Aunque la oscuridad nunca se presentaba en territorio celestial, es más que obvio que la noche ya esta en el plano mortal, y junto a eso, la luna creciente que le indicaba una promesa.
Sintió la mirada de ese rubio —aquella que inconscientemente le decía que no siguiera con ese pensamiento—.
— Uriel, quieres dejar de molestar ¿acaso no ves que nuestro señor quiere leer tranquilamente?
La voz de Sariel resonó en todo en el gran salón dando alusión a lo que estaba haciendo el nombrado.
Eso hizo que los demás angelicales dejaran de observar cualquier cosa y ahora se dedicaran a ver al de cabellos dorados y al otro serafín que le reprendía.
— "Al ser el tercero y la luz que ilumina a Dios", no significa que estes torturando incesantemente con esos detestables rosados a nuestro señor—volvió a hablar Sariel— después de todo, es preferible mi mirada. Más suave y más hermosa, mejor que la tuya.
Llevo su mano a su rostro y con la otra dejo el libro entre sus piernas para comenzar a repeler aquellas plumas que caían a su alrededor; agitadas por el movimiento de alas de esos dos.
Los seis lo estaban rodeando como era de costumbre, pero ahora, solamente cuatro lo hacían mientras que dos se acercaban abruptamente para empezar a pelear.
— Son peores que cachorros.
Ahora los dos dejaron de moverse y vieron a su hermano mayor.
Ese serafín de cabellos fuego el cual había dicho eso con tono serio y sin gracia por los agarres y movimientos de alas que hicieron los menores.
— Por favor... ¿acaso no recuerdan dónde están?
Ahora los tres varones vieron a Raguel.
— Este es el salón del palacio celestial, y también, el creador está presente —prosiguió Rafaela apoyando a su hermana con firmeza—.
— Cierto, cierto —continuó Raguel mientras movía su cabeza de arriba a abajo cerrando sus ojos— por eso es mejor que no continúen con su disputa aquí... —indicó con su índice— sino afuera.
Todos le dedicaron una mirada en blanco, incluso Rafaela que la había ayudado se llevo una mano a su rostro.
Por un momento pensó que iba a decir algo sabio con el fin de detener todo, pero nadie se imagino que iba a proponer seguir con esa pelea en el exterior.
Y otra vez el alboroto volvió y con un nivel mayor e incluyendo a los cinco nombrados. Cada uno por su lado decía una que otra cosa con el fin de provocar al opuesto y el movimientos de alas era más que abrumador.
La Serafina de cabellos dorados apretó su mandíbula ante el absurdo espectáculo que se estaba presentando, levanto su pie y golpeó con fuerza el piso provocando un fuerte sonido.
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Atracción Maldita
FantasíaHermoso ser de luz... Oh, cada vez que te veo, no puedo resistir el impulso de ese sentimiento humano llamado amor. Tanto tu belleza divina como tu ser benevolente, provocan en mí una maldita atracción que no puedo resistir. Ah, sin ti, mi existenci...