26. Capullo

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La atmósfera en la que estamos envueltos tiene un matiz de intimidad y deseo entretejidos

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La atmósfera en la que estamos envueltos tiene un matiz de intimidad y deseo entretejidos. El vello de todo mi cuerpo se ha erizado y lo único en lo que he podido pensar durante los últimos cinco minutos es en cómo deben sentirse sus carnosos labios contra los míos.

El impulso por vencer la distancia entre los dos empieza a ser una necesidad, una maldita necesidad que Elio no hace más que alimentar con esa condenada mirada verde. Sin embargo, cuando creo que va a ser él quien dé el paso lo veo incorporarse ligeramente y ladear la cabeza.

Lo deja todo en mis manos.

-Eres un capullo, Elio -repito, esta vez diciendo su nombre en un murmullo ronco justo antes de lanzarme a su boca.

Él emite un pequeño gemido de sorpresa, aunque es rápido a la hora de enredar su lengua con la mía y saborearme. Sus dedos se clavan en mis caderas y me pegan a las suyas en un movimiento que me obliga a utilizar mi mano buena para agarrarme a su cuello y no perder el equilibrio. Aprovecha para asir mi culo entre sus dos manos con un generoso magreo que me hace soltar un lamento. Para un segundo el beso y me pregunta.

-¿Te he hecho daño en el brazo? -La voz le sale a trompicones y una de sus manos asciende hasta mi rostro. Me sorprende la ternura de su caricia teniendo en cuenta la ferocidad con la que su boca me ha estado besando hasta hace unos segundos.

-¿Qué?

-El brazo -repite. Se ríe, una sonrisa que contrae mi estómago.

-Está bien -respondo buscando sus labios de nuevo.

-Pensé que te había hecho daño. Entonces el quejido no ha sido por...

-No -contesto todo lo rápida que puedo.

Saco el brazo del cabestrillo y con un tirón de la mano que tengo en su nuca, retomo nuestro beso. Él no tarda el captar que todo está bien y, sin pensarlo mucho, me alza en sus brazos y me pega contra la puerta del almacén.

No es solo que esté comiendo, devorando y mordiendo la boca del jodido Elio Luque, es el hecho de que me está gustando tanto, que el corazón me retumba dentro del pecho con una intensidad inusitada.

Aferra mi labio inferior entre sus dientes y tira suavemente. El jadeo que escapa de mí lo hace reír de un modo tan atractivo que una parte de mí se odia a sí misma por haberme resistido tanto a esto. Porque lo confieso: deseaba comprobar cómo besaba y deleitarme con el hecho de tener todo su cuerpo pegado al mío. Y lo que más me gusta es ver lo que puedo generar en él. Todo lo que estoy generando en él y que siento con bastante claridad en mi entrepierna.

Su boca abandona la mía y arranca un recorrido desde el hueco de mi oreja hasta mi cuello. La temperatura del almacén roza la del Sol en el instante en el que Elio cuela la nariz en la abertura de mi chaqueta y planta un beso a la altura de mi esternón.

Hago el amago de quitarme la cazadora y él no duda en ayudarme para tener un mejor acceso a mi pecho.

-Podría perderme en la constelación que forman tus pecas, pelirroja.

Distancia focal (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora