Capítulo 28: Devon Breckon.

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~Devon~

~Tres semanas después~

¿Dónde estás? Esa pregunta se repite una y otra vez en mi cabeza.

Maldición, la buscamos por todas partes. En el auto al fondo del acantilado solo hallaron el cuerpo de Mar, pero de mi mujer nada.

Mis emociones están al borde del abismo llamado locura.

¿Dónde estás hermosa pervertida? Dios ¿Acaso me estás dando un escarmiento por mis pecados y por no aceptar lo que siento a tiempo?
¿Cómo puedo perderla ahora que me he dado cuenta por fin de mis sentimientos?

Llego a mi departamento casi al amanecer, cansado, devastado. Cierro la puerta y me dejo caer sentandome en las frías baldosas, y chocando mi espalda contra la puerta, llevo mis manos a mi pelo, y lo tironeo frustrado, dolido. Cierro mis ojos y por fin dejo escapar lo que he aguantado delante de todos.

Mi pena, mi amor, por ella... Y lloro, sí, lloro como un bebé cuando tiene hambre o está enfermo, tapo mis ojos con mis manos y con una de ellas hago un puño y lo pongo en mi boca para ahogar el grito que sale de mi interior lleno de rabia y dolor.

Nunca, jamás he llorado y sufrido así por una mujer, pero ella, no es cualquier mujer. Saco todo lo que siento al llorar, cada una de mis lágrimas, mis gritos amortiguados por mi puño son por ella. Aria, fuiste mi secuestradora, pero malditamente de mi corazón, de ese corazón que no sabía que tenía.

Echo mi cabeza hacia atrás, hacia la puerta que hay a mi espalda todavía llorando como un condenado.

Si tan solo, si tan solo la hubiera acompañado, ella estaría conmigo y bien.

Finalmente me quedo dormido, consumido por el dolor y el cansancio de a penas dormir por buscarla por todas partes.

................

Al día siguiente me levanto del piso, mi espalda duele por la posición en la que me quedé dormido, siento frío, pero poco me importa cuando me quito la ropa entrando al baño para darme una ducha.

El frío me cala hasta los huesos pero no pienso ducharme con agua caliente, y cuando salgo de la ducha estoy tiritando de frío. Me coloco una bata y con una toalla seco mi pelo.
De repente, el silencio comienza a sentirse pesado una vez que la frialdad del agua pasa. Y todo vuelve, sus miradas, su voz, sus sonrisas, su descarada manera de hablar y tocar.

Suspiro, dejando escapar en ello mis recuerdos a su lado, toda ella aparece ante mí como un fantasma por toda mi habitación, levanto mi mano para tocarla pero se esfuma, desapareciendo solo para traer a mi mente lo sucedido, trayendo consigo dolor, un intenso dolor y rabia. Caigo a mi cama y nuevamente, lágrimas gruesas y abundantes comienzan a salir de mis ojos, una tras otra cayendo sin cesar. Entierro la cara en la almohada apuñando la tela de esta, el dolor en mi interior me consume y pugna por salir... Ahogo un grito de rabia y
desesperación tan fuerte, que mi garganta se reciente.

Su olor, su olor esta aquí, esparcido en este espacio, tan íntimo, tan nuestro.

¡Maldita Mar, ojalá y te pudras en el infierno!
Maldito yo, que la tuve y la perdí por culpa de mi ceguedad y orgullo...

Los segundos pasan, las horas... Los días, que sé yo, porque aquí estoy, en mi departamento, solo y consumido por la perdida de la mujer que amo. Que tardíamente supe que amaba.

Mi cabeza es un cúmulo de muchas emociones, y pensamientos, pero en donde por sobretodo resalta la agonía que comienza a consumirme lentamente. Diablos como duele mi cabeza palpitante, parece que se me va a partir del dolor, pero no importa, porque no es nada comparado con el dolor que siento en mi pecho. Tanto así, que me dan ganas de desgarrar mi piel y arrancarme el corazón para no volver a sentir.

Algo comienza a timbrar incesantemente hasta volverme loco, porque con el sonido mi cabeza duele más. Rebusco entre el desorden que tengo en la cama, hasta que finalmente doy con el culpable. Frunzo el ceño al ver un número desconocido, ¿Quién rayos es? No importa, no respondo. Y así sigo, entre la desesperación y el desasosiego que causa el maldito aparato que timbra y timbra, una y otra vez. Mi primera idea al tomarlo de nuevo es lanzarlo contra la pared para seguir con mi dolor, pero por algún motivo pienso que quién quiera que sea que me molesta a mí número privado me va a escuchar. Contesto, algo que nunca hago cuando no reconozco los números, y cuando estoy por decirle un par de palabrotas me interrumpe.

— ....

— ¿Es usted Devon? ¿Devon Breckon? –es la voz de una mujer.

— Sí, ¿se puede saber quién carajos es?

— Soy Angel...

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He aquí un borrador, ya luego lo voy a editar, espero os haya gustado😉

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