Capítulo 5: Unidos por la locura

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Año 2010, Virginia.

Un joven de cabello blanco salía presuroso de una panadería, colocándose un bolso.

—¡No olvides regresar y preparar esos dulces, Wezen! —Otro chico vestido de panadero le gritaba desde la puerta al verlo correr.

—Obvio que lo haré, necesito el sueldo —Wezen se detuvo mientras se reía y se despedía—. Adiós Trevor.

Llegó a la primera parada y tomó el bus que lo llevaría a la universidad.

Llegó un poco tarde, como de costumbre, se sentó en los últimos puestos, la gente se le quedaba mirando e incluso algunos percibían el aroma a pan que emanaba.

—¿Nos trajiste pan? —Le preguntó uno de sus compañeros. Wezen sólo se limitó a mirarlo y sacó su cuaderno.

La gente lo veía como el chico raro y misterioso del salón, él nunca hablaba con ellos, se sentía inseguro de dialogar con personas y salirse de control.

Ya tenía bastante con las voces que le acompañaban.

Esos chicos se están burlando, Wezen, yo tú me hago un sigilo con ellos —Y como siempre, le daban consejos.

Cállense, que no me dejan escuchar al profesor —Les habló mentalmente mientras se sujetaba la cabeza.

Tú sabes muy bien que esa es pura basura, las enfermedades mentales somos nosotros amargándoles la vida a los pobres humanos —Wezen trató de no reírse con eso y siguió prestando atención a su clase.

De eso no me quedan dudas —Les respondió con arrogancia mientras sonreía con malicia.

Algunos estudiantes pensaban que estaba loco.

Pero los rumores no eran más que eso, sólo rumores.

Sólo que éstos se basaban en que lo escuchaban hablar o pelear solo, y eso no era nada normal.

Luego salió al terminar la clase, directo a la biblioteca.

¿Sí sabes que una chica no te quita la vista de encima? —Y otra vez las voces lo molestaban—. Te andaba mirando cuando estabas en el salón, casanova.

Déjense la estupidez, a mí no me interesan esas mierdas —Susurró mientras revisaba los libros.

Con una mujer puedes hacer un sigilo para obtener un poder eléctrico, ¿No te interesa? —Pero aquellos consejos sólo lo molestaban.

—Si siguen parloteando me pondré a cantar la canción cristiana que ponen en la panadería —Sonrió con malicia y las voces empezaron a alterarse—. O mejor, let it be de los Beatles.

¡NO!, ¡NO SE TE OCURRA, LOCO! —Wezen se echó a reír y empezó a cantar la de los Beatles—. ¡CÁLLATE!

Luego de un rato se callaron las voces, Wezen disfrutaba tenerlos bajo su merced mientras checaba otros libros que estaban allí.

—¿Escuchas los Beatles? —Pero una voz femenina lo tomó de imprevisto.

—¿Eh? —Wezen la miró con sorpresa y dejó de cantar—. Sí.

¡Por fin se calló este loco! —Exclamaban las voces aliviadas en su cabeza. Wezen los ignoró.

—¡Yo también! —Aquella chica parecía emocionada y no paraba de sonreírle—. Eres Wezen, ¿No?, estudiamos en el mismo semestre.

—Ehh..., sí —Pero Wezen no tenía idea de quién era ella.

Nosotros te dijimos que una chica te andaba mirando, ciego —Las voces empezaron a regañarlo, cosa que dificultaba mucho más su pensamiento.

El psiquiatra de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora