Capítulo 10

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Por fin, el padre logró reaccionar. Pegó un grito de espanto y salió corriendo en dirección a la puerta principal. Uno de los seres-el que se había hecho pasar por Juan-salió corriendo escaleras arriba tras él. Leo apretó el gatillo de la escopeta, pero a causa de los nervios falló y la bala fue a parar al marco de la puerta. Cogió la caja de balas para recargar, pero la criatura ya le llevaba ventaja. El niño tiró a un lado la caja y la escopeta monotiro y corrió escaleras arriba para intentar impedir que esa cosa atrapase a su padre, que ya estaba saliendo por la puerta al patio de la casa. Otro de los seres intentó impedírselo, pero Laura se le echó encima sin pensárselo dos veces e intentó inmovilizarle. La madre vio a su marido correr por el ángulo en el que la puerta se encontraba abierta. A este le seguía el ser y, por último, iba Leo. La señora salió con el corazón en un puño para ver qué estaba ocurriendo y se echó a correr tras ellos. El señor estaba ya alcanzando el portal que daba al exterior, cuando la criatura le asió por el brazo izquierdo. Él se desasió bruscamente y echó de nuevo a correr como un loco hacia el portal, pero la criatura se tiró encima de él. Los ojos del ser se iluminaron súbitamente. En ese momento, Leo los alcanzó y se quedó paralizado al ver la escena. Su madre se paró a su derecha. El señor se retorcía en el suelo tratando de liberarse, y a Leo se le vino a la mente la imagen de una mosca luchando por escaparse de una mano. En el sótano, las otras dos criaturas agarraron a la niña por cada brazo y la separaron del ser. Este logró levantarse, aunque con dificultad. Laura se agitó como una loca y logró que la soltaran. Entonces miró a su rededor y se dió cuenta de que las criaturas la habían acorralado. La muchacha se acordó de la escopeta y echó un rápido vistazo al suelo con disimulo. Esta seguía donde su hermano la había dejado, y la mancuerna de 8 kilos también estaba en el suelo, pero más lejos. La niña se lanzó sin replanteárselo al suelo, pero una de las criaturas-la más cercana a la escopeta monotiro-le dio un puntapié al arma, alejándola de ella. Laura se incorporó a cuatro patas como pudo y empezó a gatear con agilidad hacia la mancuerna. Uno de los seres se dió cuenta al momento y se le adelantó, cogiéndola rápidamente con un ágil movimiento de su mano derecha. La niña alzó la vista lentamente hacia la criatura y sintió un escalofrío al darse cuenta de que ya no tenía ninguna escapatoria. Un mechón de pelo castaño le tapaba casi por completo la visión del ojo derecho, pero con el izquierdo pudo ver como el ser lanzaba la mancuerna lejos de su alcance y se agachaba hacia ella. Laura intentó escaparse, pero resbaló a causa de los nervios que inundaban su cuerpo por completo. Gateó en dirección contraria, y entonces notó el contacto de unas manos asiándole por las piernas. Unas manos que, a diferencia de las de un ser humano, contaban con tan solo cuatro dedos.
-¡Suéltame! ¡Suéltame!-chilló mientras agitaba las piernas con intención de liberarse.
Los otros dos seres le agarraron por las manos y, entre los tres, la elevaron del suelo. La niña seguía agitándose como un gusano para escapar, pero resultaba completamente inútil.
Leo no era quién de moverse, a pesar de las quejas e intentos por escapar de su padre. Entonces vio a los otros seres transportar a su hermana hasta ellos. La soltaron bruscamente cerca del niño. Este corrió hasta ella y la ayudó a levantarse, pero en cuanto la niña se irguió una luz los inundó a todos ellos. Sus pies se elevaron lentamente del suelo. Leo sintió una sensación de entre sorpresa y terror. Entonces se elevaron más todavía y el niño movió la cabeza hacia arriba y casi se cegó. Fue incapaz de reconocer nada. Era como si aquel rayo de luz gigante saliese de la nada. Se siguieron elevando lentamente, y Leo tuvo que cerrar los ojos para no quedarse ciego de verdad. Cuando sintió que el movimiento había cesado de una vez abrió lentamente los ojos. Al principio fue incapaz de reconocer nada, puesto que la luz le había cegado temporalmente, pero en cuanto logró acostumbrar su vista después de parpadear durante largo rato pudo darse cuenta de que estaban en una sala grande. Pudo descifrar por las demás criaturas que habían allí y por los pocos conocimientos que tenía sobre extraterrestres que estaban en una nave. Una nave alienígena. Miró a su alrededor y descifró que se encontraban en la sala de control. No era para nada como la hubiese imaginado. Habían muchos paneles táctiles ocupados por otros de esos seres y esparcidos por los lados de la sala. Todas las criaturas eran prácticamente idénticas, salvo por un pequeño detalle. En el cocorote-el cual era la única zona de la cabeza en la que no poseían ojos-tenían un signo, cada uno distinto del otro. El muchacho miró en derredor. Sus padres ya habían acostumbrado la vista y semejaban congelados. Laura aún no la había acostumbrado y sus párpados se abrían y cerraban como el aleteo de una mariposa, cada vez con menos frecuencia. Cuando ella también terminó de acostumbrar la vista, uno de los seres-el cual tenía en el cocorote una circunferencia atravesada diagonalmente por una línea-se acercó a ellos y se transformó en Juan, tal y como lo había hecho anteriormente una de las tres criaturas que habían entrado en su casa.
-Hola a los cuatro-comenzó el ser-. Os voy a proponer un trato. ¿Veis aquel aparato de ahí?-preguntó señalando hacia un casco que estaba situado encima de un pilar fabricado de una especie de metal-Sirve para borrar de la memoria lo que uno desee. El trato es el siguiente: os dormiremos y os borraremos de la memoria todo esto. Tras un par de horas os despertaréis en vuestra casa, como si nada hubiese pasado. De todas maneras, no os necesitamos. Al menos de momento-hizo una pequeña pausa, mirando atentamente hacia ellos-. Asentid si aceptáis el trato.
Los padres asintieron con un movimiento rápido de cabeza, desconcertados y asustados al mismo tiempo. Los hermanos, sin embargo, se limitaron a mirarse entre si. Los ojos del ser se iluminaron y el padre abrió los suyos como platos. Cuando los ojos de la criatura cesaron de iluminarse, se dirigió hacia el señor.
-Álvaro, tú eres el primero-el hombre se asombró de que esa cosa supiera su nombre-. Sígueme-y echó a andar hacia el casco.
Cuando llevaba la mitad del recorrido se giró hacia atrás. Álvaro seguía quieto.
-Ven-le ordenó, esta vez con más firmeza.
El señor obedeció al instante y empezó a andar lentamente hacia la figura que aparentaba ser Juan. El ser le colocó el casco en la cabeza y los ojos se le volvieron a iluminar, junto con los de otra de las criaturas. La otra criatura salió deprisa de la sala de control y regresó en aproximadamente un minuto. Se dirigió hacia Álvaro y el falso Juan y le tendió a este último una especie de pastilla-o al menos eso fue lo que le pareció a Leo-. La criatura se la entregó al hombre diciéndole que se la tragara sin masticar. Él obedeció sin vacilar-lo cual preocupó a los hermanos y, sobre todo, a la mujer, ya que no sabían de que se trataba exactamente esa aparente pastilla-.
-Espera unos minutos a que haga efecto-le indicó el ser.
Tras un par de minutos el señor bostezó deliberadamente y empezó a parpadear con pesadez. Una pesadez propia del cansancio. Después de otro minuto Álvaro ya se había quedado profundamente dormido, y el ser le tuvo que agarrar para que no se cayera. Entonces la criatura programó en el casco la información que quería que el señor olvidase y, cuando ya estuvo listo, colocó la palma de la mano encima del objeto. Este empezó a emitir un leve zumbido y los hermanos supieron instintivamente que el aparato ya estaba en marcha. Tardó unos minutos en acabar y, cuando lo hizo, la criatura le quitó el casco sin ningún reparo. Tumbó al señor, lo arrastró por una mano hasta una esquina y lo dejó ahí tirado, como si fuese un simple saco de patatas. Se dirigió hacia el resto y sus ojos se volvieron a iluminar.
-Martina, eres la siguiente-dijo cuando la iluminación se apagó-. Ven.
Esta vez la criatura no necesitó repetirlo. La mujer fue a paso ligero hasta donde estaba el casco. El proceso se repitió de nuevo tal y como se había hecho con el señor. Cuando terminó, Martina fue depositada al lado de su marido. El ser se dirigió entonces a los dos hermanos.
-Ahora mismo tenéis dos opciones-dijo con un tono sereno, pero firme a la vez-. Podéis venir por las buenas, o resistiros y que os tengamos que ir a buscar por las malas.
-Espera-dijo Leo pensando rápido-. Si nos vais a borrar la memoria y nos vamos a olvidar de todo esto... Si todo lo que hablemos aquí no lo vamos a recordar, ¿podríamos al menos haceros algunas preguntas?
La criatura le miró durante unos segundos y aceptó regañadientes.
-Pero más os vale no tardar mucho.
Leo asintió. Estaba a punto de hablar, cuando Laura le interrumpió.
-¿Por qué habéis venido? ¿Qué queréis de nosotros?
Leo se giró bruscamente hacia ella, molesto por no dejarle hablar. El ser se acercó a la niña, que se mantuvo impasible, a pesar del profundo miedo que sentía en aquel momento.
-No queremos nada de vosotros. Queremos recuperar algo que nos pertenece.
-Pues nosotros no lo tenemos-dijo con voz temblorosa.
La respiración de la muchacha se empezó a acelerar.
-Yo no dije que lo tuvieseis vosotros.
-¿Y por qué no vais a por quien lo tenga y nos dejáis en paz al resto?-la voz de la niña tembló todavía más esta vez.
-Porque no sabemos quién lo tiene. Eso es lo que tratamos de averiguar.
Tras decir esto, se fue de la sala sin mediar palabra. Poco más de un minuto después regresó. Leo se fijó en que llevaba algo en la mano derecha. La criatura abrió la palma y les enseñó un cristal transparente.
-¿Sabéis qué es esto?-preguntó y, mientras los hermanos negaban lentamente, los ojos de la criatura se iluminaron-Bien. Esto es un cristal del olvido. El problema que tenemos es que cuando lo encontramos estaba... digamos que algo cambiado. Debería tener una especie de resplandor azul brillando dentro. Alguien se lo quitó. Y sabemos que es alguien de vuestro instituto. Concretamente alguien de entre 1° y 3° de la ESO. Bueno, ya habéis terminado con las preguntas, ¿no?
-Un momento-intervino Leo-. Podemos ayudar.
-No. No os metáis en esto.
-¿Cuál es el problema? Os ayudaremos a encontrarle. Así terminaréis antes, y os podréis ir de aquí más rápido.
El ser le escrutó durante unos momentos mientras pensaba en lo que el niño le acababa de decir.
-Está bien. Pero si se lo decís a alguien tendréis un gran problema, ¿queda claro?
-Queda claro-sentenció el muchacho. Laura se limitó a asentir con miedo.
-Devolveremos ya a vuestros padres a casa. A ellos tampoco les podéis decir nada. Lo más probable es que la próxima noche tengan una pesadilla sobre lo que acaba de pasar. Seguramente no os lo cuenten, pero se les notará. Creedme. Lo notaréis nada más verles-Leo recordó a Juan y tuvo un ligero escalofrío-. No os preocupéis, es algo completamente normal. Digamos que es como un efecto secundario de la borra-memorias. Les pasa a todos. Vosotros quedaros un poco más. Aún tenemos algo que hablar.
Y, diciendo esto último, se dirigió hacia el resto de seres de la sala de control y sus ojos, acompañados de los de otra de las criaturas, se iluminaron. La otra criatura abrió la escotilla y activó el rayo tractor de la nave. Entonces emitió un sonido que sonó como un rugido agudo y otros dos seres cogieron a los padres de los hermanos y bajaron con ellos a hombros por el rayo tractor.
Cuando el rayo tractor se apagó y la escotilla se cerró, el ser se volvió hacia los niños.
-Esa persona a la que buscamos es diferente a las demás-dijo distraidamente-. Mejor dicho, ese cristal le ha dado algo especial. Algo especial y que puede resultar peligroso si no os andáis con ojo. En otras palabras, ese cristal otorga a quién lo posee una serie de poderes: fuerza y velocidad anormales, y autocuración.
Los niños miraban al ser con incredulidad.
-Sé que lo que os estoy contando parece sacado de una película de Marvel, pero no se me ocurre otra manera de explicároslo-la criatura hizo una pequeña pausa-. Pero le llevamos ventaja. Se tarda un tiempo en cogerle el truco a los poderes, y podrían activarse en cualquier momento. Fijáos por si veis que un niño se hace una herida y se le cura de manera anormalmente rápida. Esa es la forma más rápida de reconocerlo. Ah, y por si se me olvida. Cuando los poderes se activan, a la persona que los tiene le cambia el color de los ojos a un azul intenso, y un aura del mismo color le envuelve todo el cuerpo. Eso ya es muy difícil que pase sin querer, pero, si pasa, avisadnos, ¿lo habéis pillado?
Leo asintió convencido, mientras que su hermana se quedó quieta.
-¿Esto va en serio?
El ser la miró durante unos segundos comprensivamente. La niña pensó que ese tipo de disparates eran más típicos de niños pequeños. Era algo que se le podría haber ocurrido a su hermana pequeña un día cualquiera. El ser iba a responderle que, aunque pareciese una locura-porque eso era lo que era, una auténtica locura-era cierto y no le quedaba otra que creérselo, cuando una de las criaturas del puesto de mandos abrió la escotilla, y otra encendió el rayo tractor. Y entonces, como si el pensamiento de Laura la hubiese invocado, los seres trajeron consigo a la hermana pequeña de Leo y Laura. Leo abrió los ojos como platos. Estaba a punto de preguntarles que qué hacía su hermana allí, cuando los ojos de la criatura que le agarraba por el brazo izquierdo se iluminaron, junto con los del ser que estaba con los hermanos. Cuando la iluminación de los ojos de los extraterrestres se apagó, Laura se lanzó a preguntar.
-¿Qué hace ella aquí?
El ser se volvió hacia la niña.
-No os preocupéis. La han encontrado en el patio. Probablemente haya salido porque su madre se había ido de repente.
Los hermanos se tranquilizaron un poco, a diferencia de la niña, que estaba aterrorizada. Leo se dió cuenta enseguida del miedo que sentía ella, y fue a junto suya. Laura no se movió del sitio. Veía los movimientos de su hermano mayor atentamente. El muchacho se agachó y le acarició el cabello suavemente a su hermana.
-Tranquila. Estoy aquí, contigo. No te va a pasar nada.
La niña continuó en silencio.
-Zoe, no te van a hacer daño.
-Vi como llevaban a papi y a mami al hombro. Estaban...-una lágrima empezó a asomar en los párpados de la niña, y Leo adivinó la razón.
-Estaban dormidos, Zoe. No les ha pasado nada.
El niño tomó la mano izquierda de su hermana entre la suyas. La niñita se relajó un poco.
-Tengo miedo-susurró.
Leo alzó la vista hacia los dos extraterrestres.
-¿Le vais a borrar la memoria?
Ambos seres asintieron una vez al mismo tiempo.
Zoe le miraba preocupada.
-Zoe, necesito que confíes en mi. ¿Podrás hacerlo?
La niña asintió levemente con la cabeza agachada.
El niño volvió la cabeza, aún agachado, hacia el ser disfrazado de Juan y asintió. La criatura caminó hasta el borra-memorias y Leo le siguió con su hermanita de la mano.
-¿Me va a doler?-preguntó Zoe, aún preocupada.
Leo colocó la palma de la mano izquierda sobre la mejilla derecha de la niña.
-Nada.

Desde lejos de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora