Capítulo 2

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Félix se despertó antes de lo habitual y finos rayos de luz mañanera se colaban por las rendijas de su persiana. Se puso las gafas, que descansaban en su mesilla de noche, a la izquierda de su cama, y echó un rápido vistazo a su reloj despertador, para darse cuenta de que aún eran las 8 menos diez. Aún le quedaban 10 minutos de sueño, pero una sensación nueva y extraña en su cuerpo le obligó a levantarse y desactivar su alarma. Normalmente llegaba muy justo de tiempo a la parada de autobús-y, como no, siempre era el último-, pero esta vez logró irse de casa veinte minutos antes de lo habitual. Al parecer también había ahorrado tiempo preparándose. Se sorprendió al mirar su reloj de camino a la parada. ¡Aún eran las 9 menos diez! Pero se sorprendió todavía más cuando llegó a su destino y se encontró con la parada del bus completamente desierta. Se sentó en el banco de madera que había en la parada para esperar. A decir verdad, nunca había tenido la oportunidad de sentarse en él. Principalmente, porque cuando llegaba al lugar el autobús ya estaba a punto de arrancar, pero también porque siempre estaba desbordado de niños. Se sentía incómodo al ser el único en la parada, pero se sintió aún más incómodo cuando empezaron a llegar el resto de los niños, los cuales le veían con cara de impresión y no dejaban de susurrarse cosas a los oídos entre si mientras le apuntaban con el dedo. Sus manos comenzaron a sudar del miedo en cuanto vio acercarse a Eloy acompañado-como de costumbre-de Cosme y Jaime. Eloy era un chaval de pelo negro y ojos marrones, con aires de chulito y que siempre solía llevar puesta una chaqueta de cuero. En cuanto lo vió, fue directo a junto de él.
-Hombre, pero si es el palillo-dijo haciendo una falsa reverencia-. Se ve que hoy tenías prisa.
-¿Qué quieres?
-El palillo pregunta que qué quiero-dijo girando la cabeza hacia el resto de la gente, que empezaron a mirar la escenita tras ellos, como anunciándolo. Luego volvió a girar la cabeza hacia Félix-.Buena pregunta, chavalín, muy buena pregunta. Pues verás, este es nuestro sitio, así que largo.
-Lo siento, no lo sabia-se disculpó mientras se levantaba cuidadosamente.
-Pues ahora ya lo sabes-concluyó echándole una mirada fría.
Félix se alejó sin decir una sola palabra, mientras escuchaba a Eloy y a sus colegas burlarse de él a sus espaldas-aunque ya estaba acostumbrado-y permaneció sentado en el suelo hasta que llegaron sus amigos, que parecieron tan sorprendidos como el resto de ver a Félix allí a esas horas. Entonces se levantó para saludarles.
-Hola chicos.
-Vaya, creo que es la primera vez que te veo madrugar tanto para ir a la escuela. Claro que cuando no hay clases...-bromeó Daniel.
-Ya, no sé. Hoy me levanté temprano-se limitó a responder.
-¿Dormiste mal?-preguntó Aitor.
-No, no. Qué va. Dormí de un tirón.
-Bueno. Pues se ve que empiezas el curso con buen pie.
-Ya.
El bus llegó de allí a un rato. A medida que entraban los niños, el jaleo se fue apoderando de él. Al pasar por el lado de Eloy, este le puso la zancadilla a Félix, que cayó de bruces al suelo. Sus amigos le ayudaron a levantarse y, en medio de las risas de Eloy y de Cosme, los cuatro avanzaron hacia la parte trasera del transporte, en la que estaban en línea los cuatro asientos en los que siempre se sentaban para estar juntos.
-Son gilipollas-dijo Estela en bajo.
-Ya-coincidió Félix.
Ese primer día fue de iniciación al curso. Después de ver las listas pegadas en la parte exterior del instituto, en las que figuraban los nombres de los alumnos en cada curso y grupo, todos entraron según estas dentro del edificio. Los cuatro se pusieron muy contentos al mirar que les tocaba en el mismo grupo-2° ESO B- y se colocaron juntos en fila cuando una mujer joven de cabello negro y corto dijo en voz alta el nombre de su grupo. Era morena y tenía los ojos castaños y pequeños. Los guió hasta su clase, que se encontraba en el segundo piso, a la derecha del cuarto de baño de niños. Allí la nueva tutora se presentó como Carolina. Comenzó a hablar de sus aficiones-que, según ella, eran enseñar e ir a pescar con su padre en A Guarda, que era donde él vivía- y, posteriormente, pidió al resto de los alumnos que hicieran lo mismo. Todos iban diciendo sus nombres y aficiones-los niños mayoritariamente fútbol y baloncesto (excepto Daniel y Félix, los que respondieron ajedrez, y Aitor, que en su caso contestó la consola), y las niña variaban un poco entre la lectura y el patinaje (quitando a Alma, que respondió tenis, y a Estela, que en su caso fue el bádminton). Cuando le tocó a Félix-que estaba sentado en la tercera fila, a la derecha del todo, junto a la ventana-tardó un rato en reaccionar. Desde que había visto a su nueva tutora había tenido una sensación extraña. Casi como un mal presentimiento. Algo parecido a un escalofrío prolongado, pero no llegaba a tanto. Reaccionó a la tercera llamada en medio de las risas de sus compañeros-excepto de sus amigos, que le miraban con cara de preocupación- y respondió aligeradamente.
-Disculpa. Eh... Pues me llamo Félix y me gusta jugar al ajedrez.
-¿Qué te pasa? ¿No dormiste bien?-le interrogó la profesora.
-No. Su...Supongo que no-tartamudeó él.
-¿A qué hora te acostaste ayer?
-A las once y media, como siempre.
La profesora frunció el ceño durante un par de segundos. Luego prosiguió con los demás.
Las tres primeras horas discurrieron rápidamente entre presentaciones, entregas del horario para ese curso y una ficha de repaso general del curso anterior.
El timbre tocó anunciando la hora del recreo, y la clase salió en fila y desordenadamente del aula. A la salida del patio, Cosme le dio un golpe fuerte en la espalda a Félix que casi lo tira al suelo, mientras se burlaba de lo dormido que estaba. Félix no presto atención a lo que dijo. Eloy paso detrás de Cosme riéndose. Félix se irguió ágilmente y se recolocó bien las gafas con el dedo índice. Sus amigos le pillaron por detrás.
-¿Estás bien?-se interesó Aitor.
-Sí. Menos mal que no se me cayeron las gafas.
-Me refiero a que pareces un poco apalominado. ¿Te encuentras mal?
-No, creo que no.
-¿Entonces qué te pasa?
-No estoy seguro-y casi en un susurro añadió-cuando estoy cerca de ella tengo un mal presentimiento.
-No entiendo-declaró Estela-¿cerca de quién?
-De la nueva tutora.
Los tres parecieron un poco desorientados.
-¿A qué te refieres con un mal presentimiento?-preguntó Daniel.
-No sé. Es como si algo dentro de mi detectara que algo anda mal.
-¿Crees que es por culpa de esa piedra?
Félix se encogió de hombros.
-No lo sé. Pero es posible.
Los cuatro se echaron una mirada preocupada entre si.
-¿Deberíamos contárselo a alguien?-preguntó Estela.
-No-respondió Félix firmemente y alzando un poco la voz-ciñámonos a lo acordado.

Desde lejos de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora