Deseos

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Empecé a desearla para mí casi tan pronto como la vi por primera vez, aquella mañana fría en el mercado.

Apenas una adolescente comparada conmigo que ya contaba más de 20 años aquel invierno.

La observé de lejos, a pedido de mi padre, sin saber la razón de tal tarea.

Una humilde campesina, inocente, risueña y amable. Demasiado amable para el mundo en el que habita.

Su familia estaba ahogada en deudas y la chica, la menor de tres hermanas, acudía cada tanto al mercado cargando las flores que cultivaba.

Verla de lejos, por alguna razón, me hizo pasar de la curiosidad a una básica admiración masculina y al deseo innato de querer protegerla sin darme cuenta.

Así que la seguí cada vez un poco más de cerca. Ella sonreía con sus ojos a las personas que la saludaban o se acercaban a comprarle. Saludaba a los ancianos con cortesía y ayudaba a recoger el puesto de una mujer con dos niños aún pequeños antes de irse a casa con apenas unas pocas monedas.

Su nombre recorría aquel viejo mercado precedido por palabras de admiración y elogios a su belleza.

Sin embargo lo que vendía apenas alcanzaba para algo de comida y así fue como me involucre al comprar a un precio mayor sus flores, aunque sin presentarme nunca ante ella. Akane se negó inicialmente a vender tan caro un producto tan sencillo como el suyo, pero mi mensajero insistió hasta que ella aceptó.

Con mi ayuda discreta parecía más aliviada en la carga económica de su familia, su sonrisa era aún más hermosa y mi corazón se agitaba cada vez más ante su imagen.

La condición de la madre de aquella quinceañera empeoró durante una de mis ausencias en el pueblo y a pesar del dinero extra que ganaba ella, no era suficiente para sus medicinas. Tan pronto como lo supe ordené que le enviaran lo que necesitaba.

Dado que yo tenía que viajar constantemente dejé pagas las recetas de su madre para varias semanas. Para mi sorpresa, el farmaceuta terminó por exigir a la chica a cambio del medicamento.

Maldito enfermo. Afortunadamente, Soun y su madre se negaron a darle a la chica. Y luego yo me encargué de hacerle pagar su osadía.

Después de largos meses, mi padre me comentó su decisión sobre la chica.

Yo debía continuar a su cuidado, sin darle mucho para que no se mal acostumbrase y en determinada fecha llevarla a casa donde, quizás, sería comprometida con su hijo.

"Quizás", había dicho mi padre aún con dudas, "quizás ella sería una buena esposa para Ranma, no estoy seguro, tráela y ya veremos como se comporta"

Para Ranma, por supuesto, que ciego fui al no suponerlo, él estaba próximo a la edad de tomar esposa. Nunca, hasta ese día, sentí celos de mi hermano menor.

Yo la quería para mí, pero aún así no me negué a cumplir la orden de llevarla con él.

La quería solo mía, pero no pude acercarme a ella ni una sola vez desde que llegó y continué observándola desde lejos.

Yo era incapaz dejar mi posición a la diestra de Genma, ni ayudarle a ella con sus pesadas tareas. Mientras tanto, él le enseñaba a leer y escribir, pasaba sus pocos ratos libres junto a ella, paseaban en el jardín algunas veces y ella sonreía para él como yo deseaba que lo hiciera alguna vez para mí.

Su incipiente amor adolescente, las cartas llenas de palabras cursis, me daban ganas de vomitar. Akane no necesitaba a un idiota a su lado. Necesitaba a un hombre capaz de protegerla de todo y de todos. Me necesitaba a mí.

Yo quería quitar de mi camino al bueno para nada de Ranma, pero no podía lastimar a mi hermano.

Entonces, recordé que aún tenía un compromiso por cumplir con una mujer en mi aldea. Y que las mujeres de mi aldea sabían secretos milenarios capaces de borrar el recuerdo específico de la mente de una persona.

Busqué con urgencia a Shampoo, jurando a regañadientes que si me ayudaba, está vez si me casaría con ella.

Y envié a mi joven hermano con la firme convicción de que borrándola de su mente y dejándolo como un cobarde que huyó sería suficiente para estar junto a ella.

Que maldito. Ranma dejó embarazada a la chica.

Estaba molesto, no puedo negarlo. Quería hacerla sufrir. Pero luego lo pensé mejor y me las arreglé para que a pesar de todo ella no fuera tratada más que como por derecho le correspondía.

Tengo que admitirlo, todavía la quiero, a pesar de que ella también lo eligió a él. Todos siempre lo eligen a él, pero yo haré que ella termine por darse cuenta de que mi amor es lo que realmente necesita. Incluso cuidaré de su hija como si fuera mía.

Seremos felices, querida Akane, cuando te lo explique sé que me entenderás.
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Intentó colarse en la habitación de Genma varias noches, sin éxito.

Siempre había alguien dando vueltas por ahí, vigilando el sueño del inútil viejo.

O era Mousse con sus interminables quejas o el idiota de Ranma, alguna sirvienta e incluso la fea japonesa iba a revisar el estado de salud del viejo cargando en brazos a la odiosa chiquilla.

Shampoo continuó esperando el momento correcto sin impacientarse.

Lo tenía todo planeado. Una almohada sería suficiente y no dejaría rastro ni sospecha de un culpable.

Esperó. Esperó. Esperó. Y finalmente el momento se presentó ante ella unos meses después.

Se coló en la habitación de puntillas y miró con fastidio al hombre en la penumbra. Apretó los puños recordando su misión pues mientras el viejo continuara con vida, su enemiga seguiría siendo la señora Saotome y Mousse y ella no podrían ser felices.

Genma abrió los ojos y balbuceó como un bebé con torpeza palabras que sonaban como ideas rotas. Shampoo tomó la almohada, la sostuvo en alto unos segundos y luego la apretó con fuerza en el rostro del viejo.

-Qué demonios!-gritó Mousse cerrando la puerta con seguro.

-Hago tus deseos realidad-respondió ella satisfecha

- Estás loca, eres una psicópata!-Mousse la empujó lejos del viejo que tosió al poder respirar nuevamente y los miró con los ojos llenos de horror con el cuerpo temblando como gelatina.

- Yo estoy loca?. No eres el que quería vengarse de él?, solo estoy haciendo lo que por cobarde no has hecho tú.

Genma lo supo entonces. No podía tardar más, no podía seguir fingiendo solo para tener tiempo de recuperarse y pensar que todo estaría bien.

Esos dos no descansarían hasta verlo muerto para quedarse con su dinero. Pero Ranma apenas lograba comprender sus balbuceos y Mousse custodiaba las visitas de su hijo cual Cerbero.

La única que podía estar libremente con él, para su desgracia, era Akane Tendo. Mousse no podía quedarse por la natural aversión que la chica sentía por él. Y aunque insólito, el chino retrocedía cada vez que ella le gritaba.

Los oyó discutir horrorizado, si bien ahora podía mover la mano derecha y hablar con esfuerzos no sabía cuánto tiempo más podría vivir. Mousse podía cambiar de opinión en un instante.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora