Capítulo 4. "Pesadillas".

348 43 47
                                    

Palpitaciones, mil y unas palpitaciones, eso era lo que sentía, un ir y venir constante por todo el cuerpo. Palpitaciones, unas detrás de otras que viajaban por todo mi cuerpo recorriendo mi espina dorsal hasta la punta de mi miembro. Este, como si tuviera vida propia, se movió impulsivamente buscando donde poder encajar o buscando cualquier roce al ritmo de la palpitación. El corazón me iba a mil y notaba el calor cubrir mi cuerpo completamente. Tenía los ojos cerrados mientras recibía el beso más ardiente de mi vida. Nuestras lenguas se mezclaron en un juego, o más bien batalla, de la cual no se sabía quién era el que perdía o ganaba. No quería ganar nada, solo quería seguir así. Mordí su labio inferior y suspiré acaloradamente, ahora mismo me sobraba cualquier tipo de ropa que pudiera llevar. De nuevo más palpitaciones y esas ganas tremendas de acercarme más al cuerpo que tenía delante para poder obtener un mísero roce. Jalé tentativamente de la melena que envolvía a la persona que me besaba para obtener más mucho más. Era suave, rizada y su olor... tenía un olor tan peculiar, tan... familiar.

Abrí los ojos de golpe encontrándome con unos ojos marrones que parecían poseerme. Tragué saliva con mis labios hinchados. Munson se veía complaciente mientras saboreaba nuestro último beso con sonrisa lasciva. Se fue, poco a poco, agachando frente a mi mientras masajeaba su miembro. "Dios mío" pensé. "Esto me está volviendo loco". De repente, noté una suave presión sobre mis pantalones. Lo miré rapidamente. Se trataba de las manos del guitarrista. Aquellos dedos suaves, largos y blancos deslizaban con cuidado la cremallera, como si de un momento a otro pudiera explotar. Y si, podría. Seguramente hubiera una explosión de un momento a otro. Notaba la carne crecer por debajo de mis calzoncillos como si se tratara de una jaula.

—¿Deseoso Steve? —Soltó con la voz rasposa.

Steve... había dicho mi nombre. Solo lo miré sorprendido, no podía hablar, había algo que me lo impedía. "Cómeme" grité en mi mente. Y como si pudiera leerla, terminó de bajar lo suficiente los pantalones y mi ropa interior para dejar mi pene erecto al exterior. Lo acarició con cuidado y más impulsos se desplazaban sobre todo mi cuerpo. Sus manos me envolvieron poco a poco y mi único impulso fue embestir su mano buscando una fricción. Una pequeña risa ronca se escapó de los labios del moreno que estaban demasiado cerca de mi miembro como para poder notar ese aire caliente salir estrepitosamente.  Chocó dientes contra mi carne raspando con cuidado y otra palpitación viajó, esta aún más fuerte.

El agarre del moreno se había intensificado y poco a poco noté como iba creando una fricción manteniendo un pequeño ritmo. Volteé a verlo de nuevo, necesitaba grabar esa imagen en mi memoria. Necesitaba... tanto. Volvió a sonreír, esta vez de manera ¿malvada? Mientras sacaba su lengua. Con la punta, mojada y brillante, repasó desde la base de mi miembro hasta el glande. Tan lento, tan desesperante, que lo único que pude hacer fue gemir y agarrarme a lo primero que mis manos encontraron, su cabeza. Eso provocó que, con su boca abierta y un pequeño empujón, parte de mi pene entrara en su cavidad bucal cerrándose por completo y dándome una sensación de apriete que me estaba volviendo loco. Me mordí el labio inferior no quería chillar pero lo necesitaba. Notaba como inconscientemente mis caderas ascendían buscando entrar más y más. Por el contrario, Munson frenaba mis embestidas y succionaba, volviéndome aún más loco. Continuó con su trabajo mientras, con la mano libre, subía y bajaba para conseguir el efecto de estar dentro de él por completo acompañando el ritmo que mantenía con su boca. Cerré los ojos y me dejé llevar plenamente, recibiendo al milímetro cada recorrido placentero que viajaba por mi cuerpo. Sentí hormigueo en mis manos y en el vientre, todo iba a acabar tan pronto que quería pensar en cosas malas para poder seguir disfrutando pero, siempre podría haber más, ¿no?. El moreno rió ronco mientras me seguía teniendo dentro al soltar otro gemido y eso hizo que diera otro aún más grande.

—Eddie... —Susurré como pude. Mi voz había logrado salir por primera vez tan raposa y tan... ¿deseosa? Si, esa era la palabra. Quería más y no acabar nunca. Quería llegar hasta el final con él, quería que esto no acabara nunca. —Eddie, Dios mío... —Continué. —Eddie....

Steddie | Nuestro mayor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora