Capítulo 8

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Lila

1..2..3..4..

Aquello no tenía porque estar pasando.

5..6..7..

Estaba segura de que todo tendría una explicación que no involucrara en ella lo que mi mente estaba barajando por si sola.

8..9..10..11..

Mis ojos se habían mantenido fijos en la puerta de aquella habitación, intenté agudizar mis oídos por si algún mísero ruido me ponía sobre aviso de que alguien se acercase a ella. Mi concentración en aquel lugar era tal que incluso podía sentí como mi vista se nublaba un poco.

12..13..14..

No podía parar de contar los segundos que faltaban para que aquel cretino se decidiese a hacer su aparición estelar atravesando esa puerta.

¿Qué demonios tenía él que hacer allí?

¿Una visita de cortesía a su amigo, Lucas? Esperaba que esa fuese la única respuesta viable. No tenía tiempo ni ganas de obligar a mi cerebro a que se decantara por la segunda opción, que no me gustaba nada.

¿Trabajaba en este mismo lugar?

Solo de pensarlo un sudor frío recorrió mi cuerpo.

Ni hablar. No podía ser. Mara me lo hubiese dicho antes de dejarme aceptar aquella entrevista que por suerte su novio me ofreció después de que ella se lo pidiese.

Secretaría.

Aquella palabra me producía urticaria. No era el trabajo de mis sueños pero el dinero que ofrecía el puesto me parecía de todo menos mal. ¿Y lo mejor? ¡Los horarios! El trabajo estaba especificado en turnos de mañana y la mayoría de mis clases eran por la tarde, solo tendría que hablar con un par de profesores para pedirles asistir en el segundo turno y ya esta. Fácil. Rápido y conciso.

Aunque aun no me habían dado el puesto y... mirando a mis compañeras, las cuales parecían a ver ejercido este trabajo con anterioridad y eficientemente, no creía posible que me lo diesen; eso no era impedimento para fantasear un poco ante la idea de formar parte de aquella empresa.

El edificio era una jodida maravilla. ¡Pero sí tenía un dichoso plano para no perderte en tus primeros días! (bueno podría asegurar que algún que otro empleado veterano se seguiría perdiendo por allí) Al llegar nos habían dado un pequeño tour por las inmediaciones y pude comprobar de primera mano que contaba con dos cafeterías, una zona de descanso que más bien podría pasar por algún moderno salón recreativo, un salón de actos que parecía tener la capacidad de albergar a gran parte de la población de Nueva York, Gimnasio donde pude babear al ver a uno que otro trabajador ejercitándose.

-¿Quien va al Gimnasio en horas de trabajo? - había preguntado una de las chicas que me acompañaban -.

-Algunos de ellos tienen turnos largos y partidos con un par de horas de descanso entre ellos, la mayoría prefiere quedarse aquí que volver a sus propias casas ya que el trayecto de ida y vuelta casi se fundiría ese par de horas – nos contó Lucas mientras nos dirigíamos a otra ala de la empresa – algunos pasan el tiempo en el Gimnasio, otros en la piscina aunque yo particularmente prefiero esta sala.

Y allí fue cuando decidí que aquel lugar era incomparable. ¡Un puñetero cine!

Sillones amplios y cómodos estaban colocados a lo largo de aquella habitación. Si la vista no me fallaba parecían ser reclinables todos ellos. Esperaba que mi rostro no fuese muy obvio y no se me estuviese cayendo la baba al contemplar aquella maravilla.

TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora