Unas majestuosas plumas blancas y delicadas —igual que las suaves nubes—, caían con tranquilidad hasta llegar al suelo para así juntarse con ese mar de muchas de las mismas. Estas no provenían de alguna clase de criatura, no, estas eran solamente decoración y muestra de grandeza para el ser que se encontraba en el centro del salón, aquel que se encontraba sentado en ese glorioso trono celestial.
Una de las plumas se quedó en las páginas del libro que estaba leyendo, aquella inmóvil y sin la intención de ser llevada por el poco viento que podía introducirse de los inmensos espacios abiertos del palacio.
El ser dejo de leer y con delicadeza agarró la punta del objeto emplumado; esas hermosas iris celestes reflejaron la pequeña pluma por unos segundos para después con sus finas manos comenzar a delinear cada parte de esta.
— Mi señor...
Al momento de escuchar su llamado, este dejo caer nuevamente la pluma para que así siguiera a sus hermanas. Solamente se dedico a ver ese tranquilo movimiento de la emplumada.
Ah, como le encantaba ver esas ligeras curvas que dibujaba en el aire y como la caída de esta. Que elegante y realmente reconfortante.
Cuando finalmente su atención ya no estaba en esa pequeña pluma, sino que ahora se dirigió a ese grupo de seres divinos que se acercaban, habló con voz tranquila, suave y amable: — ¿Qué sucede?
Los seis se arrodillaron, dejando cada uno una mano en la rodilla y otra en cercanía en su pecho para indicar respeto ante la presencia del principal celestial, y por supuesto, el mismo creador de todo.
Con sus cabezas agachadas y también sus tres pares de alas escondidas habló uno de ellos.
— Yo y mis hermanos cumplimos con su mandato.
Fue una mujer, aquella que encabezaba el grupo de seis.
— Mi señor, hemos terminado con la creación de los segundos querubines.
Esa serafín de cabellos sol e iris naranjas, se encontraba adornada por una hermosa armadura dorada con algunos rasgos de color de sus ojos, realmente majestuoso y digno del principal de todos, y sus alas, ¿para qué decir de esas doradas que se asemejaban al mismo sol?
El celestial dibujo una pequeña en sus labios: — Es bueno escucharlo.
Ahora su mirada se concentro en ese libro, ese objeto que en su interior se encontraba su propia letra relatando algunos hechos del pasado.
— También quería informarle sobre el proceso de creación de los guardianes y los armamentos celesti...
Sin embargo, esta no consiguió terminar ya que un abrupto sonido hizo que guardara silencio evitando pronunciar algo más.
El ser de cabellos blanco había cerrado el objeto, haciéndolo resonar en todo ese amplio lugar y provocando un sobresalto en los seis menores. Su semblante ya no mostraba en lo absoluto calma, pues claro ¿quién no estaría enojado ante algo que se había hecho sin su permiso?
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Atracción Maldita
FantasíaHermoso ser de luz... Oh, cada vez que te veo, no puedo resistir el impulso de ese sentimiento humano llamado amor. Tanto tu belleza divina como tu ser benevolente, provocan en mí una maldita atracción que no puedo resistir. Ah, sin ti, mi existenci...