Prólogo

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Hace catorce años

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Hace catorce años.

Jeno se despertó con una maldición, golpeándose la cabeza contra algo duro. Siguió un gemido. Todavía sintiéndose aturdido, se frotó los ojos y los obligó a abrirse para ver a su hermanastro Eric acurrucado cerca de él. El instinto de Jeno era regañarlo, recordarle a Eric que debía volver a la litera superior. Deberían dormir un poco porque la escuela comenzaba mañana. Los niños de ocho años ya no compartían camas con sus molestos hermanos de siete años.

Además, Jeno estaba un poco enojado. Eric había interrumpido un buen sueño, uno que había vuelto a ocurrir últimamente. En ese sueño, Jeno corría en su forma de lobo, corriendo entre árboles, musgos y arbustos. Estaba en medio de la nada, bosques que no reconocía. Extraño, porque nunca había estado fuera de la ciudad, había nacido y crecido aquí. Sin embargo, Jeno no estaba solo. Un lobo más pequeño y elegante con una piel castaña le seguía el paso. El roce de su pelaje, sus corazones latiendo al mismo ritmo consoló a Jeno. Se sentía en paz, como si estuviera en casa.

Ahora Eric tenía que arruinar ese juego imaginario en el bosque. Jeno comenzó a advertir a Eric pero se detuvo.

El lobo dentro de Jeno le advirtió que algo no estaba bien.

Los ojos de Eric estaban muy abiertos y sus pequeños puños agarraban la camisa de Jeno. Jeno gruñó, decidiendo que estaba bien que Eric se quedara. Además, el pequeño cuerpo de Eric proporcionaba calor en la habitación pequeña, oscura y sin ventanas.

—¿No puedes dormir? —Jeno preguntó. Eric se mordía el labio inferior. A pesar de tener padres diferentes y no parecerse, Eric tenía la misma mirada obstinada que Jeno tenía cuando pretendía ser valiente, cuando todo lo que quería era encogerse.

—Sí, —admitió Eric.

Jeno no necesitaba depender de su audición sobrenatural para discernir el portazo de una puerta fuera de su habitación compartida, seguido de gritos. Su madre había vuelto, sollozando histéricamente. Siguió la voz ronca de un hombre. Jeno se calmó y enseñó los dientes. Jay había estado dando vueltas por el departamento desde el mes pasado, desde que su mamá cambió de traficantes.

Su madre siempre traía hombres extraños a casa, pero al final, se fueron. Sin embargo, Jay se había quedado, pero al traficante no le gustaba ver a Jeno o Eric, siempre llamándolos nombres como mocosos inútiles.

—Está bien, estoy aquí, —murmuró Jeno con su voz más tranquilizadora.

Su trabajo como hermano mayor era cuidar a Eric, desempeñar el papel de tipo duro a pesar de que no creía que fuera lo suficientemente fuerte. Él podría tener un temible animal en él, pero Jeno aún no podía controlar al monstruo dentro de él. Además, tenía la sensación de que Jay cumpliría su amenaza de enviar a Jeno a los que odiaban a los shifters, a quienes les encantaría tener en sus manos un genuino shifter, niño o no.

Cautivo JL00 - NoHyuck(05)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora