Capítulo 36.

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— Es mucho más grave de lo que pensé.

— No es nada con lo que tú no la puedas apoyar.

— Sonaste como una psicóloga—rió.

— Como tu madre, soy tu mayor y mejor psicóloga.

— Lo bueno es no tener que pagar sus servicios, distinguida dama.

— Sigue— le cortó el juego.

— La señora…

— Tu suegra— corrigió, a lo que el pelinegro sonrió.

— Mi suegra, qué bonito se escucha; perdón, me distraje; dice que por las noches tiene ataques de ansiedad, o algo así; está muy afectada por lo de su esposo y para rematar, la cereza del pastel, es que hoy es su aniversario.

— ¿Sabes qué hacía yo cuando me daba el bajón por culpa de tu padre?

— Nelpas, ¿qué?

— Me ponía hasta atrás.

— ¿De dónde?

— Hazte el que no sabe.

— Soy un alma pura.

— EunWoo— suspiró con fastidio del otro lado de la línea— Tengo vídeos tuyos bailando en un tubo porque te tomaste una botella completa de tequila; te conozco más que la palma de mi mano, no te des golpes de pureza.

— Pinche MJ— puso su mano en la frente y recorrió su cabeza en el filo de la cama de forma que ésta quedó colgando— Dile que lo extraño a ese baboso.

— Aquí lo tengo a un lado— se escuchó como palmeó algo— Has estado en altavoz siempre.

— Ah pinche, Myung-jun, siempre en el mitote, ¿verdad, hijo?

— ¡Qué rollo raza!, salúdeme a las chiquinenas que dejé allá en el calorón.

— Les diré que nunca te fuiste allá; que la realidad fue que te desapareciste porque te hiciste la jarocha.

— ¿Qué es eso?

— Que te cortaron el pene y te hicieron vagina, MiJo— aclaró la señora.

— Si dices eso, yo diré que tú te lo comiste; completito y sin depilar— la mujer soltó una carcajada.

— Diles también que estaba muy chiquito y que no me llené— el silencio inundó el otro lado de la línea.

— Entonces… entonces…— ya no tenía más qué decir, lo había desarmado— ¡Ya quisieras!, ¡Me mide el doble que el tuyo!

— ¡Já!, déjalo que muera, MJ, no me vas a ganar.

— Mira tú no me dices qué hacer, plebito cagado.

— Cállese, jarocho.

— Muerto de hambre.

— Por tu pito…— reaccionó— ¡Eso se escuchó mal!, ¡Bórralo!, ¡No era lo que yo quería decir!

— ¡Ya!, cállense los dos.

— Mamá Yeo-Jin, él empezó.

— ¿Desde cuándo le dices mamá a mi mamá?

— Desde siempre, pero tú nunca supiste porque era nuestro secreto para que no te pongas celoso.

— ¡Oilo!— la mujer dió de risotadas— Me empezó a decir así antier cuando a media noche estaba llorando por Ye-Jin— volvió a reír— Lo hubieras escuchado, parecía bebé acabado de nacer de lo que lloraba por su mami; y me pidió que si me podía decir así.

Mi África [Cha Eun Woo y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora