24. Chocolate con churros

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Les hago un gesto con la mano a mi madre y mi hermana para que me esperen y entro dentro del restaurante

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Les hago un gesto con la mano a mi madre y mi hermana para que me esperen y entro dentro del restaurante. Emma me ve enseguida y, si bien me está sonriendo, la noto tensa.

—¡Jimena! —grita a modo de saludo—. ¿Qué haces por aquí?

Desvía la mirada a mis espaldas, buscando. Cuando voy a girarme, ella vuelve a insistir.

—¿Y cómo va tu brazo? —inquiere acariciando con cuidado mi extremidad.

—Bien, de momento va bien —explico. Aunque se me escapa una mueca de dolor—. Es que te he visto y solo quería pasarme a saludarte y felicitarte las fiestas. Como durante los últimos días de clase no te he visto...

—He estado muy liada con todo el tema de la beca.

No puedo evitar sonreír.

—¿Solo con la beca? —insisto—. Me ha parecido ver a un chico irse hacia el baño. ¿Es el de Halloween?

La cara de Emma se vuelve roja.

—Sí, es él. —La forma en la que lo dice me constata que está muy muy pillada y eso me hace ilusionarme por mi amiga—. Pero...

En ese momento su teléfono empieza a sonar con la llegada de un nuevo mensaje y su expresión cambia por completo.

—¿Ocurre algo?

Ella parpadea un par de veces y luego sus ojos claros se llenan de lágrimas contenidas.

—Me... me... —duda, no sabe muy bien qué decir— me acaba de mandar un mensaje. Dice... dice que... su madre. —Emma mira la pantalla un par de veces y luego fija su mirada en mí—. Que su madre ha tenido un problema y que hablaremos más tarde.

—¿Qué? ¿En serio? ¿En vez de venir y explicarte lo que ha pasado se larga y te manda un mensaje?

Mi amiga se queda en silencio, ni parpadea.

—Será mejor que pague esto y vuelva a casa tengo... tengo que... estudiar.

Emma llama al camarero, paga y se pone el abrigo corriendo.

—Ey, Em, espera —la llamo intentando ir tras ella. Juraría que ha empezado a llorar—. ¡Emma!

Es inútil. Ella ya ha salido a la calle y para cuando logro llegar a la puerta, no hay ni rastro.

—Eso ha sido raro. Muy raro... —me digo en voz alta.

—¿El qué es muy raro?

—¿Ginés? —cuestiono al verlo a escasos metros de distancia y cargando con una pequeña bolsita—. ¿Qué haces aquí?

—Lo que todo Málaga: comprar y ver las luces de Navidad —me revela muy sonriente—. Vaya, ¿qué te ha pasado en el brazo?

Desvía la atención hacia mi cabestrillo y con manos delicadas acaricia la parte de mis dedos que queda al descubierto.

Distancia focal (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora