Capítulo 9: La locura nunca fue locura

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Aquel hombre quedó impactado con sus revelaciones, Wezen tenía un pasado oscuro y por esa razón conocía a los inquisidores.

En parte se compadecía porque si no hubiese perdido a su madre no habría terminado tomando tantas malas decisiones.

Wezen nunca había confiado tanto en una persona, le contó todo y hasta lloró delante de él.

Aquel hombre le dio una segunda oportunidad y le permitió quedarse, pero sólo si prometía no volver a hacerle daño a ningún otro inocente. Wezen aceptó.

Lo único distinto era que ahora la gente le temía.

La parte buena de todo fue que nadie se metió con él por eso y le tenían mucho respeto.

Nunca supo cómo pasó, o cuánto tiempo transcurrió, pero mientras él se sentía normal, el resto envejecían y morían. La taberna pasó por diferentes generaciones pero llegó hasta una donde finalmente acabó, por su causa.

La siguiente dueña era una hermosa mujer de cabello naranja, ella era muy vivaz, le sonreía a la vida y encantaba a todos con su carisma.

Se hizo una buena amiga suya, nunca había tenido una amiga mujer pero ella lo trataba muy bien, tanto que le hacía sentirse raro con su presencia.

Ella le sacaba sonrisas, lo hacía reír con sus ocurrencias.

Pero a sus demonios no les gustaba esa mujer, ¿La razón?, llevaba un crucifijo colgando en el cuello y era muy cristiana, iba a la iglesia todos los domingos y rezaba el rosario.

Era una mujer santa a sus ojos, una persona pura y radiante, alguien que él no se merecía.

Y aunque logró simpatizar muchas veces con ella, no se sentía digno de recibir tan buen trato.

Una noche de arduo trabajo, Wezen servía las copas a sus clientes cuando otro problemático llegó a hacer desastre.

Él ya estaba acostumbrado a esos conflictos, pero cuando la dueña llegó a ver cómo iba el trabajo, aquel sujeto empezó a decir vulgaridades, queriendo incluso pasarse a la barra para irrespetarla como quería.

Wezen no supo la razón, él no se conocía tan bien, pero sintió el impulso de querer proteger a la chica, colocando al sujeto en su lugar.

—Déjala tranquila —Lo miró amenazante y hasta dejó de hacer lo que hacía para intentar intimidarlo. El sujeto pareció molestarse pero a la vez quería burlarse.

—¿O qué? —También lo retó y lo miraba con locura—. ¿Es tu novia? —Preguntó con malicia. Wezen quería matarlo—. Un flacucho como tú no podría ni tocarme.

—El último que creyó eso terminó muerto —El sujeto alzó las cejas y Wezen le sonrió con arrogancia—. No soy un simple flacucho debilucho, sí tengo fuerza, pero eso no es lo único.

—¡Lo único que eres es un payaso!, ¿¡Y ese cabello tan ridículo!? ¿¡Cómo te hiciste esa mierda!? —A Wezen le empezaba a colmar la paciencia pero no quería terminar asesinándolo, sólo era un maldito ebrio que quería buscar problemas, sólo eso.

—No le hagas caso, Wezen —La dueña del lugar intentó suavizar las cosas—. Está ebrio.

—Será mejor que escuches a esa muñeca, no te metas en esto y déjamela a mí —La voz del sujeto le causaba repulsión, quería matarlo, se lo estaba buscando, pero no entendía por qué le molestaba tanto que se metiera con la chica—. Es más, sírveme un trago, payaso —Y aquel hombre se reía de él.

Le hervía la sangre de sólo escucharlo, sus ojos tenían un brillo asesino que tanto el sujeto como la chica notaron. Wezen apretaba el paño que llevaba en las manos para limpiar las botellas.

El psiquiatra de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora