17. La bolera

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—Tía, estoy hasta el moño de estudiar —se queja Gaia desde el otro lado de la pantalla—

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—Tía, estoy hasta el moño de estudiar —se queja Gaia desde el otro lado de la pantalla—. Encima tengo que aguantar al maldito Perseo y su repelencia.

Sonrío a la pantalla. La relación de mi amiga con Perseo es complicada porque son como la noche y el día. Gaia es un torbellino de energía, una charlatana y una persona que irradia luz; mientras que Perseo... Perseo es un chico especial. Sumamente callado y circunspecto. Ese tipo de chicos a los que sabes que el silencio jamás les va a incomodar; observador e incluso a ratos algo perturbador. Sé que es humano porque lo he visto sangrar, que sino...

—Piensa que en enero vienes a pasar unos días —le recuerdo.

—Eso es lo único que me está salvando de este estrés. Los exámenes deberían estar prohibidos. ¿En serio se piensan que me voy a acordar de la mitad de lo que estoy estudiando una vez salga por la puerta de clase? Tengo que guardar ese espacio para recordar las letras de las canciones.

Me carcajeo. Da igual el año o el género de la canción, Gaia puede adivinarla con apenas un par de segundos de esta. Tiene un oído absoluto y pese a los años de conservatorio, al final ha decidido dedicarse al derecho. La excusa que siempre pone es que no quiere mancillar el amor con la música convirtiéndola en trabajo. Gaia y su lógica.

Miro el reloj y me doy cuenta de que tengo que empezar a vestirme. Al final acepté la propuesta de Ginés y él, de buen agrado, aceptó que viniese Julia. Y no sabe lo muchísimo que se lo agradezco porque la situación con Mateo no ha hecho más que enfriarse, lo cual tiene a mi hermana encerrada en una tristeza silenciosa.

Ni siquiera mi padre o mis abuelos se han percatado de que está más opaca que de costumbre, pero yo sí. He aprendido a leer las pequeñas señales, los pequeños gestos que me hacen ver todo el abatimiento que encierra dentro.

Como, por ejemplo, que ya no tararea canciones mientras hace las tareas de la casa, ha dejado de echarse brillo de labios y con más frecuencia que de costumbre su mirada vaga y ella se aleja de nosotros.

Así que le debo agradecer a Ginés el haber extendido la invitación a mi hermana.

—¿Cuál de los dos jerséis crees que me queda mejor? —le pregunto a Gaia.

—Ummmmm... El del escote cuadrado. Así vas abrigada, pero enseñas a las nenas un poco para que absorban vitamina D.

Pongo los ojos en blanco, aunque termino riéndome con el comentario de mi amiga. Salgo un momento del plano para cambiarme y mientras estoy en la tarea, Gaia sigue con la conversación.

—Entonces, este chico... Andrés...

—Ginés —corrijo.

—Eso, Ginés, te propuso una cita y tú has decidido llevar a tu hermana.

—No es una cita —digo apareciendo en pantalla de nuevo—. Es una quedada de amigos.

—Ajá.

El tono con el que pronuncia ese «Ajá» me pone en sobre aviso.

Distancia focal (título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora