La final de fútbol

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Sábado por la mañana, día de la final del partido de fútbol femenino de la escuela Weselton. Jugamos contra el equipo Sur, llevan ganando cinco torneos consecutivos. Siempre que nos enfrentamos a ellas nos derrotan. Con más razón, este año mis compañeras están más decididas que nunca a ganarles.

Sus jugadoras son las más agresivas de todo el torneo. Cometen muchas faltas que son ignoradas por el árbitro, típico en este deporte. Saben salirse con la suya, y discutí con ellas muchas veces por eso. Una vez hasta me sacaron del partido.

Estoy nerviosa, apenas dormí anoche y llegué más temprano porque en mi casa no podía quedarme quieta. Por suerte los demás no se tardaron.

Pasó el rato, y más personas comenzaron a llegar. Mulán sería la última en presentarse, esa era su costumbre.

Mérida llegó. Tan pronto se encontró con mi mirada, dejó sus cosas y vino hacia donde yo estaba. Sentí algo de incomodidad, es que lo que había conversado con Olaf me dejó con dudas. No me imagino una escena de las dos besándonos y que ella lo oculte. Sabe la confianza que le tengo.

—Hola —saludó, una vez cerca.

Más dudas rondaron por mi cabeza tras escucharla.

—¿Ocurre algo malo? —preguntó al notar que me estaba tomando mucho tiempo en contestarle.

De un impulso me puse de pie, dispuesta a decirle lo que sucedía. No le tenía miedo, podía expresarme sin problema.

—Necesito hablar contigo —confesé.

Sus ojos mostraron sorpresa.

—¿Sobre qué?

No puedo hacerle esto, podría afectar su concentración en el partido. No, no... No quieras escapar del tema. Si no lo hago ahora, no lo haré nunca.

—¿Recuerdas el día que salimos y me embriagué?

—Sí, y despertaste en la habitación de Anna.

No era necesario aclarar eso último.

Abrí la boca para hacerle la pregunta, pero las palabras no alcanzaron a salir. Por unos pocos segundos que mi vista voló hacia otro lado, me di cuenta de que una chica me observaba sentada en la tribuna. Tenía un libro abierto, apoyado en su regazo, y no paraba de sonreírme.

¡Oh, por todos los cielos!

Es la chica que me dio su teléfono.

Sentí mis mejillas arder, tomando el famoso color de los nervios. Ella ríe entre dientes al darse cuenta de que la reconocí y bajó su mirada para dedicarle atención a su libro. Recordé entonces el uniforme que traía puesto ese día, era de la escuela Sur.

Demonios, jamás la llamé. Tampoco me atreví hacerlo porque no sabía cuál era su nombre. Lo único que hice fue conservar su número.

—¿Qué es lo que miras con tanto interés? —Mérida hizo que volviera a la realidad.

No pude hacer algo para no delatarme. Mi amiga se dio vuelta y vio a la chica.

—Okey... ¿Quién es ella? —una sonrisa curiosa se formó en sus labios.

Rasqué la parte detrás de mi cabeza, no sabía qué decir.

—No... No la conozco bien, me ayudó una vez a levantar mis útiles cuando unos chicos me empujaron. Parece que también es amiga de dos de nuestros compañeros.

—¿Eso es todo? Dudo que te pongas así solo porque te ayudó una vez.

¿Desde cuándo sabe leerme tan bien?

Tu amor, mi dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora