Podría mentir y decir que esta semana no ha sido una montaña rusa, pero mentiría. Desde que el lunes lo vi aparecer por la puerta, cada minuto que he pasado sentada delante de él ha sido una pequeña tortura. Parte de la culpa la tiene su maldita colonia, esos toques tan potentes de bergamota y vainilla que combinan notas amaderadas y que me hacen pensar en una noche de adrenalina corriendo por las calles de Málaga cogida de su mano.
Sé que el picor de mi nuca lo produce su mirada clavada en mi cuello descubierto, y yo solo puedo pensar en que el fin de semana pasado estuvimos a punto de besarnos. Y en él de rodillas pasándome las llaves.
Algo me da en la espalda, decido ignorarlo, pero dos minutos después, ahí vuelve a estar el roce. Al tercero, me giro. Él solo me observa.
—¿Puedes dejar de darme golpecitos? —me quejo entre dientes.
—Ha sido solo una caricia —se defiende.
—Me da igual lo que sea, pégate más el cuaderno.
Nos sostenemos la mirada y, por mucho que intento mantener los ojos en los suyos, me traiciono a mí misma y bajo a sus labios. ¿Pero qué me pasa? Lo del otro día solo fue un maldito momento de confusión por culpa de las emociones de la noche y de aquel maldito subidón de adrenalina. Un subidón de soberana estupidez al casi perder los papeles y besar a este tipo arrogante.
Sus labios se tensan en una sonrisa triunfante y yo regreso la vista una última vez a sus ojos antes de ignorarlo. Lleva así toda la condenada semana. Tocándome las narices para hacerme saltar y yo soy demasiado reactiva como para no caer en su trampa.
Cierro los ojos y suspiro. Me está costando mucho concentrarme en lo que dice Doña Claudia. La verdad es que mi relación con la profesora no ha ido a mejor, porque al contrario de lo que hace el resto de mis compañeros con su ver, oír y callar, yo no me corto y rebato.
Reconecto con su discurso en un instante en el que, con voz insolente, recalca la necesidad de separar la obra del autor y de apreciar de manera objetiva el arte que se reproduce.
—Pero eso sería de ignorantes —comento interrumpiéndola.
Doña Claudia aprieta los dientes y veo cómo las aletas de su nariz se abren y tensan.
—Señorita Miró...
—Lo que quiero decir es que es vital conocer la vida de alguien que dedica su vida al arte para poder entender lo que produce.
—No está teniendo en cuenta que muchos autores lo hacen por necesidad y mandato.
—Con más razón —sigo insistiendo en mi teoría—. ¿Por qué alguien se ve obligado a crear por otro? ¿Qué impulsa a un artista a encontrar las musas y los musos? ¿Qué parte de su vida deja en una obra? ¿A quién dedica...?
—Señorita Miró, si quiere cotilleos sobre la gente que escribió la poesía del siglo XX en este país se ha equivocado de carrera. Eso se lo dejamos a los de periodismo.
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Distancia focal (título provisional)
RomanceDistancia focal es un proyecto colaborativo que estoy desarrollando junto con mis seguidores y seguidoras de Instagram y en el cual, capítulo a capítulo van a poder votar qué camino toman los protagonistas. ¿Preparados para ver a dónde nos lleva es...