Capítulo 23

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Desperté en un lugar claro, puro y limpio.
Un campo de flores se encontraba a mí alrededor, no sabía dónde estaba. Lo último que recordaba era discutir con Sasuke porque por mi culpa estábamos en un atasco y un fuerte dolor en mi pecho.
Sasuke se encontraba nervioso. Había sangre en sus manos y lágrimas en sus ojos.
Alguien me había hecho daño, me habían dañado. Había sido disparada por una estúpida venganza. Porque sí, pude ver al maleante a través de la ventana. Finalmente él lo había llevado al extremo. La estupidez de Kimimaro Kaguya había llegado al maldito extremo.
Miré hacia el claro cielo y decidí que lo mejor era levantarme de la fresca hierba en la que ahora me encontraba tumbada.

Observé a mí alrededor y a lo lejos noté una silueta. La silueta familiar de una hermosa rubia frente a una cuna de madera blanca que sonreía hacia ella.
No es que pareciera dichosa del todo pero podía ver amor en sus ojos. Amor hacia la personita a la que miraba.
Me acerqué a ella con sigilo y me coloqué a su lado. Pude ver claramente hacia lo que sonreía.
Dentro de la cuna había un hermoso bebé, el más hermoso que jamás había visto. Tal vez solo eran alucinaciones mías pero me recordaba mucho a Sasuke. Bueno, de hecho, sabía que era el hijo de Sasuke porque la preciosa chica que estaba a mi lado no era otra más que Shiina.

—¿Dónde estoy? —ella no me miró, no habló si quiera,se dedicó a acariciar la pequeña mejilla de su hijo con el dedo.

Observé el adormecido rostro del bebé y quedé embelesada. Era una ricura. Podría haber amado a este bebé con toda mi alma. Sí, ahora lo sabía. Mis ojos se nublaron. Hubiera deseado verlo incluso si eso hubiera significado no tener a Sasuke. Todos los bebés merecían tener una vida. Crecer, estudiar, vivir con sus familias.

—¿Dónde crees que estás? —preguntó la rubia moviendo el rostro hacia mí. Llevaba un vestido blanco. La hacía ver como un ángel. Y pensar que yo le había odiado.

—¿Es el cielo? ¿Estoy muerta? —ella sonrió y por un segundo creí que mi respiración se iba. No obstante ella negó con la cabeza. ¿No lo estaba?

—Tu vida pende de un hilo —Volvió a mirar la cuna. La leve sonrisa apareció de nuevo en su rostro.— Esto es el limbo.

Observé al bebé. Un alma pura que no ha sido bautizada y que no ha pecado iba directa al limbo. Las almas de Shiina y de su bebé no habían sido separadas tras su muerte. ¿Pero por qué yo estaba aquí? Ni siquiera era católica. Mis padres y los Uchiha siempre habíamos creido en la religión sintoista.
Suspiré. Jamás me hubiera esperado esto. En las películas normalmente la gente veía a sus seres queridos. No a sus archienemigas. Si hubiera podido elegir a alguien para hablar antes de irme al cielo probablemente hubieran sido papá y mamá.

—¿No crees que es extraño que alguien que ni siquiera es católico venga a parar aquí? —Ella suspiró y me miró seriamente. Hasta parecía enfadada— Siempre me pregunté. ¿Qué hay después de la vida? Ahora lo sé y no me molesta saberlo. Todo es calma y felicidad pero... —alzó de nuevo la cabeza y me miró fijamente— ¿Crees que él se merece perder a otra persona querida, Sakura? Perdió a su hijo, no puede perderte a ti.

La miré y agaché la cabeza. ¿Qué podía hacer yo? Después de todo no había pedido que me dispararan. No quería que me mataran. Había esperado vivir feliz a su lado y en vez de eso mis últimas palabras con él fueron una discusión por culpa de un helado derretido dentro de su coche.

—Puedo verlo —dijo ella— Puedo sentirlo. Su sufrimiento. Pude ver la culpabilidad que sentía cuando morí y no podía decirle lo mucho que lamentaba todo lo que había pasado. No podía disculparme por haberle dejado de ese modo. No podía decirle que no se sintiera culpable por el accidente. —Ella agarró mis hombros— Tú no estás muerta, solo tienes que resistir. Aguanta la operación y vive. Él te necesita.

Yo no soy tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora