Capítulo 12

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Lila

-Disculpe, ¿Necesita algo más señorita? ... ¿señorita? -.

Levanté la vista del suelo, donde había mantenido mis ojos durante más tiempo de lo que pensaba mientras intentaba ordenar mis pensamientos y repetirme una y otra vez que era ilegar subir al despacho de ese imbécil y partirle su estúpida cara con una grapadora.

Observé detenidamente el mostrador de la cafetería, analizando atentamente si algo dulce podría calmar mi vena psicópata.

-Mmm ... un trozo de esa tarta de manzana, tiene buena pinta – señalé con mi dedo índice atreves del cristal que me separaba de aquel manjar -.

El chico de la cafetería asintió.

Resoplé mientras echaba un vistazo por aquel lugar. Era una suerte que la empresa contase con una cafetería en su interior, no me apetecía ni un poco tener que dar vueltas en busca de un sitio donde calmar mi tormenta interior.

-Aquí tiene – me ofreció una bandeja con el café que había pedido y el trozo de tarta –.

Le pasé el dinero por encima del mostrador y el me devolvió el cambio de forma mecánica.

-Gracias – sonreí lo mejor que pude -.

El chico torció una sonrisa.

-¿Mal día? - adivinó -.

Puse los ojos en blanco.

-Ojala pueda decir que todo se arreglará mañana pero tengo la certeza de que ocurrirá algo para no perder la costumbre – mascullé -.

Soltó una risita.

-Se acostumbrará, este sitio es genial .. o eso es lo que he oído – apoyó ambos codos en el mostrador y me miró fijamente - ¿eres nueva, verdad? Por tu respuesta seguro que sí pero solo quería asegurarme.

-Tienes ante ti a una secretaría principiante y con poca paciencia para soportar imbéciles – hice una reverencia lo mejor que pude mientras sostenía la bandeja -.

-¿Problemas con tu jefe? -.

-Problemas con el jefe de mi jefe – me encogí de hombros -.

-Es un capullo – no era una pregunta -.

resoplé.

¿Por qué teníamos tanta facilidad de contarle nuestros problemas a desconocidos?

-Mas bien, es el rey de los capullos – chasqueé la lengua – no me extrañaría que tuviese su propio trono escondido por algún sitio.

Mi nuevo amigo sonrió ampliamente y yo me sentí más cómoda, como sí despotricar sobre Alex se llevase poco a poco la rabia que le tenía tan dentro de mi.

-Siempre puedes poner una queja en recursos humanos, y quien sabe... quizás tengas suerte y se tomen medidas que te hagan tu día a día mas fácil – comentó intentando darme esperanzas -.

Torcí una sonrisa.

Me encantaría ver que clase de medidas se tomarían contra el capullo de Alex. Ya me veía escribiendo en un papel : ¿Motivos de su disconformidad? La posible inestabilidad mental que tiene nuestro querido jefe.

-No creo que..

Antes de poder seguir con mi monologo observé como el chico se ponía recto y con expresión neutral. Su mentón estaba rígido y miraba sobre mis hombros hacía el nuevo recién llegado que había causado cierto trastorno de la personalidad en él.

No tenía que girarme para saber quien era.

Lo sentí.

-¿Así se dedican a pasar el día mis empleados? - su voz me puso la piel de gallina -.

TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora