14 | MALLORY.

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MALLORY

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MALLORY.

Cada fibra de mi cuerpo estaba ardiendo, pero a la vez me sentía entumecida, había entrado en una catarsis después de todo el odio que sentía hacia las personas que habían formado parte de mi pasado.

Nunca había conocido a mi madre, y a pesar de eso nunca la odie, no le reproche el que me dejara sola con un hijo de puta loco que me veía cómo su perro de pelea. Alessandro me entreno para ser una mujer que sería inducida en el mundo de la mafia, me dijo que el mundo sería cruel conmigo por tener tetas y un coño.

Pero también me dijo que por amor a mi madre me trataría mejor de lo que hubiera tratado a un hijo. Y a pesar de que Anna De Santis no estuvo para amortiguar cada golpe o cada palabra que el me daba, no la odie.

En ocasiones pensaba en ella, miraba sus fotos y encontraba similitudes, aquello me hacía llenarme de emoción y felicidad, por que al menos mi madre me había dejado algo antes de partir. Ahora, esas malditas facciones las aborrecía, porque al fin sabía de donde provenían.

Eran la clara muestra de que mi madre era una Mancuso, y que yo llevaba los genes inmundos de ellos.

Jugué con el anillo rojo en mi dedo, mientras que bajaba del coche. Podía sentir la mirada de Samael sobre mí, viendo que no me rompiera. Me había visto caer tantas veces y de peor manera, pero esta ocasión no sería así, al menos no ahorita, porque lo único que sentía era rabia, una rabia ahogada que me dejaba en un estado de sosiego absoluto.

—Ve a darte una ducha, Mall. Te preparare un té para que puedas dormir, necesitas descansar. — la orden en la voz de mi Enforcer era clara, y yo no tenía ganas de discutir con él.

Sam se preocupaba por mí, y agradecía aquello, porque si no lo tuviera a él, a estas alturas yo ya estaría muerta, y la camorra en manos de hombres indignos.

Di un simple asentimiento mientras me dirigía a las escaleras de mi ala, caminando en dirección a mi habitación. No tenía pensado durar demasiado en la ducha, necesitaba abrir aquellas puertas que se habían mantenido por años cerradas.

Mi padre había cambiado de habitación desde que mi madre murió, lo supe porque cuando era pequeña y curiosa intenté abrir aquella puerta, sabía a quien había pertenecido, era la habitación en la que yo había nacido, donde mis padres vivieron gran parte de su vida. La puerta había estado cerrada, y cuando la había logrado abrir mi padre me encontró, se enfureció conmigo, me mando a dormir en el patio aquella noche.

Ahora veía la relación amor-odio que tenía conmigo. Pero no entendía por qué ni siquiera antes de morir me lo dijo. Sabía que en cualquier momento me casaría, y Taddeo y yo nos convertiríamos en los lideres de la familia. Ese era un dato que era fundamental saber.

Suspire mientras me ponía una bata de seda negra sobre mi cuerpo desnudo, el cabello castaño lo deje húmedo sobre mis hombros, esperando que se secara de manera natural.

VENDETTA; L'angelo della morte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora