hibris | seize

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Peccatum, quovis modo, semper corrumpitur
...

Si el enojo pudiera ser personificado sin duda Jungkook lo representaría en esos instantes, no era necesario ser un genio para saber sumar dos más dos, y mucho menos para atar cabos. Pese a lo que antes hubiera hecho, lo espero sin una pizca de arrepentimiento o vergüenza. No eramos nada y, sobre todo, no tenía ningún derecho sobre mí, eso se acabó.

—¡¿Se puede saber en qué carajos piensas?!—apresando mi brazo por el codo en un agarre feroz, me lleva en la esquina entre los casilleros y la pared. Colocando ambos brazos a los lados de mi cuerpo, me encierra sin darme la posibilidad de irme.

—No te debo ninguna explicación, Jeon—bufo, simulando una diversión que no sentía para nada. El miedo era un sentimiento que seguiría en mí por bastante tiempo, sin embargo, no era algo que quisiera mostrarle.

—¿Qué es tan divertido?

—El que sigas creyendo que tienes algún derecho sobre mis decisiones, créeme, lo que pasó adentro de ese salón fue consensuado—lamiendo mis labios, el aire inocente sale sin querer—, lo disfruté mucho.

Estaba tirando de una cuerda tan fina que por unos leves momentos mis ideas titubearon antes de salir a la luz. Jugar con Jungkook era solo una acción suicida, lo sabía más que bien, pero por primera vez quise afrontarlo. Durante nuestra relación, la jaula en la que, sin querer, fui metida me dejó con tantas inseguridades que aún ahora el pánico invadía mi cuerpo ante lo desconocido.

Necesitaba tomar nuevamente mi libertad. Sentir que puedo manejar mis decisiones sin alguien de por medio. No tener ese vacío impuesto por no tener a nadie que piense y haga por mí. Ya no quería ni necesitaba tener a una persona controladora e impulsiva en mi vida.

Dándome valor, levanto la mirada. Una risa temblorosa trata de expresar una ironía, intenta permanecer en la boca contraria. Sin embargo, todo lo que mostraba Jungkook era miedo y frustración, ambos causados por el sentimiento de perder algo que creía suyo y no poder evitarlo.

—Tienes que estar jodiendome—separándose de mí, pasa ambas manos sobre su cabello. Intento alejarme del rincón, pero lo único que ganó es una advertencia silenciosa.

La mirada del resto de los alumnos pesan sobre mi cuerpo, y sus cuchicheos se convierten en ese zumbido molesto que intento dejar en segundo plano sin éxito.

—En lo absoluto, no entiendo tu actitud cuando has estado follando con cualquiera que se te cruce incluso antes de que terminaramos—refuto, el jadeo colectivo no hace más que amedrentar mi ánimo seguro. Si bien quería confrontar al pelinegro, no estaba incluido un público ávido de chisme que pronto circulará por todo el campus—, terminamos hace meses, no tienes ningún motivo por el cual darme sermones de cómo debo comportarme, ni mucho menos con quién salgo.

—¿Crees qué él es diferente a mí?—ladea su rostro solo unos centímetros, lo suficientes para darle esa imagen encantadora con una mezcla de burles. Relajando su cuerpo, da una rápida mirada a nuestro alrededor—, los juegos son demasiado divertidos, deberías saberlo bien.

—¿Y crees que yo no puedo jugar?—contraataco, acomodando mi bolso, recargo mi espalda contra la pared—, deja de pensar en mí como una estúpida que no piensa por sí misma. Estoy harta de tu atención que nunca pedí. No caigas más bajo, Jeon. Así que muévete.

Apretando su mandíbula con fuerza, muestra una mueca que pretende ser amable. Sintiendo todavía mi corazón latir con ferocidad y mis manos temblar, rodeo su cuerpo cuando se aleja del rincón en el que me había aprisionado. Abriendo el paso como si fuera una clase de ser ilusorio, los alumnos terminan por hacer un juego de miradas entre el pelinegro que se aleja del lío con grandes pasos, y sobre mi cuerpo torpe que busca un lugar seguro.

Empujo la puerta del baño más cercano, asegurándome de estar sola, dejó salir todo el aire retenido. Mis mejillas sonrojadas y mechones de cabello siendo un desastre más de lo común deja en claro lo sucedido en el salón vacío, o, tal vez, sea mi propia perspectiva dándome una mala jugada. El espejo algo sucio no ayudaba para nada, y mucho menos lo hacía el sentir la humedad en mi entrepierna.

Era una locura seguir sintiendo el calor de sus manos sobre mi cuerpo, la seguridad con la que tocaba cada parte sensible y sus besos que no hicieron más que acelerar lo que sus dedos con tanto esmero y placer trabajaban. Caí. No tenía excusa y no planeaba inventarla cuando todo lo sucedido se había sentido de esa forma desmesurada y placentera. Sentir llegar a esas sensaciones impensables, tocarlas, retenerlas hasta liberarlas y saber que hay otra forma de estar en el paraíso.

Y si el calor de Taehyung era el recuerdo predominante, mi cabeza no dejaba escapar la discusión con Jungkook. Sabía que el poner un límite desde la relación era algo fundamental, no hacerlo incluso cuando las cosas llegaron a situaciones desagradables fue una estupidez, ahora representaba un problema más en mi vida que no estaba dispuesta a aceptar.

Cuando la puerta es abierta sin consideración, dejó escapar una exclamación algo vergonzosa. Me sorprendía que alguien viniera, la mayoría del alumnado se encontraba en la cafetería o en sus salones. El sonido de los tacones resuenan incluso antes de que el espejo refleje la figura femenina.

Fingiendo estar ocupada, abro el grifo para mojar mis manos y llevarlas directamente al desastre de cabello que parecía cada vez más escandaloso. En un intento torpe de parecer normal, ignoro a la persona. Error.

Un bolso pequeño y caro es dejado en la barda, sacando de él un labial rojo, la mujer se para al lado mío. Trago con fuerza, por alguna extraña razón, me sentía demasiado nerviosa.

—Sabes, Taehyung puede ser un chico dulce cuando quiere conseguir algo—habla, su voz tensa se encuentra rodeada de una dulzura asquerosa. Apenas veo su rostro, la identifico como la maestra que estaba con el moreno en la cafetería. Su sonrisa falsa me demuestra que la poca paciencia mostrada estaba a punto de terminar—, pero no debes confundir la lástima con el deseo, niña.

Cierro la llave con calma, y tomando mi tiempo para secar mis manos y acomodar mi ropa, es cuando decido responder.

—Déjese de rodeos, ¿qué pretende?

Retocando su maquillaje, suelta una risa. En su mirada solo había esa emoción de desprecio cuando observas algo asqueroso y desagradable para ti. Saca una tarjeta de su bolso, girando sobre sí, la extiende.

—Solo digo que no es bueno meterse dónde no es llamada—al ver que no hago amago de tomarla, la deja caer—, supongo que no sabes en qué trabaja, deberías echar un vistazo, de seguro te gustará pagar el servicio completo, niña.

Pasando de mí, sale del baño. Dejando ganar mi curiosidad, después de unos momentos decido recoger la tarjeta, a simple vista parece de una textura cara y las letras no daban una impresión diferente. Las letras doradas resaltaban sobre el color negro, sobre todo aquella palabra que ocupaba una cara completo de la tarjeta.

Vetitum.

...
¿Creer o no creer en Taehyung? Ya lo veremos.

Casi se me olvida, cualquier error no duden en decirme.

Hibris: Moira | K.TaehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora