OO | PREFACIO.

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24 de diciembre del 2014.
Wilgartswiesen, Alemania.

La muerte es algo que existe tanto como la vida, como el destino y la oscuridad.

Y justamente en ese momento Samael podía sentir que la muerte estaba cerca. Quizá por qué sentía los bellos de su nuca erizarse mientras eran perseguidos por un clan de mafiosos de la 'Ndrangheta que se encontraba en Alemania. Aquella redada en la que se habían visto envueltos él y su Capo.

Sin embargo aquella sensación de malestar era algo que no experimentaba seguido, a menos de que realmente estuviera en peligro. La ráfaga de viento que hondeaba detrás de su cabeza era una presencia inhumana, algo que los vigilaba detrás de los asientos de la Range Rover donde iban ellos conduciendo.

Sabía que esa presencia que sentía era la muerte, era una presencia tan poderosa. Podía sentirla en sus venas, corriendo por su sangre porque al final del día lo único que él sabía hacer era matar, para lo único que había nacido era para ejercer muerte, dolor y sufrimiento.

Las llantas giraban a gran velocidad contra el asfalto, la grava con agua/nieve siendo removida y salpicando las puertas del vehículo.

Manteniendo su semiautomática en mano, disparando en ocasiones cuando los coches llegaban de lado y querían emboscarlos. Varias camionetas se encontraban atrás envueltas en llamas, él manejando y manteniendo seguro a su jefe, quien yacía a un lado en el asiento del copiloto, también disparando en ocasiones.

Si algo admiraba Samael de su Capo era eso, que jamás agachaba la cabeza, sin temor a perder la vida.

De pronto aquella sensación se volvió peor, cuando sus manos se apretaron a el volante, y la camioneta comenzó a patinar, pisando con fuerza los pedales esperando una reacción y no obteniendo nada.

Lo peor estaba por venir; aquel acantilado no muy lejos de dónde se encontraban.

¡¿Perché non ti fermi!?¹— gritó en italiano, sujetándose del cinturón de seguridad que llevaba puesto.

Samael negó con la cabeza sin comprender que sucedía, estaban llegando a su fin. Al menos sería un honor para él morir a lado del hombre que le enseño todo lo que sabía. Quién había sido como su padre.

—No lo sé, no puedo detenerla. Pero ha sido un honor jefe, cada maldito día de mi vida sirviéndole han sido un honor.— pronunció agradecido.

No bastaron mas que unos segundos para que la camioneta cayera por el acantilado lleno de arboles. Él no era un hombre de esperanza, prefería no tener algo a lo que aferrarse, sin embargo esperaba que los cinturones de seguridad mantuvieran sus cuerpos atados a el auto.

Cuando comenzaron a caer, ninguno grito. El Capo cerró sus ojos y suspiro, pensando en su hija y en que la estaba dejando sola. Pero también sabía que ella estaba siendo feliz, estaba teniendo su vida, vida que cambiaria ahora que él estaría muerto. Nadie más tendría el imperio que él había forjado, si no era su propia sangre. Un De Santis.

Cuando él abrió los ojos todo había cambiado, de un momento a otro las cosas dieron un giro monumental, había llegado tan de sorpresa cómo un día sin posibilidades de un diluvio, Alessandro De Santis un verdadero hijo de puta sin escrúpulos y sanguinario, el Capo más temido de todas las mafias italianas, había muerto en aquella emboscada.

VENDETTA; L'angelo della morte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora