Capítulo 2: Misteriosos inquilinos

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Wezen llegó a su apartamento, siendo recibido por una hermosa mujer de cabellera azabache larga y lisa. Ella lo abrazó y le dio un beso en los labios.

—¿Cómo te fue? —Le preguntó, acariciando su cabello mientras lo miraba a los ojos con una sonrisa.

—Bien, tuve un paciente en específico que llamó mi atención y lo ayudé a superar su trauma —Wezen la tomó por la cintura mientras acariciaba su rostro—. ¿Matthew ya se durmió?

—Te estuvo esperando pero no aguantó, si quieres pasas por su habitación y lo ves un rato, estaba dibujando unas cosas, dijo que quería mostrártelas.

—Está bien —Pero la sola mención de los dibujos lo puso un poco nervioso. Trató de no pensar en eso—. ¿Y tú cómo has estado, cariño?

—Todo en mi día ha sido igual de normal, llevar a Matthew a la guardería, ir al trabajo, luego buscarlo, hacer la comida, nada fuera de lo común.

—Lo dices como si lidiar con enfermos mentales fuese normal —Ambos se echaron a reír y volvieron a besarse, pero esta vez con mucha más pasión.

—Tú y yo también estamos locos, recuérdalo —Su esposa dejó de besarlo por unos segundos para decirle eso y luego continuaron en lo suyo.

Tenían ganas de seguir pero Wezen se detuvo y se alejó de ella, con una expresión de incomodidad en el rostro.

—Dame un minuto —Su extraña actitud hizo a su esposa fruncir el ceño.

—¿Otra vez te están molestando? —Le preguntó, ya sabiendo la razón de su incomodidad. Wezen asintió, llevándose una mano a la cabeza mientras la movía de lado a lado.

No le dijo nada, decidió caminar un rato y ver a su pequeño hijo dormir.

Observó los dibujos sobresaliendo de su cuaderno, así que lo abrió y vio con sorpresa y un poco de decepción un dibujo de ellos tres como familia, pero siluetas negras a su alrededor.

Qué lindo niño, se acordó de nosotros y nos dibujó —Aquella voz en su cabeza lo hizo molestar, aquellos seres jamás lo dejarían en paz.

—Ya les he dicho que no se metan en los asuntos de mi familia —Susurró Wezen para sí mismo, escuchando en ese mismo instante varias risas en su cabeza.

Pero si fuiste tú quien nos metió en esto, Wezen, siempre hemos estado contigo, sin nosotros no serías nadie, jamás habrías llegado hasta aquí, nos lo debes todo —Más voces resonaban en su cabeza, acompañadas de risas y burlas. Aquello lo atormentaba—. ¿No piensas decir nada?, ¿Aceptas que somos indispensables para ti?

—Acepto que son un dolor de cabeza —Habló, dejando los dibujos sobre la mesa y llevándose ambas manos a las sienes.

—¿Por qué no aprovechaste el cadáver para obtener un nuevo poder?, pudiste hacer un ritual, ¿Por qué no lo hiciste? —Le preguntaban las voces, las cuales no paraban de repetirse en su cabeza.

—No iba a hacerlo delante de Jacob, y creo que les dejé bien en claro que no haré más rituales, ya me cansé de eso —Y otra vez las risas se hicieron presentes. Wezen quería salir y pegarse un tiro en la cabeza.

Puedes liberarte de nosotros con un nuevo ritual, ¿No es lo que quieres? —Intentaron tentarlo con eso pero Wezen ya conocía esas artimañas engañosas.

—¿Y cuánta sangre inocente tengo que derramar para conseguir eso? —Les habló con sarcasmo—. ¡No lo voy a hacer! —Exclamó en voz baja para no despertar a su hijo y luego salió de la habitación.

Las voces en su cabeza se callaron de momento, pero Wezen seguía molesto por su causa.

Se odiaba a sí mismo por meterse en eso pero odiaba más el hecho de que su vida no hubiese tenido otro camino, desde que tenía memoria las voces lo acompañaban y le incitaban a hacer las peores aberraciones.

El psiquiatra de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora