Cuando en la solemnidad de tu epifanía iluminas con tu amor la habitación, parece bien, destacándose en la oscuridad, esa romántica figura tuya de inefable belleza, elegancia y de contornos muy sensuales, que me gustan.
Contemplarte en la clara noche de luna, resaltada por un cielo puro, es una poesía visual digna de júbilo, y no existe palabra capaz de describir tal visión psicodélica, aún dejando huellas indelebles en mi.
Cuando me visitas en sueños, me miras con la sobria indiferencia con la que un famoso pintor ve a su modelo, yo hago una especial inclinación de cabeza que todo no creyente, por muy ateo que sea, dirige a un fantasma que se rodea de estrellas que parecen su aureola, doblándose en pliegues de luz y sombra.