Capitulo 29

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En estos días han pasado más cosas que en toda mi vida, más o menos. Es domingo, acabamos de llegar del club, de comer con los tíos. Mamá se ha calmado un poco con el tema de sus nuevos amigos y hemos pasado el almuerzo en paz. Antes, mamá y Ringo jugaron un partido de tenis, el tío jugó con el socio y todos contentos. Como siempre, con la tía nos quedamos charlando abajo del sauce que está al lado del restaurante.

  Ayer a las 2 estuve lista con Aki esperando que llegara Shiro. Ringo, listo en su habitación para no perderse detalle del primer amigo de su hermana. Si yo hubiese tenido que hacer eso con cada amigo de el... Shiro llegó en punto. Con Ame, que más que perra parece una osa. Al principio con Aki se miraron raro, muy raro y pensé que chau salida, pero Shiro me hizo una seña para que los dejara que se conocieran y al ratito nomás estaba todo bien. Cuando nos íbamos, me animé a mirar de reojo el balcón donde estaba Ringo y el muy salame estaba con medio cuerpo afuera haciéndome caras. Me di vuelta enseguida para no reírme. Estos datos lo único que certifican es el grado de odisea que tenía ese paseo de perros para mi vida. Shiro me dijo de ir a la plaza que está sobre la avenida, bastante cerca del colegio, y para ahí fuimos. Siesta, sábado. Muy poca gente en la calle. En la plaza había bastantes mamás y papás con nenes chiquitos. Nosotros dos con los perros. Shiro y yo nos sentamos en un banco, el que está frente al quiosco, debajo del árbol. Y los perros corrían de un lado a otro. Y nosotros mirábamos el cielo, los árboles, les hacíamos caras a los chicos que jugaban cerca de nosotros, alzábamos a algún accidentado, pero de charla nada o poco y nada. Igual, incómoda no estaba, no es que haya que estar todo el tiempo conversando pero pensé, en más de un momento, que tal vez Shiro estaba un tanto aburrido conmigo. Al rato, como quien no quiere la cosa empezamos a charlar del colegio, de lo que nos gusta, de nuestros amigos, de la vida.

  Todo bien, porque enseguida me olvido de que no sé si me gusta y le cuento cosas grosas y siento que a él le pasa lo mismo. Y estábamos ahí, de confesión, cuando así de golpe apareció la morocha. Sí, la morocha con la que había bailado Shiro, a la que él quería ver hacía un montón de tiempo. Se acercó a nosotros y lo saludó. Y Shiro me la presentó. Kazumi se llama la morocha. Yo estaba con un jean y la camisa de Ringo. Ella con un vestido de esos de verano. Con zapatillas, y todo el pelo morocho suelto y una cara divina y con su sobrino a upa. Y se pusieron a charlar los dos. Y yo, pintada al óleo es poco. Lo único que pensaba sin parar era en cómo desaparecer para no molestar a Shiro, que debía querer que la tierra me tragara. Sí, a mí. Obvio que la que estaba de más ahí era yo. Pensé en saludarlo e irme pero eso quedaba horrible. Y me quedé ahí, invisible, como cuando miro el piso y camino rápido para pasar inadvertida. Kazumi, para colmo, me pareció simpática, de esas personas súper agradables. Y lo tengo que reconocer por más celosa que esté. No estuvo mucho tiempo charlando con Shiro pero para mí fueron mil años. El hermana, el mamá del bebé, le hizo señas desde las hamacas y Kazumi, después de saludarnos, se fue. Mientras hablaban, Shiro le había dicho que la esperaba a la noche y ahí tenían más tiempo para charlar. O sea, iban a bailar. O sea, Keiko está loca si piensa que Shiro puede sentir algo por mí al lado de Kazumi.

  Después de que ella se fue, Shiro estuvo de otra manera. Iluminado. Parece cursi pero es la verdad. Igual a como me quedo yo cuando estoy con él. Y nos quedamos en la plaza como hasta las 7 y pico. Cuando nos volvíamos, me preguntó qué iba a hacer a la noche. Le dije que nada. Me dijo que no fuera aburrida y que fuera a bailar. Le dije que no creía. ¿Para qué quería Shiro que yo fuera a algún lado si él iba a estar ocupado?

  Al final cuando entré a casa me sentía horrible. Por un lado, la había pasado muy bien pero por otro, mal desde que apareció Kazumi. Y no podía evitar reconocer que esa chica era divina le gustara o no a Shiro. Lo único que había podido sacar en limpio era que no eran novios, todavía. Más tarde hablé con Keiko. Que me rogó, me suplicó que la acompañara a bailar. Que iban con Kaori. Que Claude la había llamado y habían quedado en verse en la matine y su hermana a la matine no iba ni loca y sola no quería ir. Y si iba con Kaori sola, la dejaba re plantada. Me lo pidió. Y decidí ir.

  "Masoquista, masoquista", pensaba mientras me pintaba los ojos. Me miraba en el espejo del baño de Ringo, y me lo repetía. Porque en caso de que me gustara Shiro, de lo que no estaba segura aún, iba a verlo, seguramente, con Kazumi, igual o mejor que el otro sábado. No tenía ropa. Nada lindo. Me puse un suéter y el pantalón negro y listo. Y las zapatillas. Y la pulsera (La azul que me había devuelto Shiro). Ringo estaba estudiando en lo de un amigo. Y mamá, que estuvo desde que llegué hasta que me fui, se quedó encerrada en su habitación y después decidió darse un baño de inmersión.

  Me pasó a buscar Kaori y de ahí fuimos para lo de Keiko que me agradeció 600.000 veces que hubiera ido. Ganas no tenía. Curiosidad, sí.

  Llegamos, nos sentamos en las tarimas. Mirábamos quién entraba y escuchábamos buena música. Vi al rato que entró Shiro con sus amigos pero se fueron para otro lado y lo perdí de vista. Nos paramos. Dimos unas vueltas, nos encontramos con Claude y obvio enseguida Keiko y él desaparecieron. Con Kaori bailamos un rato. La sacaron a bailar y me senté en la tarima cerca de ella, a mirar. Foco al centro. Shiro y Kazumi. Bailando, hablando, riéndose. Lejos, la pareja más linda de todas. "Masoquista", pensé. Apoyé los codos en las rodillas, apoyé la cara en las palmas de las manos y me quedé ahí un poco cantando, un poco mirando. Hasta que sentí que por la mano me rodaba una lágrima y me di cuenta de que estaba llorando. Me levanté y me fui para el baño. Me metí en uno de los baños. Y me quedé ahí no sé cuánto mientras se me caían las lágrimas y me odiaba por haber ido, por exponerme a eso. Y también pensaba que no podía vivir encerrada. Cuando salí me senté en un rincón libre de la tarima. Veía las cabezas de las chicas moverse entre la gente. Y ahí estaba cuando alguien me tocó el hombro y no pudo ser mayor mi sorpresa cuando lo vi a Ren. Sí, Ren, el imbécil, a mí lado. Creo que se me llenaron los ojos de bronca apenas lo vi. Pero no dije nada. Y él me palmeó el hombro y me dijo: "Discúlpame por lo del otro día, a veces puedo ser muy desubicado". Eso solo me dijo. Apenas sonrió y se fue. Yo me quedé helada, preguntándome qué habría pasado entre Shiro y Ren para que él viniera a hablar conmigo, porque no había duda de que Shiro tenía que ver con eso. No me imagino para nada a Ren reflexionando sobre una mala actitud y pidiendo perdón. Es una cosa que está al mismo nivel de imposibilidad de que mamá y Maiko se arreglen. Me quedé ahí sentada hasta que ya estaba cerca del final. Y en eso apareció Shiro por el medio de la pista que ya no estaba tan llena. Venía entre la gente, mirándome y sonriendo. Si no me hubiese mirado tan fijo, me hubiese dado vuelta para ver si no saludaba a otra persona. Antes de llegar a mi lado, estiró los brazos y me dijo que fuera a bailar con él. Hubiese dicho: "No, no", que estaba cansada, que me tenía que ir pero bajé de la tarima. Y él me dio la mano para llevarme hasta cerca de las chicas que seguían bailando y comenzamos a bailar. Sí, Shiro y yo. Y nos quedamos charlando. Estaba segura de que Kazumi se había ido y por eso me había venido a buscar para no aburrirse. Me dijo de ir a tomar una coca y, cuando pasábamos para la barra, la vi con sus amigas y ya no entendí nada. ¿Le mandaría mensajes a ella también? ¿Le guardaría la pulsera? Con el vaso en la mano nos volvimos a bailar y así estuvimos hasta la hora en que cortaron la música para echarnos de ahí. Shiro me saludó y se fue con los amigos. Y yo me fui con las chicas. Fue la primera vez en mi vida que no paré de hablar en el remís hasta que llegué a casa. 

Somos Así (Diario De Chicas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora