O8 | SAMAEL.

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SAMAEL

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SAMAEL.

Para ser un soldado en el mundo de la mafia se necesitaban tres requisitos:

1. Ser hijo de padres italoamericanos que pertenecieran ya a la organización.
2. Ser leal a tu Capo.
3. No tener miedo a morir, ni a matar.

Yo cumplía con dos requisitos. Era leal, y no tenía miedo a morir, ni a matar por la casa.

Pero era el hijo de una prostituta y un hombre italiano que había embarazado a mi madre en un burdel.

Era mitad italiano y mitad forastero. Pero a Alessandro no le había importado aquello. Él había visto mi lealtad. Y había visto que estaba solo en el mundo, para sobrevivir por mi propia cuenta.

Mi padre era Matteo Merchetti. Un capitán de alto rango en la Camorra, tenía a sus soldados, su esposa y sus hijos que iban a heredar su puesto. Pero había embarazado a mi madre en una de sus aventuras de una noche.

Cuando nací, mi madre me crío lo mejor que pudo sola. Era un bastardo, alguien que no merecía llevar el apellido de un hombre de alto rango en la mafia, pero cuando mi ex Capo supo de mi existencia tras la muerte de mi madre, me acogió, obligo a mi padre a darme un nombre y el apellido de la familia.

No le pidió su cargo, él me dio uno que yo me gane. No fue una posición heredada. Fue una posición que literalmente me costó, sudor y sangre.

Había confiado en mí hasta su último aliento, durante tantos años me había enseñado a ser el mejor. Y lo era.

No iba a perder el control que tenía ahora.

Los Grimaldi se marcharon intactos por la entrada de la casa. Los deje ir, aunque tenía tantas ganas de matar al hombre mayor. El hijo de perra le había faltado al respeto a la mujer que amaba. Y que aunque me doliera iba a tenerla.

Habían pasado siete días exactamente después de eso, y yo no había tocado el tema con nadie. No me había acercado a Mallory para convencerla de lo contrario y ella tampoco se me había acercado para retractarse de sus palabras.

Su tiempo había sido dedicado a estar en el sótano, con Marcella Vitale.

Y mi tiempo, bueno, alguien tenía que ocuparse de que las drogas se entregaran correctamente, que los números de los casinos y burdeles se mantuvieran en orden, y que los deudores supieran por qué no era bueno pedirnos un préstamo y no pagarnos.

No sabía si ya le había dado una respuesta a Leandro, o si Leonardo ya se había puesto en contacto con él para concretar otra reunión.No quería pensar en aquello porque solo era una distracción, y en este momento no podía permitirme distracciones.

Di la vuelta en el pasillo que daba al patio trasero, las enormes jaulas de acero inoxidable, conteniendo a las bestias que Mallory había aprendido a domar.

El cuerpo de la menor estaba detrás de esas jaulas también, sus manos pasaban por el pelaje de aquellos animales a los que llamaba mascotas.

Ella no les tenía miedo y ellos no le temían a ella, la respetaban porque los cuidaba.

VENDETTA; L'angelo della morte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora