allí puedes ver las estrellas y oyes el agua del lago moverse a causa del viento, al menos es eso lo que me han explicado.
—Oye, Clair—Nathan me llama la atención. Que no me llame por el apodo al que ya estoy acostumbrada le agrega cierta incomodidad—, ¿Me pasas la sal?
Lo miro esperando que continúe con su petición, con lo que a los padres les gusta llamar "las palabras mágicas" mientras levanto las cejas. Solo por el simple placer de molestarlo un poco.
—¿Por favor? —pregunta sin estar seguro de lo que espero.
Le doy la sal y sin disimulo dibujo una sonrisa en mis labios, creo que nunca había escuchado a Nathan decir esas palabras. No creo que esté muy acostumbrado y eso me divierte.
—¿Verme así de débil te divierte?
—¿Desde cuándo ser educado te convierte en alguien débil?
—Touché, probablemente no haya escogido las mejores palabras.
—Pues procura mantener tu lengua y manos controladas—digo en tono divertido.
Nota el doble sentido y como siempre decide contestar, eso le da su toque completamente.
—¿Qué tienen que ver las manos ahora?
—No sé, por si acaso, prefiero adelantarme a los acontecimientos.
Niega con la cabeza para intentar borrar la sonrisa que se le había dibujado con nuestra conversación. Ponemos los ingredientes necesarios de la masa y llegamos a crear un mejunje más o menos decente.
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Sonrisa irónica
Ficção AdolescenteClair siempre ha estado enamorada de Andrew Hoffman. Andrew parece perfecto, pero para Clair, tiene un pequeño defecto, siempre ha pasado de ella. Este es su secreto, pero la realidad es que todos conocen su mayor obsesión, incluso Nathan, el otr...