Jugaba con algunas de las hojas que se encontraban en la mesa, moviéndolas hacia adelante disimulando que leía y después la dejaba en ese lugar para buscar otra y hacer lo mismo.
Ya llevaban un tiempo así, compartiendo los dos y acompañándose en diversos lugares del palacio celestial con el fin de dar esos primeros pasos para que su nuevo ideal se hiciese sin problemas.
— Estas desordenando.
Ante ese llamado de atención, sus orbes violetas se achicaron y levanto su palma para indicar que no tocaría nada más.
— Ordena eso.
Belial escondió más su barbilla en la mano que la sujetaba y volvió acercar la otra para ordenar el desastre que hizo.
— ¿Cuál es la obsesión de escribir tanto si al final nadie lo leerá?
El albino continuó escribiendo en una hoja y sin mirarlo habló: — Porque me gusta. Y porque yo lo hago.
Hecho hacia atrás su cabeza y abrió su boca soltando un gran quejido de aburrimiento.
— Otra vez te estas comportando infantil. Te estas dejando llevar por esa forma.
Repentinamente su movimiento se detuvo, y de un momento para otro este apareció detrás de la silla del celestial.
Se inclinó y con suavidad habló en su oído: — ¿Quieres qué vuelva a mi antigua forma?
Este detuvo el movimiento con su pluma provocando que ligeramente algunas gotas de tinta cayeran en el papel y ensuciarán unas letras.
Claro que no le gustaría, ya que si lo hace, seguramente se dejaría llevar.
— Permanece con esa apariencia. No quiero que un ángel se asuste.
Al escuchar eso, dejo escapar falsa pero divertida tristeza de sus labios demoníacos. Llevo ambos brazos a su cabeza y las uso como almohadas.
— Pero tú estas con esa apariencia ¿por qué yo no puedo? Deja que se asusten, que más da. Además, ellos ya saben el acuerdo.
Arrugo el papel para dejarlo a un lado y así volvió a escribir en otro lo mismo.
— Lo sé bien, pero recuerda que no estás en tu territorio, así que tienes que seguir mis reglas. No hagas lo que te plazca.
— Bien. Bien. Bien —movió una de sus manos una y otra vez mientras aceptaba las palabras ajenas—.
Lucilius al ver como este ahora se movía de un lado a otro detrás de su silla, apretó la pluma y nuevamente dejo de escribir.
Lo estaba desconcentrando.
— ¿Quieres quedarte tranquilo? ¿Desde cuando eres así de inquieto?
Ahora el demonio se detuvo y no dijo nada.
Volvió a escribir en la hoja con calma mientras recordaba las palabras que antes tenía, sin embargo, cuando escuchó unos suaves silbidos, este llevó su otra mano a su frente.
Ya es suficiente.
— Dejame solo.
Al escuchar eso, el azabache dejo de silbar y lo vio: — Pero...
— He dicho que me dejes solo.
Un sonido fuerte de aleteó junto con un desorden de hojas hicieron que cerrar sus ojos y soltará la pluma. Ambas manos se dirigieron a su sien para intentar calmar la rabia que apareció por todo el desastre.
Lo hizo para molestar...
Como vio que no cedió cuando intento tentarlo, ese azabache comenzó a hacer todo lo posible para que cambiará de aparecer, por no lo consiguió. Lo único que obtuvo fue que lo echarán.
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Atracción Maldita
FantasíaHermoso ser de luz... Oh, cada vez que te veo, no puedo resistir el impulso de ese sentimiento humano llamado amor. Tanto tu belleza divina como tu ser benevolente, provocan en mí una maldita atracción que no puedo resistir. Ah, sin ti, mi existenci...