Capítulo 4: Laborando con demonios

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El día siguiente fue muy ajetreado, le tocó ir al manicomio a entrevistar al nuevo paciente y las personas del lugar no paraban de advertirles de aquel peligro.

—Doctor White, le digo por última vez, ese sujeto puede hacerle un gran daño —Una psiquiatra color café, colega y amiga suya le advertía de aquel peligro inminente—. Tiene una fuerza impresionante.

—Natt, tranquila, esto no es nada —Le habló sin formalidades y la mujer lo miró con seriedad.

—Siempre dices lo mismo —Entrecerró la mirada—. A veces siento que no ves el peligro, Wezen.

—¿Ahora ya no soy el doctor White? —Le sonrió con sorna y la mujer llamada Natt lo miró feo.

—A veces no sé cómo conseguiste esos logros con lo descuidado y confiado que eres.

—Mis locuras no determinan mi éxito profesional —Wezen le sonrió y finalmente llegó a la puerta de la habitación—. ¿Y ahora con qué historia me toparé esta vez?

—Pareces más paciente que psiquiatra —Opinó Natt, cruzándose de brazos e inclinando la cabeza hacia su izquierda.

Wezen sólo se echó a reír y entró en el lugar, observando con sorpresa al paciente encadenado.

—Ok, esto ya es extremo —Se acercó con cuidado y el paciente lo vio, con una mirada que destilaba odio puro—. Hola, gusto en conocerte, mi nombre es...

—Ya sé quién eres —Le interrumpió el sujeto, hablándole en un tono oscuro mientras mantenía esa mirada encolerizada y asesina—. Y no necesito tu ayuda, hechicero.

El silencio se apoderó del lugar, Wezen tragaba saliva mientras rogaba que su compañera no se creyera esos cuentos.

—Oye, sé que es difícil que te consideren un paciente mental, a nadie le gusta estar en esta situación, pero puedo ayudarte, sólo necesito saber una cosa...

—¿Cómo lo obtuve? —Wezen asintió—. Eso es simple, me invitaron a un culto satánico y allí lo conocí, me ofreció gran poder, aquello que necesitaba para deshacerme de esas personas que tanto me lastimaban, terminé aquí al intentar matarlos.

¿Es sólo uno? —Le preguntó a sus demonios, los cuales llevaban parloteando un buen rato.

Es un conocido nuestro, era uno de los tantos poderes que te habíamos ofrecido pero como eres un nefilim, no lo necesitas, tu sola naturaleza te hace muy fuerte —Wezen asintió y miró al paciente.

—Ay, pero tú estás peor, llevas como veinte —Habló, echándose a reír—. ¿Por qué no te han encerrado a ti también con todas las atrocidades que has hecho?

—Cierra la boca —Susurró, sintiendo ganas de golpear al sujeto por andar revelando aquella información.

—¿O qué?, ¿Vas a hacer otro sigilo con mi cadáver? —Pero aquel sujeto se sentía inmune con aquel espíritu monstruoso en su interior, tentando al psiquiatra y provocando su ira.

—Wezen, está loco, no le hagas caso, dice cosas raras todo el tiempo —Natt intentó ser la voz de la razón pero Wezen sabía que esa no era locura.

—Natt, un loco jamás diría algo así, busca la palabra sigilo en internet —Natt frunció el ceño pero igual hizo lo que Wezen le dijo, encontrando primero unas definiciones de diccionario pero luego topándose con algo oscuro.

—¿Es hechicería? —Wezen asintió—. Esas cosas no existen, Wezen, son ridiculeces que inventa la gente.

—Qué lástima me dan los incrédulos mortales —Wezen se burló de su compañera y Natt se molestó, notó que el paciente también empezó a reírse—. Si tú hubieses visto todo lo que yo, te aseguro que jamás habrías dicho esas palabras.

El psiquiatra de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora