II•┈❁De Marte y su Concordia

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     ALGUNOS EXTRANJEROS OPINABAN que todos los paisajes en Italia eran idénticos, Giuliano estaría feliz de contradecirlos a cada uno de ellos. Pues no había manera que el clima más frío de Turín fuera igual al de Florencia. Las mañanas en su ciudad natal eran cálidas y se acentuaban con las brisas de verano en los meses de junio a agosto mientras que la cercanía a los Alpes Suizos de la región de Piamonte la hacían más helada.

     Florencia era más bosque y Turín más ríos, el propio Po no parecía tener fin.

      Aún montado en su enfado e indignación, pues Giuliano se había negado a hablar con Lorenzo desde las últimas cinco horas a caballo -en algún punto de la mañana habían tenido que dejar el carruaje al no soportar los intentos de su hermano para hablar con él-, así que Giuliano no había tenido mejor idea que enfocar sus pensamientos en el cambio de panorama entre regiones.

     No quería casarse. Aborrecía solo la idea. Su madre y hermano lo habían tachado de egoísta la primera vez cuando se negó a comprometerse con una veneciana que irónicamente, terminó siendo esposa de su rival de infancia. Giuliano no negaba que fuera egoísta, desde que a temprana edad le dejaron claro que su papel sería el de un segundo hijo, había decidido vivir bajo sus reglas, ignorando la moralidad y la religión que tanto se le había inculcado en casa.

     Porque sí había alguien a quien señalar como el ser más egoísta de esta tierra, Giuliano acusaría al propio Dios sin temor a blasfemar. Era el padre de todos quien le había negado a la única mujer que había amado, presentándola ante el como una ilusión divina que podía ver y amar, pero no desposar, porque su Simonetta ya estaba unido a otro tonto que sólo estaba cegado por su belleza.

      Simonetta Cattaneo era la encarnación de la belleza que lo llevo al amor y este le trajo paz. Una que no había conocido nunca en su vida ni que tenía la intención a renunciar, de ahí su aversión a comprometerse con otra mujer a la que sabía, no podría amar como podría merecerse y hacerla sufrir como su hermano hacía con su propia esposa. Aún llevaba la vivida imagen de Clarisa llorando en su mente.

      —Turín tiene su encanto — Lorenzo lo despertó de su propia discusión mental, pero Giuliano no respondió, sólo miró de reojo los familiares edificios blancos con sus tejados de ladrillo terracota que era común en las estructuras italianas, pero que sin embargo seguía teniendo su toque feudal—. Grandes puentes, novedosas remodelaciones en sus iglesias, palazzos elegantes y...

      —Mucho oro. Eso es lo que nos interesa, ¿No? — Giuliano sonrió con un amargo cinismo que ganó un suspiro de rendición por parte de su hermano—. ¿Qué? Me lo repetiste muchas veces cuando explicabas los beneficios de que me casara con la dama. Entre puertos, comercio limpio, armas, especias exóticas y telas de seda, llegue a la conclusión que queríamos sus florines.

      —Una alianza mutua, Giuliano. No es lo mismo. Dónde todos ganaremos dinero, una posición más fuerte y familia.

      El rubio se mofó—Me sigue sonando a transacciones, tú le das dinero y ellos te dan a su hija sin parpadear, porque, ¿Para qué más estamos sino es eso? Los hijos no se tienen por amor, sino por negocio.

MORIRÒ DA RE ─── Medici: Masters Of FlorenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora