MDR | ❝La ambición que rige a esta familia me ha hecho ver que lo quiero todo o nada.❞
Mellea D'andrea ha llenado de tantos escándalos a su familia en Turín que llegan hasta los oídos de Lorenzo de Medici en Florencia, proponiendo a su hermano c...
LAS NOCHES EN ITALIA NUNCA HABÍAN SIDO TRANQUILAS, pues cuando el sol se oculta y la luna ilumina sus antiguas calles, el olor de la vieja sangre que se ha derramado desde los tiempos en que un senado regía Roma. La sangre era espesa, provocando manchas profundas que nunca se quitaban, el rojo carmesí podía desaparecer de la vista simple, pero su esencia mortal jamás se iba.
El olor que salía entre los adoquines y las piedras, revivían en las nuevas generaciones esas ansias conspirativas y el espíritu salvaje que había fundado el gran imperio cuando la leche de la loba Luperca que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo. Puede que ya no se llamarán pueblo romano con la importancia de antaño, pero en Italia vivía aún la grandeza de un imperio.
—Y tanta astucia... cómo las serpientes los llevó directo a la destrucción—Mellea canturreó mientras tallaba su piel en la bañera aromatizada con menta y azahar, dejando un olor fresco en la habitación, había estado ahí desde hace casi una hora, intentando relajarse, pero su mente terminaba llevándola al cofre de sus pensamientos—, mordiendo siempre su cola...
La puerta de su baño se abrió, lo que la sobresaltó al ponerse de inmediato de pie con el cuchillo para cortar el jabón. Sus sirvientas siempre tocaban antes de entrar, por lo que sólo pudo pensar que se trataba de algún asesino que venía por ella, sin embargo, la realidad fue menos amenazante.
—Ya te habías tardado en apuntarme con esa cosa— comentó Giuliano con una mueca ladina, probablemente conteniendo una pequeña risa al acercarse y dejar que sus ojos bebieran cada gota blanquecina que resbalaba por el cuerpo de Mellea.
La pelinegra se mofó, dejando el cuchillo en la mesa y volviendo a su lugar lentamente—Ah, ¿Lo has estado esperando?
—Tal vez desde la noche de bodas—admitió y tocó el agua blanquecina, notando que era más espesa —, ¿Leche?
—Mantiene suave la piel, la reina Cleopatra lo hacía para mantener su belleza—Mellea le dijo mientras delineaba la propia curva de sus pechos aún expuesta con desinterés, su mente aún no se ponía a trabajar en las posibles razones de la visita de su esposo, no cuando su presencia era más placentera.
—Sí, y se volvió tan bella que se convirtió en un peligro para este país.
—Sólo para un puñado de hombrecillos que no estaban listos para afrontar la idea de que su esposo reconocía su trabajo— Mellea lo miró de reojo, no era un comentario provocativo, pero más de una vez le habían dicho que sus palabras se interpretaban solas, en cambio, Giuliano sólo seguía observándola desde el borde de la bañera de marfil, ya que se había sentado aún lado y jugaba con su mano para hacer ondas.
Mellea supuso que ería contarle algo, pero no encontraba cómo hacerlo, así que ella decidió tomar el primer paso cuando la mano de la morena salió debajo del agua y se unió con la de Giuliano, dejándolas entrelazadas en el borde de la bañera.
