III•┈❁La Nueva Atenas

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      DEJARON TURÍN A LA MAÑANA SIGUIENTE DESPUÉS DEL DESAYUNO. Hubo muchas despedidas, pero sin lágrimas; Mellea había llorado las últimas con la muerte de su padre y la partida de cada una de sus hermanas. Ciertamente había una espina de recelo que le impidió darle un abrazo sincero a Filippo y terminar de decir el "amén" de las oraciones de su madre cuando rezo por un buen viaje.

     Había un huracán en su interior que mezcló la nostalgia con el consuelo cuando miró por las amplias ventanas del carruaje una última vez cada estructura de la ciudad de Turín, tratando de grabarlas bien en su mente, porque sólo Dios sabía cuándo volvería a verlas. Casi parecía que el viento helado de esa mañana buscaba bañarle el rostro como una dulce despedida de sus nevados paisajes al norte.

     Ahora iban al sur. Giuliano había preferido viajar a la cabeza del grupo con su hermano Lorenzo en caballos, así que había sido sólo ella en el carruaje las últimas cinco horas, porque incluso rechazó las sirvientas que su madre había insistido en que llevara consigo. Sólo había aceptado que Vanni y otros cinco guardias a los que conocía desde su adolescencia vinieran como su escolta personal.

     —Casi hemos llegado— Lorenzo habló, despertando a Giuliano, quien no había estado pensando en la última hora, más allá de salir corriendo al taller de Sandro dónde a esa hora seguramente se encontraría Simonetta.

     En los labios del rubio floreció una sonrisa entrañable y se enderezó en su silla al ver el Duomo de la ciudad de las artes asomándose entre los árboles—Por fin en casa.

     —Ciertamente, han sido días... largos — su hermano reconoció—, llenos de cambios, pero no sólo han sido para ti. Puede que sea extraño, pero lo has hecho bien. De hecho, mejor de lo que pensaba.

     Giuliano arqueó ligeramente una de sus cejas y se encogió de hombros—Hago lo que puedo, pero ella lo hace más fácil. Sabe hablar, hay un entendimiento.

    Lorenzo sonrió abiertamente, lo que hizo a Giuliano casi mofar por lo radiante que se veía. Tal y como el sol brillante que había sido destinado a ser; su hermano era el astro mayor alrededor del que todos orbitaban.

     —Las maravillas del diálogo, ¿Ves? Te lo dije, la palabra es la única manera de llegar a la razón.

     —Gracias, por compartir tu sabiduría— Giuliano acercó su caballo hasta que tuvo el espacio para chocar su hombro con el de Lorenzo de forma amigable, lo que hizo reír a ambos.

     —Hmm, no me cuesta nada, pero ya que estás tan agradecido con mis consejos de hermano mayor, ¿Qué tal si sigues otro?

     —Oh, aquí vamos — el rubio se rio negando—. ¿Y cuál es esta vez?

     —Es bueno volver a nuestro hogar, pero ciertamente no todos podríamos compartir el sentimiento—Lorenzo señaló con su cabeza el carruaje a sus espaldas, Giuliano miró de reojo, observando que Vanni hablaba con Mellea, la pelinegra estaba asomada por la ventana, pero no tenía la suficiente vista de la ciudad al frente—. Yo creo que deberías incluirla, un poco más. Ella es una perfecta extraña que se vio obligada a dejar la ciudad donde nació y todo lo que conoce.

MORIRÒ DA RE ─── Medici: Masters Of FlorenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora