Capítulo 6. "El siguiente nivel".

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—¿Pizza cuatro quesos? —Sonrió ampliamente el pelilargo saboreando un trozo. —Parece que hace años que no como ninguna. Oh Dios mío... esto es el puto paraíso... —Exclamó exagerando mientras se dejaba caer en el respaldo de la butaca que había sido mi cama durante tantas noches.

Se le veía mucho mejor y esta noche quería aprovechar la compañía de Robin para ver si por fin podíamos subir las malditas escaleras y que deambulara mucho más cómodo por la casa completa. Y que también durmiera en una cama más cómoda con ventanas que dieran al exterior y no encerrado en un sótano.

—Dale las gracias a Steve. —Recalcó Robin extremadamente sonriente. Yo la observaba impaciente mientras bebía un poco de mi refresco. La conocía muy bien y sabía que tras esa sonrisa algo estaba tramando.

—A Harrington voy a tener que darle las gracias más a menudo.

Iba a responder cortésmente cuando la rubia sonrió y continuó. —Si, él siempre está pendiente de su cachorro.

Me ahogué inmediatamente con el refresco que estaba tomando. Miles de burbujas viajaron de mi boca y se propulsaron hacia mi nariz notando un tremendo picor y escozor por toda la cavidad nasal. Tosí varías veces mientras escuchaba a Robin reírse y también escuché una pequeña risa de fondo, Munson se estaba riendo de mi. La miré amenazadoramente.

—¿De su cachorro? ¿Tienes un perro? No lo he escuchado nunca, ¿tan bajo está este sótano?

—¿No lo sabías? —Dijo falsamente mi amiga.

—No, ya podrías haberlo traído aquí abajo que cuando te vas me aburro mucho.

—Eddie, Eddie, Eddie... —Chasqueó la lengua. —Por lo visto, es un perrito muy muy bueno. Hace caso, controla sus necesidades y aquí mi amigo. —Me palmeó la espalda con entusiasmo. —Está loquito por él, se muere por cuidarlo. Te encantaría seguro. —Finalizó guiñándole un ojo a Munson.

—¿En serio Harrington? ¿Un perro?

Robin estalló a carcajadas una detrás de otra mientras se aguantaba el vientre. No podía parar de reír y, en cierto modo, se nos estaba contagiando. Munson se unió a su risa sin saber si quiera porqué y yo de vez en cuando me reía pero notaba mi cara arder, debía ser seguro más rojos que todos los tomates de una frutería, ¿me tenía que merecer eso? Seguro que no, maldita Robin y sus ganas de hacerme enrojecer hasta puntos extremos.

—¡El perro se llama Eddie! —Seguía riéndose y el moreno me miró con cara interrogante. —Es un modo de clave que tiene para hablar de ti en el exterior. —Se limpió las lágrimas. —Ay Stevie...

—Puedo explicarlo es... —Tragué y me palpé la nariz encogiendo un ojo en el proceso, aún escocía. —La situación en Hawkins es complicada y claro no puedo nombrar que tengo al mismísimo Eddie Munson en mi casa, ¿no?

El moreno suspiró. —Eso puedo entenderlo Harrington pero, ¿un perro? ¿Parezco uno? —Agachó la cabeza con un deje de tristeza y ese gesto me mató por dentro.

—No pero no es por ti Munson, en serio. —Le toqué el brazo. —Es por la gente, en este pueblo de mierda no entienden nada. Si digo que tengo un perro pues bueno, pasa desapercibido, ¿no?

—Eso es cierto Eddie. —Continuó Robin agarrando otro trozo de pizza. —Steve te cuida mucho, no nos deja mencionar absolutamente nada de ti, pero nos cuenta siempre todo lo orgulloso que está con su cachorrillo. Además. —Continuó. —¿Qué tienen de malo los perros? Ojalá ser uno y bien cuidado, sin problemas, sin preocupaciones...

—Robin por favor... —Iba a reñirle al ver como el moreno seguía cabizbajo cuando una risa rompió de la garganta de Munson arrancando una sonrisa en mi cara.

Steddie | Nuestro mayor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora