"Palacio Infernal" parte 1/2

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Jugaba con algunas de las hojas que se encontraban en la mesa, moviéndolas hacia adelante disimulando que leía y después la dejaba en ese lugar para buscar otra y hacer lo mismo.

Ya llevaban un tiempo así, compartiendo los dos y acompañándose en diversos lugares del palacio celestial con el fin de dar esos primeros pasos para que su nuevo ideal se hiciese sin problemas.

— Estas desordenando.

Ante ese llamado de atención, sus orbes violetas se achicaron y levanto su palma para indicar que no tocaría nada más.

— Ordena eso.

Belial escondió más su barbilla en la mano que la sujetaba y volvió acercar la otra para ordenar el desastre que hizo.

— ¿Cuál es la obsesión de escribir tanto si al final nadie lo leerá?

El albino continuó escribiendo en una hoja y sin mirarlo habló: — Porque me gusta. Y porque yo lo hago.

Hecho hacia atrás su cabeza y abrió su boca soltando un gran quejido de aburrimiento.

— Otra vez te estas comportando infantil. Te estas dejando llevar por esa forma.

Repentinamente su movimiento se detuvo, y de un momento para otro este apareció detrás de la silla del celestial.

Se inclinó y con suavidad habló en su oído: — ¿Quieres qué vuelva a mi antigua forma?

Este detuvo el movimiento con su pluma provocando que ligeramente algunas gotas de tinta cayeran en el papel y ensuciarán unas letras.

Claro que no le gustaría, ya que si lo hace, seguramente se dejaría llevar.

— Permanece con esa apariencia. No quiero que un ángel se asuste.

Al escuchar eso, dejo escapar falsa pero divertida tristeza de sus labios demoníacos. Llevo ambos brazos a su cabeza y las uso como almohadas.

— Pero tú estas con esa apariencia ¿por qué yo no puedo? Deja que se asusten, que más da. Además, ellos ya saben el acuerdo.

Arrugo el papel para dejarlo a un lado y así volvió a escribir en otro lo mismo.

— Lo sé bien, pero recuerda que no estás en tu territorio, así que tienes que seguir mis reglas. No hagas lo que te plazca.

— Bien. Bien. Bien —movió una de sus manos una y otra vez mientras aceptaba las palabras ajenas—.

Lucilius al ver como este ahora se movía de un lado a otro detrás de su silla, apretó la pluma y nuevamente dejo de escribir.

Lo estaba desconcentrando.

— ¿Quieres quedarte tranquilo? ¿Desde cuando eres así de inquieto?

Ahora el demonio se detuvo y no dijo nada.

Volvió a escribir en la hoja con calma mientras recordaba las palabras que antes tenía, sin embargo, cuando escuchó unos suaves silbidos, este llevó su otra mano a su frente.

Ya es suficiente.

— Dejame solo.

Al escuchar eso, el azabache dejo de silbar y lo vio: — Pero...

— He dicho que me dejes solo.

Un sonido fuerte de aleteó junto con un desorden de hojas hicieron que cerrar sus ojos y soltará la pluma. Ambas manos se dirigieron a su sien para intentar calmar la rabia que apareció por todo el desastre.

Lo hizo para molestar...

Como vio que no cedió cuando intento tentarlo, ese azabache comenzó a hacer todo lo posible para que cambiará de aparecer, por no lo consiguió. Lo único que obtuvo fue que lo echarán.

Atracción MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora