No sé el segundo exacto en el que mi mano arroja el vaso al suelo y agarra con firmeza la de Elio, pero en el instante en el que sus dedos se cierran entorno a mi piel, echamos a correr. Mi corazón se acelera al paso de nuestra carrera.
Soy capaz de escuchar a los policías gritarnos, sus pasos acechan cerca y temo que si miro por encima de mi hombro puedan atraparnos, por lo que me centro en Luque.
Estoy segura de que si fuese solo ya habría dado esquinazo a la poli, es rápido, mucho, y tiene una zancada enorme que me hace tropezar en alguna ocasión. Giramos la esquina de un bloque y veo que se detiene en un portal para intentar abrirlo. Sin mucho éxito...
—¡Joder, que nos van a pillar! —lo apuro en un susurro exasperado.
Él no me contesta, pero el vistazo que me lanza es suficiente para que me quede callada. Las luces al final de la calle me alertan de que la policía se acerca. Elio ya ha pasado al siguiente portal, que también está cerrado.
—Deberíamos seguir corriendo.
Veo a un par de policías a pie detrás de un grupo de chicos que, debido a su estado etílico, no son capaces de correr. Y justo en ese instante, la puerta del tercer bloque se abre. Elio me atrapa del brazo y tira de mí hacia dentro en el momento en el que el coche de policía aparece por la esquina.
Nos colocamos en el recodo de la escalera y desde ahí observamos medio escondidos la calle. La patrulla pasa a toda velocidad con la sirena puesta. Luego, el grupo de chicos, dos policías que corren tras ellos y que se detienen en el portal cuando intenta coger de la chaqueta a uno de los huidos. Luque me atrapa y lleva a la oscuridad antes de que ellos se giren y nos descubran.
Su pecho pegado a mi espalda, su respiración fuerte en mi oído; mis propios latidos retumbando con fuerza en mis sienes y mis pulmones intentando coger todo el aire que parece faltarles.
Permanecemos unos eternos minutos así, esperando a que las voces se pierdan en la distancia. Solo cuando percibo que la tensión del cuerpo de Elio se esfuma, me permito relajarme. Pero es entonces cuando me percato de dónde me tiene agarrada.
—¿Me estás tocando una teta?
Por respuesta, él la aprieta, como queriendo corroborar dónde tiene la mano. Me giro y lo enfrento. Tengo su rostro muy pegado, tanto que, aprecio a la perfección lo dilatadas que tiene las pupilas y cómo ese verde de sus iris ha quedado relegado a un segundo plano.
—No me he dado cuenta de ello. Solo te he atrapado y mi mano ha terminado ahí —se defiende. Su aliento me roza la punta de la nariz.
—Claro, y no había más sitios.
—¿Te salvo de los polis y encima me llevo la bronca?
—¡Que me has manoseado una teta!
—No te sientas tan especial, todo el mundo tiene tetas, yo también. Que las de mujer estén sexualizadas es culpa del patriarcado, no mía —reclama. Y su argumentación me pilla tan de sorpresa que me quedo sin palabras—. Además, no soy yo quien ha estado cotilleando el Instagram del otro.
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Distancia focal (título provisional)
RomanceDistancia focal es un proyecto colaborativo que estoy desarrollando junto con mis seguidores y seguidoras de Instagram y en el cual, capítulo a capítulo van a poder votar qué camino toman los protagonistas. ¿Preparados para ver a dónde nos lleva es...