¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Estás seguro de que tu fuente es sólida? —Jeno tuvo que preguntar, presionándose más contra la pared.
—Sí, estoy seguro. Dale a Woojin un par de minutos más, —dijo Chan.
El viento frío azotó la cara y el cuerpo de Jeno. Su lobo se inquietó, no le gustaba su precaria situación. Estaban en territorio enemigo cuando podrían acurrucarse con sus compañeros. Si no terminamos esto, el futuro estará lleno de peligros e incertidumbres, le recordó Jeno a su lobo.
La verdad hizo callar a su bestia, al menos por el momento. Sin Haechan cerca para calmar a su lobo, Jeno podía sentir su control escaparse. Le picaban los dedos por una píldora o varias. Las voces no estarían muy lejos ahora que Jeno estaba de vuelta donde comenzó.
A su lado, Mark murmuró una maldición o una oración. Jeno realmente no podía decirlo. Parecía apropiado, dado que los cinco abrazaban el costado de un acantilado de la Base Militar Black Rockwell, donde generalmente se tiraba la basura. Jeno estiró el cuello hacia abajo, sabiendo qué esperar: pequeñas ventanas con rejas en ellas. Celdas. Las ventanas estaban demasiado altas para que los cautivos dentro pudieran ver el mundo exterior. Él debería saberlo. Todos ellos lo hicieron.
Dentro de su jaula, todo lo que pudo decir fue cuando el día se convirtió en noche o viceversa. Él gruñó por lo bajo.
—Cálmate, grandote, —dijo Mark a su lado.
La preocupación en la voz de Mark era genuina. Tocó a Jeno que a Mark le importaría, dado que Mark tenía miedo a las alturas.
Los segundos se convirtieron en minutos. El vertedero de basura se abrió, revelando una cara ansiosa con gafas de montura negra y una mata de cabello castaño y desordenado. Este debe ser Woojin, la fuente de Chan. Woojin no era humano, pero tampoco encajaba en la categoría de shifter porque, según Chan, Woojin no podía convertirse en su animal.
—Date prisa, —susurró Woojin.
—Va a ser difícil meter a un hombre adulto en ese agujero, — murmuró Jaemin.
—Cállate. Vámonos —dijo Chan, entrando primero.
Mark y Jeno lo siguieron. Hacía calor dentro del túnel estrecho, y el hedor de basura abrumaba la nariz sensible de Jeno.
—Ustedes realmente regresaron, —murmuró Woojin, mirando a Chan, luego al resto de ellos.
El lobo de Jeno se inquietó y lo arrebató bajo su control. En el pasado, confiaba en su animal y nunca dudaba de los instintos de su lobo. Sin embargo, no podía confiar en su animal últimamente, no después de que casi perdió el control las últimas semanas. Si Haechan no hubiera entrado en su vida, se habría perdido con las píldoras o habría acabado con sus hermanos.
—¿Las tarjetas de acceso? —Chan preguntó, todo serio.
Jeno aprobó en silencio, porque no tenían mucho tiempo. Debían dividirse en dos equipos. Chan, Jaemin y Woojin eliminarían las bases de datos, mientras que Jeno y Mark liberarían a los Alfas Cautivos restantes.
