VIII•┈❁Paz Armada

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    LA CACERÍA ERA UNA ACTIVIDAD COTIDIANA de la que Mellea solía disfrutar hasta hace unos meses dónde debido a su vientre cada vez más grandes, la idea de galopar o si quiera montar a caballo, estaba descartada. Ahora debía conformarse con su lugar en la villa con las demás mujeres, pues Novella se ofreció a acompañarla y Clarisa no era fanática de ver morir a los animales.

    Bianca se había quedado en Florencia debido al estado avanzado de su embarazo, Lucrezia aseguraba que en cualquier momento entraría en labor de parto, así que se había quedado con ella en la ciudad mientras el resto viajaba a la villa Pazzi buscando huir del abrumador calor de la urbe.

    Habían estado una semana fuera, así que Lorenzo había dispuesto que volvieran a Florencia por la tarde después de la cacería. Hermanos Medici y Pazzi habían salido de la villa con un pequeño séquito compuesto de amigos cercanos y una escolta de la que Giuliano se quejó, argumentando que no la necesitaban, pues eran suficientes para enfrentar a cualquier bandido que apareciera en el camino. Sin embargo, no ganó su razonamiento con el de su madre.

    Las tardes de verano eran extremadamente cálidas en la mayoría de Italia, pero la Toscana era un caso más severo en la opinión de Mellea. Su frente estaba perlada constantemente y había tenido que recoger su cabello debido al bochorno que sentía detrás de su cuello, esto aun cuando estaban fuera de la enorme villa que aún poseía sus detalles medievales dentro de su estructura.

    El pabellón de cacería había sido asegurado, tenían a guardias Medici y Pazzi rondando mientras esperaban a que sus esposos volvieran. Entre conversaciones banales o juegos de mesa cómo ajedrez y dados con apuestas generosas -motivadas por Novella- habían encontrado su propia manera de matar el tiempo cuando escucharon el cuerno de cacería a la distancia, significando que habían encontrado a una pesa y estaban por volver.

    Mellea recordaba que Giuliano le había prometido traer un cerdo salvaje a casa, pero Francesco le aseguró que no había jabalíes por esa área, así que, con suerte, serían liebres o un venado.

    —Debería de estar ahí—Mellea murmuró con un suspiro nostálgico al frotar su vientre—, ya no puedo esperar a que nazca.

    —La espera a veces se vuelve una agonía, pero vale la pena—Clarisa aseguró con una pequeña sonrisa.

    —Pronto volverás a tener esa agilidad para vanagloriarte con la cabeza de un lobo en la pica—Novella aseguró, ambas habían ido de cacería juntas con anterioridad, era un deporte que les gustaba cuando se trataba de una tarde soleada y con buen clima, especialmente por el frenesí de la persecución y la adrenalina disparándose por su torrente sanguíneo, la cual funcionaba como un constante impulso al espolear a su caballo hasta que la lanza se clavaba en la carne.

    Mellea asintió, poco le servía el consuelo. Estaba intranquila, no gustaba de estar tanto tiempo sentada, así que se paró con una copa de vino en la mano, su médico le había asegurado que sería beneficioso para la salud de su hijo no nato.

MORIRÒ DA RE ─── Medici: Masters Of FlorenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora