Capítulo 11

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Los niños guardaron silencio durante unos segundos.
-Pásate a ver si el viejo ya se ha metido en su casa o si nos anda buscando por fuera. Luego vuelve para avisar-dijo Aitor a Félix-. Probablemente se olvide de lo que ha pasado hoy, pero es mejor que no nos vea en lo que queda de día.
El muchacho asintió y salió ágilmente del local. El resto se quedó esperando en completo silencio. Algunas personas les miraban con curiosidad durante unos segundos y luego desviaban la mirada y volvían a lo suyo. Un par de minutos después el niño regresó con sus amigos y agitó la cabeza negativamente.
-Está en su casa. Concretamente en el patio. Vamos, donde estaba antes.
Los amigos intercambiaron una mirada.
-¿Volvemos al descampado?-propuso Estela.
Félix y Aitor asintieron a la vez. Daniel dijo que "sí".
El descampado, como siempre, se encontraba desierto. Los amigos no sabían por qué nunca había nadie más que ellos por allí. Sencillamente nadie andaba por allí. Era como si lo evitasen, o al menos eso le parecía a Félix. En todo caso, eso a ellos les venía perfecto, ya que tenían un sitio en el que hablar de temas confidenciales sin que nadie les escuchase. Al llegar, Daniel se tiró a los pies del árbol, y Estela y Aitor se sentaron a su lado. Félix se quedó de pie.
-¿Funcionó?-preguntó Daniel.
Félix meditó unos segundos.
-No exactamente. Me libré del perro, eso sí. Pero no de la forma esperada-el niño hizo una pausa casi imperceptible-. No me volví invisible. Cuando el Pit Bull me estaba alcanzando, yo estaba tan cansado de correr que cerré los ojos y perdí el control de lo que hacía. Cuando los volví a abrir, ese aura me había vuelto a cubrir por completo, como cuando ocurrió lo del camión. El perro no me había pillado. Yo seguía corriendo, pero rapidísimo-el niño soltó una risilla de incredulidad-. En serio, iba embalado. Pero cuando fui consciente de lo que estaba ocurriendo, el aura desapareció y yo caí desplomado al suelo y me quedé dormido.
-Fue donde te encontramos, ¿no?-preguntó Aitor.
Félix asintió.
-Sí, pero cuando llegasteis yo ya había despertado. Me desperté al sentir el hocico del perro en la cara. Creo que me estaba oliendo.
Los niños se quedaron callados durante largo rato.
-¿Y ahora qué?-preguntó Daniel, rompiendo el silencio que se había apoderado del descampado.
El muchacho se encogió de hombros. Lo cierto era que no sabía si deberían seguir haciendo pruebas o lanzarse de una vez a investigar lo que estaba ocurriendo en Sollada.
-De momento volver a casa y ver como continúa todo esto. Los poderes, la profesora-el muchacho miró a Estela-, las desapariciones en medio de la noche...
-¿Tú crees que habrán más?
-Por supuesto.
Los amigos se volvieron a quedar largo rato en silencio. Aitor se puso en pie vagamente y con un suspiro.
-Nada de esto tiene sentido.
-No-respondió Félix-. De momento no.
Cada uno se marchó a su casa. Félix hizo los deberes y después se dió una ducha templada para relajarse. Esa noche cenó fuerte. Rellenó tres veces los cereales de su tazón con una generosa cantidad en cada ronda. Ese día se durmió rápido. Al acostarse en su cama y cerrar los ojos, el chaval sintió que sus problemas se desvanecían como el polvo. Sus amigos, por el contrario, cenaron pobremente y dieron mil vueltas en la cama antes de que el sueño les venciera.
Leo y Laura también durmieron bastante mal. Después de que Zoe se tomara la pastilla, parecía como si todo el miedo que había sentido momentos atrás se hubiese esfumado de la nada. La niña quedó dormida al poco tiempo de tragarla. Cuando ya le hubieron borrado la memoria los mismos aliens que la habían traído se la llevaron para terminar el trabajo. Entonces Laura fue hasta donde estaban Leo y el extraterrestre. Agarró a Leo por el brazo y dirigió la mirada hacia el ser.
-¿Hay algo más que tengamos que saber?-preguntó la niña.
La criatura pensó durante un rato y luego respondió convencido.
-No. Con eso os llega. Lo único que tenéis que hacer es investigar quién es y, si por casualidad dais con él, avisarnos.
-¿Y cuando ya lo tengáis?
-A vosotros os borraremos la memoria.
-¿Y a él?
-A él simplemente le quitaremos los poderes y le borraremos la memoria a él y a quien quiera que se lo haya contado.
El ser se giró hacia un lado y sus ojos y los de otra criatura se iluminaron. La escotilla fue abierta y el rayo tractor, encendido. El alienígena se volvió a dirigir hacia los hermanos.
-Creo que ya es hora de que volváis a casa.
A la mañana siguiente una nueva noticia salió en la televisión. Dos desapariciones más en medio de la noche. La primera fue la de Carla García, de 14 años de edad, desaparecida a la una y media de la mañana. La segunda, la de Eva Lorenzo, de 12 años, desaparecida a las dos y media. Ambas siguieron el mismo patrón: los padres escucharon un grito proveniente de la habitación de la niña y fueron a ver, pero cuando abrieron la puerta la niña no estaba. Entonces llamaron a la guardia civil. En ambos casos comenzó una búsqueda sin éxito y cuando volvieron a entrar en el cuarto de la chica un tiempo más tarde-alrededor de una hora, más o menos-, allí estaba, por encima de las ropas de la cama, durmiendo plácidamente.
Esa misma tarde los niños volvieron a quedar en el descampado. El primero en llegar fue, como no, Félix. Pero esta vez la última fue Estela. Llegó cinco minutos más tarde que Daniel y en la mano llevaba unas hojas de papel unidas con celo transparente.
-¿Qué traes en la mano?-le interrogó Félix tras recibirla.
-Venid-dijo la niña, y echó a andar hasta el árbol. Colocó los papeles extendidos en la hierba, bajo la sombra de la planta. Los niños se dispusieron alrededor, expectantes-. Esto es un mapa del concello. Es muy básico y está echó a mano, pero para el caso nos sirve igualmente. Estas cruces-fue pasando el dedo índice sobre tres equis colocadas en tres puntos en concreto-marcan las casas en las que se han producido las desapariciones. Además, he añadido una más-dijo colocando el dedo sobre otra-, la de la casa de Juan, el de 3° B.
-¿Tú crees que...?
La muchacha asintió, interrumpiendo la pregunta de Aitor.
-Ayer en el recreo me fijé en él. Suele estar de muy buen humor y habla mucho, pero esta vez parecía cambiado. Estaba apagado, como una bombilla fundida. Le miré un rato y vi que tenía un corte en el brazo-se tocó donde recordaba que lo tenía el niño-y parecía reciente.
-¿Y por qué le iban a hacer un corte? Me parece absurdo. Se lo pudo haber echo él sin querer.
-A mi también me pareció absurdo al principio, pero luego me acordé de algo, y todo empezó a cobrar sentido. ¿Recordáis cuando ayer le hice un corte a Félix en el brazo, y luego sus poderes lo curaron a los quince minutos?
Los niños la miraban sorprendidos, sobre todo Félix.
-Están comprobando si se cura-dijo Félix.
-Ajá-confirmó la niña-. Porque si se curase en muy poco tiempo significaría que es él quien tiene los poderes, y puede ser que eso sea lo que quieren averiguar: quién los tiene.
-Me buscan-concluyó el niño distraídamente.
-¿Y el mapa a qué viene?-preguntó Daniel.
-Es para intentar averiguar quién será el siguiente. Es posible que sigan un orden, y si lo averiguamos sabremos en donde se producirá la próxima desaparición. Ellos, sean quienes sean, saben a qué instituto vas, Félix. Todas las desapariciones son de niños de nuestro instituto. Así que si te quieren encontrar, lo harán tarde o temprano. Y yo creo que es mejor saber cuándo te tocará a ti.
Aitor observó el mapa atentamente y puso el dedo sobre la cruz que marcaba la casa de Juan.
-¿Sabes cuándo desapareció él?
La muchacha negó con la cabeza.
-Debería de haber sido la noche anterior, ¿no?
-No-dijo Félix moviendo la cabeza negativamente-. Fue una noche antes.
Estela le miró extrañada.
-¿Por qué lo piensas?
-El niño de nuestra clase que desapareció...-Félix pensó unos momentos- Jorge, ¿no?-Estela asintió- Él solo estaba cansado, pero a parte de eso seguía siendo el de siempre. Juan estaba mal. Tú misma lo dijistes, "como una bombilla fundida". El día anterior estaba cansado. ¿No os disteis cuenta? Pensé que era algo normal. Tampoco estaba abarrotado, pero Juan siempre está enérgico. Nunca antes lo había visto cansado.
-¿Y entonces por qué estaba mal ayer?
-No tengo ni idea.
-Creo que tengo el orden-declaró Aitor.
Los tres volvieron la vista hacia él. Daniel se puso a revisar el mapa con más interés, intentando darse cuenta de lo que había descubierto su amigo.
-¿Tan rápido?-se sorprendió la niña.
-No estoy seguro, pero si os fijáis van desde el instituto hacia la izquierda-el muchacho puso el dedo sobre el instituto y fue haciendo el recorrido hacia la izquierda, pasando por encima de las cruces-. Quizás partan del edificio y se vayan alejando en orden.
Estela meditó un rato. Con la poca información con la que contaban era muy complejo averiguar el orden que seguían las desapariciones. Félix y Daniel tampoco encontraban ningún patrón. Pero los cuatro amigos estaban de acuerdo en que tenía que haber un orden.
-¿Y qué hay del tiempo?-intervino Daniel.
-Claro-Estela estaba echa un auténtico lío, pero aún así lograba pensar con bastante claridad-. Es posible que todo se repita cada noche. Los mismos intervalos de tiempo, el mismo número de víctimas y el mismo proceso-la chica se enjugó la frente con la palma de la mano mientras pensaba. Ese día hacía calor y ella estaba sudando de pies a cabeza-. Veamos, Jorge desapareció a la una de la mañana; Carla, a la una y media, y Eva, a las dos y media.
-Si Jorge desapareció a la una y Carla a la una y media, eso significa que las víctimas no pueden estar más de media hora secuestradas. Bueno, al menos si siguen unos tiempos en concreto.
-Félix tardó unos quince minutos en curarse del todo. Igual ese es el tiempo que tienen a cada víctima secuestrada-apuntó la niña.
El silencio se apoderó de los amigos por unos minutos. Nadie tenía nada más que argumentar, y se dedicaban simplemente a revisar el mapa una y otra vez en busca de una respuesta.
-Dijistes que sabían en qué instituto voy, ¿no?
-Sí-confirmó la muchacha.
-¿Y si no solo supieran en qué instituto?
Estela y Daniel le miraron atentamente. Aitor seguía repasando el mapa de arriba abajo. El niño le estaba escuchando, pero no podía despegar los ojos de aquel conjunto de hojas unidas únicamente con celo.
-Carolina solo da a 1°, 2° y 3°. Quizás sea una coincidencia, de acuerdo. Pero si saben el instituto al que voy, puede que también sepan que estoy en uno de esos tres cursos.
-Las cuatro desapariciones que tenemos confirmadas hasta el momento han sido de niños de únicamente esos tres cursos-añadió Aitor, que aún tenía la vista clavada en el mapa.
-Desde el instituto hasta la casa de Eva hay doce casas en las que viven niños de entre 1° y 3°.
-Desde que empezaron las clases llevamos tres noches de desapariciones.
-Doce desapariciones entre tres días son cuatro. Cuatro niños por cada día.
-Si la primera desaparición se produce a la una, y la última a las dos y media, cada desaparición dura casi media hora. Algo menos por el tiempo de los desplazamientos.
-Si estamos en lo cierto, lo único que tenemos que hacer para saber quiénes van a ser los siguientes es ver cuáles son las cuatro siguientes casas a la de Eva en las que viven niños de los tres primeros cursos-Félix colocó el dedo encima de la primera casa-. El primero será Unai, de 3° B.
-La siguiente será Lara, de 3° A-dijo Estela poniendo el dedo índice sobre la siguiente casa.
-La siguiente será Coral, de 1° B-continuó Aitor.
-Y el último, yo-concluyó Daniel, con el dedo encima de la representación de su propia casa. Su voz sonó preocupada y algo temblorosa.
Félix le puso la mano en el hombro a su amigo.
-No tienes que preocuparte. No te quieren a ti-el muchacho hizo una pequeña pausa-. Me quieren a mi. Mejor dicho, quieren mis poderes.
-Si todo lo que hemos dicho hasta ahora es cierto, irán a por él a las dos y media de la noche-recordó Estela-. Y mañana es domingo, no tenemos que madrugar.
-¿Estás proponiendo quedaros en mi casa a dormir?-preguntó Daniel con un ligero alivio en su tono de voz.
-Sí. Bueno, si os parece bien-la chica pasó la mirada entre sus tres amigos.
-Me apunto-declaró Aitor.
-De acuerdo-cedió Daniel.
Los tres volvieron la mirada hacia Félix, esperando su respuesta. El niño parecía preocupado por algo.
-¿Y si me ven o me detectan?
La pregunta pilló por sorpresa a los demás. Estela pensó unos segundos y luego le propuso:
-¿Y si sólo vamos Aitor y yo y después te contamos lo que pasó?
Félix aún parecía disconforme y le preguntó a la niña si no les verían, pero ella le tranquilizó diciéndole que ellos se irían del cuarto diez minutos antes de las dos y media y, cuando llegase el momento, se asomarían a ver. Entonces aceptó a regañadientes.
Aitor y Estela hablaron con sus padres para quedarse en casa de Daniel. La madre de Aitor aceptó. En cambio, el padre de Estela, no. Pero tras el apoyo de su madre, que defendía que nunca se quedaba a dormir en casa de sus amigos y que, además, si no quedaban ahora, cuando empezasen el curso no tendrían tiempo de hacerlo, la niña pudo cumplir con el plan. Así que aquella noche, tras cenar, los tres niños se fueron directos a la cama. Este comportamiento extrañó al padre de Daniel, pero no hizo el más mínimo reproche. Los amigos repasaron rápidamente el plan y, tras poner una alarma para las dos y veinte de la madrugada, se acostaron. Daniel se arropó en su cama, mientras que Estela y Aitor se enfundaron en sus respectivos sacos de dormir, colocados encima de la alfombra de la habitación del niño. Daniel tenía un interruptor de la luz al lado de su cama. Cuando lo fue a pulsar, Estela se fijó en que la mano le temblaba exageradamente. Entonces la oscuridad invadió la habitación por completo. A causa de los nervios los niños a penas pegaron ojo-sobre todo Daniel-.
La alarma sonó ruidosamente, y Aitor la apagó a los pocos segundos. Los dos niños salieron de la habitación con el móvil en mano para ir controlando la hora. Daniel también se despertó, pero al darse cuenta de que tan solo era la alarma de sus amigos se volvió a dormir, o al menos lo intentó. Mientras todo esto sucedía Félix, Leo y Laura dormían plácidamente. Por suerte el padre del niño no se despertó con la alarma, y los niños pudieron escuchar sus ronquidos provenientes de su habitación, lo que les tranquilizó considerablemente. Los minutos pasaron muy lentamente, y los amigos escuchaban levemente el "tik, tak" del reloj de la cocina. Por fin llegaron la dos y media. Una luz brillante salió del cuarto del muchacho. Estela tragó saliva pesadamente y acercó el ojo izquierdo al pequeño ángulo en el que habían dejado abierta la puerta. Aitor se colocó a su lado y miró por debajo de la cabeza de su amiga. Duró unos segundos, tan solo unos segundos, y la luz se esfumó como por arte de magia. Pero, antes de que los niños se quedaran de nuevo a oscuras, con la boca entreabierta y los ojos como platos, pudieron ver cómo su amigo se elevaba con los ojos entreabiertos, alucinando como nunca antes, y desaparecía de la nada.

Desde lejos de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora