Epílogo

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— Mi señor, mi señor

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— Mi señor, mi señor...

De inmediato observo a la serafín.

— Lleva horas en la misma página.

Al ver que en exactitud eso era verdad, este cerro el libro y no siguió.

¿Para qué leer algo que ya no podía seguir el hilo?

Los serafines vieron como Michelle mostraba preocupación, una mayor que no había demostrado en toda su existencia.

— Retierense. Quiero estar solo.

Las creaciones divinas de inmediato obedecieron, sin embargo, uno de esos serafines no lo hizo.

— ¿Michelle?

Aunque su voz era suave y tranquila, la nombrada no mostró la misma actitud en su voz.

— Uriel me dijo lo que hizo...

Al escuchar eso, este se levantó del asiento y movió las plumas que caían.

— No se preocupe, él no lo dijo al principio, sino que, lo obligué hasta que me lo dijera.

Ahora entendía el porque ese serafín agachaba su cabeza y no se dedicaba a verlo como las otras veces.

— Mi señor, ¿Jugar con uno? ¿E ir dónde él? ¿Por qué?

— Lo dije hace tiempo y lo vuelvo a decir, los demonios no...

— ¡Matan! ¡Se burlan! ¡Y hacen pecar a los mortales! ¡Esos seres son...!

Pero no dijo nada, se quedó en silencio, y sus ojos naranjas en vez de mirarlo, vieron a la parte de atrás.

El sonido de un fuerte aleteó junto con unas ráfagas que desordenaron esas bellas plumas fue lo bastante para que hiciera lo mismo que ella.

— Y yo pensé que los míos eran un desastre, pero al parecer, estamos iguales.

La serafina de inmediato se alarmó ante el ser que se encontraba detrás, pero no ataco ni amenazo ya que sabía que no era lo bastante fuerte para ir en su contra.

Sí, ella de inmediato se dio cuenta de quien es ese demonio.

— Al menos solo te contradice no intenta matarte. Eso está bien.

Un suspiro dejo salir y después de ver al que llegó, volvió a dirigirse a su ángel: — Retirate, y por favor, que nadie merodeé por esta zona.

La de cabellos oro se inclinó de mala gana apretando sus dientes: — Por supuesto mi señor  —y se fue—.

Esto si que es problemático...

Volteó para observar con detalle al ser que se encontraba atrás, y sí, ¿quién más podía ser?

Camino ignorando al recién llegado a uno de los escalones para así sentarse a un lado de unos cuantos libros apilados, por otra parte ese oscuro, lo siguió con tranquilidad.

Atracción MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora