Capítulo 16

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Unas noches después, mientras el viento azotaba las cortinas de la habitación, Victoria no podía parar de pensar en cómo acabaría todo esto. Tenía un mal presentimiento acerca de ello, pero hacía todo lo posible por ignorarlo, cosa que a veces no conseguía. Mientras tanto, sentada en el borde de la ventana, admiraba como las estrellas brillaban en el cielo, y la luna se dejaba ver por su ventana. Giró la cabeza para mirar el reloj, y se dio cuenta de que ya era bastante tarde, eran las tres de la mañana, pero sabía que aunque se acostara en la cama e intentara dormir, no lo conseguiría, no con todo lo que pasaba por su cabeza. Miles de imágenes, recuerdos, momentos... se reproducían en su mente, y deseaba que parasen, que la dejasen en paz. Tan solo quería volver a ser ella, y que todo eso se acabase.

—Joder.— escuchó que alguien decía al otro lado de la puerta.

No tuvo ni que girarse para saber que era Finn, quien seguramente se había tropezado con la planta que había a pocos metros de su puerta, en el pasillo. Pese al longevo tiempo que llevaban viviendo en esa casa, siempre le pasaba lo mismo.

—Vicki, ¿estás despierta?— El pecoso asomó la cabeza por la puerta, fijando su mirada en la cama.

—Estoy aquí, Shelby.— contestó en el mismo tono, girando la cabeza para mirarlo.

—¡Coño!— exclamó, llevándose una mano al pecho del susto. —No te había visto.

La pecosa sonrió, mientras éste cerraba la puerta y se acercaba. Cuando llegó hacia ella, la rodeó con sus brazos por detrás y depositó un beso sobre su cabeza, para luego sentarse a su lado. Vicki apoyó la cabeza sobre su hombro, y éste la rodeó con los brazos para atraerla, por lo que su cabeza quedó recostada sobre su pecho. Durante unos minutos, ninguno dijo nada, simplemente admiraban lo tranquilo que se veía el mundo desde esa perspectiva, lo fácil que sería todo si no se hubieran metido en todo esto.

—Finn.— musitó, a la vez que seguía mirando al frente. —Lo siento.

De inmediato, se giró para mirarla con el ceño fruncido, provocando que también lo mirase. En el momento que analizó su mirada sabía lo que iba a pasar.

—¿Por qué te disculpas?

—Por todo.

—Ey, no.— Entendió perfectamente lo que estaba intentando decir, por lo que posó las manos a ambos lados de su rostro, acunándolo. —No pienso permitir que te eches la culpa de todo esto. Y si alguien lo hace, créeme que será lo último que haga.

—Finn...— susurró, negando con la cabeza, a la vez que la agachaba levemente. —No puedes, ni tú, ni nadie, negar que esto, en parte, es culpa mía.

—Y sí es culpa tuya, ¿qué?— Hizo que levantase el rostro para mantener contacto visual. —Todos cometemos errores, Vicki. Sí, no niego que algunos son más grandes que otros... Metemos la pata constantemente, y eso no nos impide seguir adelante. Seguimos aquí, a pesar de toda la culpa que arrastramos. Y que te eches la culpa de todo lo que está pasando no te va a ayudar, tan solo hará que empeores.

La pelinegra asentía con la cabeza, escuchándolo hablar. Sus manos se encontraban entrelazadas, como si tuvieran miedo de que alguno de los dos fuese a irse. Una cálida y reconfortante brisa entraba por la ventana, a la vez que la luz de la luna los iluminaba etéreamente, proyectando sus siluetas en la pared. Mientras el pecoso hablaba, ella no podía dejar de pensar en lo bien que le hacía, el simple hecho de tenerlo a su lado, de estar con él, de sentir el mínimo contacto sobre su piel.

—Lo sé. Pero no puedo dejar de pensar en todo lo que está sucediendo, por todo lo que empecé.

—¿Lo qué empezaste?— dijo. —¿Te recuerdo quién realmente empezó esto? ¿O te has olvidado de lo que le ocurrió a tu madre? ¿Necesitas que te lo recuerde?

𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora