Capítulo #11

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Afecto

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Juno

    Me reía sacudiéndome en la cama, agarrando las sábanas y lanzando patadas al aire. Parecía una niña pequeña.

      Yuka estaba encima mío, colando sus grandes manos por debajo de la camiseta holgada que traía puesta, haciéndome cosquillas en mi cuerpo semidesnudo. El evadía mis patadas acorralando mis piernas entre las suyas, dejándome inmovilizada.

    Mi cara estaba roja y el joven soltaba risas contagiándose de las mías. De un momento a otro tomó mis muñecas entre una de sus manos, extendiendo mis brazos a la altura de mi cabeza impidiendo que me moviera. Mantuvo una de sus manos así, mientras que la otra me seguía haciendo cosquillas.

—Dí que me amas, y te dejo de hacer cosquillas. —dijo torturándome con acaricias sutiles en mis muslos descubiertos.

Intenté recuperar el aire para así poder hablar.

—...Y-y si n-no...q-qui-quiero—molesté con la voz entrecortada por la risa.

Desgraciadamente suelo ser una persona que tiene cosquillas por todos lados, hasta en la palma de las manos.

Y al parecer Yuka Makoto lo había descubierto.

Al oír mi respuesta intensificó su acción, ya me estaba doliendo el estómago.

—Dilo.

Con dificultad y más roja que un tomate de mercado intenté volver a hablar.

—te a-amo, ¡Yuka!—chillé. El paró mirándome atentamente, escaneando mis rasgos con su mirada. Sin quitar nuestra posición.

Aunque tenía esa máscara blanca, podía sentir su mirada clavada en mis ojos, en mis labios. Quería explotar más con él, quería que me hiciera sentir suya.

Bajó su cabeza a mi cuello, pensé que me iba a besar, pero solo sentí su aliento caliente chocar contra mi piel pálida, provocando que un escalofríos recorriera mi cuerpo.

      Cerré los ojos disfrutando de los dulces momentos con él. intentando guardar estos momentos en un lugar muy especial de mi memoria, teniendo el abrumador pensamiento de que algún día ya no los podré vivir. Mi madre me decía que la vida es muy corta, más de lo que ya parece, que la típica frase "voy a ir a matar el tiempo", es todo lo contrario, el tiempo nos mata a nosotros.

Y a veces siento que este me mata lentamente, sintiendo que se me acaba poco a poco.

Yuka acarició mi abdomen por debajo de la camiseta holgada, emití un quejido por su acción.

—¿te duele?

Asentí. Es por reírme tanto. Me gusta ese dolor, porque no es uno de mal, sino un rastro de que me reí con ganas y que de verdad lo disfruté.

Subió un poco la camiseta, dejando a su vista mis bragas blancas. Involuntariamente apreté mis piernas cerrándolas.

 𝐃𝐈𝐒𝐓𝐔𝐑𝐁𝐈𝐎 © [Sniper Mask ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora