29. Mau

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—Si es la pequeña de los Miró —dice alguien a mis espaldas

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—Si es la pequeña de los Miró —dice alguien a mis espaldas.

La burbuja se rompe. Elio desvía la mirada un segundo de mis ojos, arruga el ceño y veo cómo toda su energía cambia, hinchando el pecho con una bocanada de aire. Pongo distancia entre ambos con un paso y me giro para ver de quién se trata.

—¿Mau?

—Oye, tanto no he cambiado desde la última vez que nos vimos. Me conservo genial, como el buen vino —responde él, que no duda en alzar el mentón y dejar que la luz de la calle ilumine su rostro.

No me lo pienso mucho y recorro la poca distancia que nos separa hasta abrazarlo.

—Julia me dijo que te había visto hace unas semanas, pero que te marchabas a Milán —digo aún apretada a él.

—Me marché y he vuelto esta misma mañana —me cuenta separándome y acogiendo mi cara entre sus manos—. Para ser la fea de las dos, mira que eres guapa.

—¡Mau! —lo regaño.

—Sabes que tengo predilección por tu hermana, fue mi primera novia.

Niego un par de veces con la cabeza y le examino con detenimiento. Que una persona como Mau diga que soy guapa es un halago, sin lugar a dudas. Metro noventa, cuerpo escultural, pómulos marcados, nariz recta, sonrisa un poco torcida, pero no lo suficiente como para que resulte fea, sino que es ideal para darle un toque de picardía. Labios carnosos y de un rojo frambuesa, ojos ámbar y ese aura que exuda magnetismo por sus cuatro costados.

—Bueno, la primera y la última —agrega con una sonrisa grave.

—Enséñame el anillo —le ordeno.

Él no duda y pone ante mí su mano con la alianza. Es de oro blanco con diminutos diamantes incrustados en una fina línea central. Es bastante grueso y sé con solo un vistazo que es caro, muy muy caro.

—¿Y este es solo el de compromiso? —pregunto analizando la pieza en detalle.

—Solo el de compromiso.

—¿Y dónde está ahora?

—Pues... por ahí viene.

Es imposible no fijarse en él. Es un pelín más bajo que Mau, pero con la melena plateada repeinada hacia atrás y el traje de marca, destaca demasiado en la estampa de este barrio de clase media. Apuesto mi brazo bueno a que el reloj que lleva puesto cuesta más que algunas de las casas que nos rodean.

—¡Huber! —lo llama su prometido, que no duda en recorrer los pocos metros que los separan y plantarle un buen beso.

Sonrío al contemplar la escena, feliz por verlos así. Entonces, me percato de que Luque sigue justo donde lo dejé y analiza a la pareja con detenimiento. No descifro qué piensa por lo que me aproximo a él y toso un par de veces.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2022 ⏰

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