La tarde empezaba a caer en aquella ciudad. Se escuchaban los gritos y las quejas de un muchacho que se encontraba en recepción, específicamente emergencias, esperando su turno.
Su madre, una mujer que a simple vista parecía de buenos recursos, se disculpaba apenada con las enfermeras del lugar.
—¡YO NO QUIERO ESTAR EN ESTE MALDITO LUGAR! —Exclamaba aquel chico encolerizado. Su madre intentaba controlarlo pero no lograba hacerlo.
Las enfermeras incluso llegaron a pensar en sedarlo para calmarlo pero el chico no se dejaba ni tocar.
—Que pase el siguiente —La asistente del psiquiatra salió junto con el otro paciente, llamando a quien seguía pero luego se asustó al ver el escenario.
—Ven, hijo, es nuestro turno —La mujer intentó hablarle a su hijo pero éste se quejó y empezó a gritar bastante descontrolado.
—¡YO NO ESTOY LOCO, VIEJA! —Le insultó, sin importarle faltarle el respeto—. ¡NO QUIERO VER A NINGÚN PSIQUIATRA DE MIERDA!
—Hijo..., es por tu... bien —Y en vez de corregirle o algo, sólo se mostró asustada.
Como pudo logró convencerlo y al final lograron encontrarse con aquel psiquiatra.
El chico lo miraba con odio, detestaba la idea de verlo pero su madre así lo había querido.
—Buenas noches —La mujer saludó apenada al médico luego de ver que por la ventana ya se veía oscuro—. Disculpe todo el alboroto, pero tiene explicación...
—Quiero que me deje solo con el chico —El psiquiatra no la dejó terminar de hablar y le pidió que se retirara—. Por favor, si puede esperar afuera...
—Está bien —La mujer no parecía convencida pero igual aceptó.
Ambos se quedaron solos y mirándose fijamente, el chico parecía querer atacarlo pero no lo hizo. El psiquiatra finalmente le sonrió.
—¿Por qué actúas así, jovencito? —Le preguntó, en un tono bastante tranquilo. El chico lo miró con odio.
—¿Y piensas que te lo voy a decir? —El chico lo miraba como si de un depredador cazando a su presa se tratase, pero el hombre no se inmutó, sólo volvió a sonreírle con gentileza.
—Yo no creo que estés loco, Jacob —Y al pronunciar su nombre, el chico lo miró con una sorpresa tal que no se creía.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Le preguntó, intentando salir del pequeño shock que le había dejado—. ¿Alguien te lo dijo?
—No soy el típico psiquiatra que te diagnosticará esquizofrenia y te dejará a tu suerte con pastillitas antilocura —Su mirada se tornó seria y el chico llamado Jacob sintió un poco de miedo—. Yo puedo ayudarte, pero si no me dices nada, no sabré qué te pasa.
El silencio se apoderó de la sala, el chico tragó saliva mientras lo miraba, sintiendo el ambiente tenso, podía jurar que al psiquiatra le brillaban los ojos en un verde esmeralda, su semblante era frío y daba miedo.
—Mi tío abusa de mí, le dije a mi madre pero ella no me cree, por eso la odio tanto, no le importa lo que me pase —A Jacob se le cortaba la voz al hablar, estaba temblando y hasta empezó a derramar lágrimas—. ¡Ya no aguanto!, ¡No sé qué hacer!
—¿Ves?, allí está el problema, tú no eres el loco, tu tío y tu madre son los que lo están, pero estás de suerte, has acudido a la persona indicada —El psiquiatra se puso de pie y se acercó a una pequeña pizarra acrílica para empezar a diagramar—. Tú eres un muchacho inteligente, ¿Verdad? —Y Jacob asintió—. Bien —Empezó a hacer unos trazos en la pizarra mientras explicaba su punto—. Tu tío te lastima, tu mamá no hace nada y sólo te trajeron aquí porque creen que las consecuencias de tus traumas son locura, si yo fuera un psiquiatra común te mando unas pastillitas para la depresión y ya, pero no, eso no soluciona tu problema porque el origen de él es tu tío, y él sigue aquí, ¿Entiendes el punto?
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El psiquiatra de la muerte
ParanormalLas enfermedades mentales no son lo que parecen. Un misterioso psiquiatra cuyos antecedentes pasados se entrelazan con las más oscuras artes descubre un hecho de corrupción que involucra a los pacientes mentales que son confinados a vivir el resto d...