Capítulo 32.

94 12 0
                                    

El reloj marcaba las ocho en punto y EunWoo ya estaba recién bañado, afeitado y se disponía a desayunar.

Caminó a paso tranquilo hasta la habitación en donde estaba Sanha.

En cuanto abrió la puerta pudo divisar a su amigo enredado en sábanas y con la boca abierta.

Se miraba tan… tan… tranquilo dormido, por llamarlo de alguna forma a su extraña e incómoda postura en la que se encontraba plácidamente dormido; pero al pelinegro no pudo importarle menos.

Tomó una esquina de la cobija con la que estaba tapado y la jaló haciendo que su amigo se deslizara con ellas hasta el suelo.

— Ni mi mamá tenía la osadía de hacer lo que tú me hiciste.

— Ya se nos hace tarde.

— Son como las cinco de la mañana, vuelve en seis horas que todavía quiero dormir.

— Son las ocho Pinocho.

— Haré como que no dijiste eso, me das pena, harto cringe—confesó, aún con los ojos cerrados.

— Desayunaré waffles, tú sabes si te levantas o no.

— ¿Con miel?— se levantó rápido apoyándose con sus antebrazos.

— También tengo chocolate y mermelada de fresa y creo que también de chabacano.

— ¿Chabaquécua?

— Chabacano—corrigió.

— Bajo en cinco.


EunWoo ya se encontraba comiendo cuando su amigo bajó.

— ¿Te bañaste o sólo te mojaste la cara?

— Si quieres me devuelvo al baño para que me talles la cola y te asegures si estoy limpio o no.

— Cochino, puerco, marrano.

— Quiero diez waffles.

— Te doy tres y una chocolatada.

— Jugo de naranja.

— De manzana y me estoy pasando de bueno.

— Trato.

Estrecharon sus manos y empezaron a reír por su tonta y absurda negociación infantil.

Después de desayunar se quedaron un momento divagando en sus pensamientos; o por lo menos EunWoo sí lo hacía mientras ordenaba sus ideas.

¿Qué haría después de encontrarla?

No tenía ni la mas remota idea; pero estaba ansioso por ello.

— We, estaba pensando en que no recuerdo ni dónde está la casa de Conchita.

— ¿Conchita es la abuela de T/N?

— Simona la mona pelona.

— ¿Estás jugando verdad?

— Sinceramente no; hace como quince años que no vengo, ni siquiera recuerdo cómo llegar a mi antigua casa.

— No inventes, Sanhador—le reclama, un poco escéptico.

— Creo que estaba cerca de un hospital.

— ¿Tu casa o la de la Señora Conchita?

— La Concha.

— ¿Nos vamos desde ya?— murmuró— Para no perder más tiempo.

— Jalados.

Salieron de la casa en el carro de la mamá de EunWoo.

Recorrieron decenas de calles en busca de la casa; el tiempo pasaba y el rubio iba recordando algunas cosas en cuestión de direcciones.

Mi África [Cha Eun Woo y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora