Capítulo 3. "El cachorro".

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Podría ser el día más caluroso del verano en Hawkins, o mejor dicho: era el día más caluroso en Hawkins y eso mismo me lo recordaba el silencio en la calle. Podría tratarse de un pueblo fantasma pero era completamente normal, ¿quién iba a salir con 30 grados a la sobra a las 16:00 de la tarde? Pues yo como no. Y toda la culpa era del pequeño  adolescente que tenía al lado charlando sin cesar que ni siquiera se daba cuenta de que no le estaba haciendo caso. Dios mio... podía notar incluso el calor sofocante atravesar mis zapatillas y las gotas de sudor caer por mi espalda pegándose a la camiseta. "¿Cómo estará Munson?" Pensé, "le dejé puesto un ventilador y estaba con camiseta de tirantes antes de irme, tiene agua fresca en la mesa y ya está lo suficiente mejor como para poder rellenarla del grifo pero... y si...¿Y si le da mareo y se cae?" El pánico se empezó a apoderar de mi.

—Llamando tierra a Steve —Ceceó Dustin mientras chasqueaba sus dedos por delante de mi cara. —Llamando tierra, ¿me recibes tío?

—¿Eh? Si, si, muy interesante todo...

—¡Tío! —Se sorprendió. —No me has estado haciendo caso...

—Si, perdona, es solo... estaba pensando bueno...

—Ohh... ¡Cierto! ¿Como está el que tú y yo sabemos que nadie puede saber? —Dijo mientras miraba a todas partes como si le estuvieran siguiendo. Rodé los ojos al momento mientras me limpiaba el sudor de la frente.

—No te dediques nunca a ser detective, ¿de acuerdo?

—Vamos tío, no sé nada desde... bueno... tú sabes. Y te puedo preguntar muy poco porque mi madre está siempre encima, ¡vamos Steve!

—¡Claro que sé! — Susurré exasperado. —¿Como no lo voy a saber? Está viviendo conmigo... —Dije lo más bajo que pude. —Pero tienes que ir con más cuidado... El cachorro al que adopté está bien. —Silencié al momento pensando en la frase exacta. —Con un poco de pulgas todavía, pero mejorando. El veterinario le mandó medicina nueva y ya casi ni se rasca.

—¿En serio Steve? ¿Un cachorro?

—Si Dustin... ¡Si! —Alcé las manos. —Un cachorro con muchas necesidades.

—Está bien, está bien. —Dijo risueño. —No sabía que te iban los cachorros.

—Oh, Dios mío... no empecemos. La adolescencia no te está sentando bien amigo.

—¿Y a quién le sienta bien? Habría que verte a ti con mi edad...

—Bueno, ciertamente me conociste así pero me convertisteis en una niñera... ¡Por cierto! —Sentencié. —¿A dónde carajos vamos? Me estás matando por el camino.

—Digamos que es de alto secreto y que mi madre no puede enterarse, y como ahora no me deja ni respirar solo pues, he aprovechado esta hora que es cuando duerme la siesta.

Suspiré de nuevo. Este niño me iba a matar antes de tener mi propia vida. Me fijé en los alrededores. La gracia era que, aquel sitio lleno de casas iguales, en una urbanización de clase media... me eran tan familiares... Un momento...

—¡Dustin! ¿Estamos yendo a casa de Nancy?

—No, a ver, tecnicamente vamos a la de Mike.

—Es la misma...

—Si pero...

—No, ¡no! A ver enano. —Le dije mientras paraba la marcha que llevábamos y lo distanciaba de mi con mis manos para que él también se detuviera. —Me has sacado de casa a las 16:00 de la tarde. —Puntualicé tocando su pecho. —Sin saber qué íbamos a hacer, dejando a mi cachorro herido en casa sin cuidado porque creía que había algo importante, ¿para ir a casa de Nancy? ¿En serio? Después del ridículo que pasé en la caravana... de verdad Dustin...

Steddie | Nuestro mayor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora