VII "Escabullirse"

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Corrió por el tejado con sigilo, sin llamar la atención de algún posible guardia

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Corrió por el tejado con sigilo, sin llamar la atención de algún posible guardia. Se agachaba cada vez que podía, escondiéndose de algunos demonios voladores y se apresuraba para mirar por cada ventanal con el fin de encontrar a la mujer, pero nada.

Continuó saltando y dando pasos silenciosos hasta que, cuando paso por al lado de una ventana que se encontraba abierta, este se detuvo ante una voz conocida.

Se acercó y asomó su cabeza notando como esta daba directo a un segundo piso tapizado.

— ¿Te divertirse con el tablero?

De inmediato infirió lo que quiso decir esa voz masculina malhumorada desconocida.

— Ni tanto, ni tanto.

Y nuevamente esa voz conocida. Aquello lo hizo introducirse por la ventana y moverse por ese pequeño corredor tipo balcón. Llegó a una cortina transparente y ahí se escondió para mirar con cuidado hacia abajo.

En la primera planta y en la parte de atrás había un hermoso diván antiguo; con cojines que lo decoraban y dos demonios sentados ahí. El primer demonio sentado correctamente,  mientras que el otro; acostado dejando su cabeza en los piernas del mayor.

Movió sus zafiros al otro asiento —uno de menor tamaño pero con las mismas comodidades que el anterior—, ahí se encontraba ese azabache acostado con un brazo como cojín mientras que su otra mano tenía una manzana roja y la masticaba.

— ¿Se va a demorar mucho? Porque si es así, me voy. Tengo que atender otros asuntos.

Una risa tranquila salio del que estaba acostado para luego acomodar su cabeza más en las piernas del otro. Este de cabellos castaños suaves que dejaban ver unos pequeños cuernos negros, unos ojos rojizos brillantes y una cola larga del mismo color la cual movía de un lado a otro con lentitud.

El otro que se encontraba sentado al notar esos movimientos del menor, acaricio los cabellos junto con esos tentadores labios. Este también de cabellos castaños pero con unos cuernos verdes de mayor tamaño e impotentes que se dejaban ver, de unas afiladas iris jade y una cola de la misma tonalidad tranquila a un lado de sus piernas.

Idénticos. Sin duda alguna son exactamente iguales. Gemelos. Sin embargo, había una clara diferencia en sus cuernos y en las actitudes: el menor sereno y mimoso, y el mayor, con una actitud seria mostrando molestia pero un cariño solo para el que estaba en sus piernas.

El azabache dejo escapar un bostezo cuando término la fruta. Cuando movió sus orbes violetas repentinamente vio una figura en lo alto y ahora todo su comportamiento perezoso cambio a una emoción contenida.

Fue muy descuidado.

Lucilius al ver como Belial se había dado cuenta de su presencia, se escondió instintivamente.

— Escuché que te encontraste con unos celestiales...

Ese comentario provino del demonio que estaba acostado y que, continuaba con sus suaves movimientos de su cola rojiza.

Atracción MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora