Capítulo 12

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No podía ser posible. No, ahora que todo comenzaba a ir bien. Su respiración amenazó con alterarse, por lo que apoyó su brazo en el hombro de Apolo, y cerró los ojos momentáneamente, intentando recordar cada elemento de la entrada. Se negaba a encontrarse mal por esa situación,por lo que estaba apunto de pasar, por él...

—Vicki...— Michael susurró cautelosamente.

—¿Qué coño haces aquí?— Finn apareció en escena, colocándose al lado de la pelinegra.

—Tengo que...

—Vete.— sentenció la pecosa, sin dejarle terminar la frase. —No sé como tienes los huevos suficientes como para plantarte en mi puta casa después de todo.

—Yo necesito...— volvió a intentar hablar.

—No me importa lo que necesites, así como lo hicisteis vosotros. Vete.

Tomó una gran bocanada de aire y sintió como sus ojos comenzaban a picar, lo que significa que las lágrimas amenazaban por salir. Pero no permitiera que eso pasase. No ahora, y menos delante de él.

—No tienes derecho a venir aquí como si nada hubiera pasado.— avanzó un pasó, a la vez que lo apuntaba con el dedo. —Ni un puto derecho...

—Te juro que lo sé, pero necesito que...

Finn perdió la poca paciencia que le quedaba y estalló, abalanzando toda su furia retenida sobre él. Asestó un fuerte puñetazo en su nariz, provocando que ésta comenzase a sangrar. Le iba a golpear de nuevo, pero la pelinegra agarró su brazo, llamando su atención.

—No merece la pena, Finn.— negó con la cabeza, mirando a Michael y luego a él. —No gastes tu tiempo en escoria como esta.

Michael, quien se sujetaba la nariz, intentando evitar que dejase de sangrar, reflejó un ligero destello de tristeza y arrepentimiento en su cara. Esto no pasó desapercibido por la chica, quien tiró del brazo del pecoso, hasta meterlo, de nuevo, en el interior de la casa, y cerró fuertemente la puerta.
La rabia la había consumido instintivamente por segundos.

—Por favor, Vicki.— se escuchó decir.

—En serio te crees que puedes presentarte en mi puta casa, poner una carita de perro mojado y así todo quedará arreglado, ¿eh?— escupió, golpeando levemente la puerta con el dorsal de la mano. —Me das mucha pena.

—Te juro que solo quiero hablar. Es muy importante lo que te tengo que decir.

—¿Todo eso lo estás leyendo? ¿Te lo ha escrito el gilipollas de Tom para que lo recites como si fueras un puto papagayo?— rió amargamente, sin gracia. —Pues le puedes decir, que se meta su puto discurso, de mierda, por el culo.

—Tommy no sabe que estoy aquí. Ninguno lo sabe. Me matarían si lo supiesen.— Hizo una pausa y volvió a hablar. —Más si supieran lo que te vengo a decir.

—¿Te crees que soy idiota?— Abrió bruscamente la puerta, perdiendo completamente la poca paciencia que la caracteriza. —¡¿Eh?!

Le asestó un rodillazo en los testículos, para luego darle un puñetazo, provocando que éste cayese al suelo. Finn y Apolo salieron de la casa para colocarse a ambos lados, por si acaso, aunque los pecosos sabían que Michael no sería capaz de ponerle la mano encima.

—No tienes ningún puto derecho... no desde lo que hicisteis.— Se limpió una lágrima que rodaba por su mejilla. —Ninguno.

—El trato es falso.— musitó Michael.

—¿Qué? ¿Qué cojones has dicho?— Vicki se agachó, aún más enfurecida, agarrándolo por el cuello de la camisa. —Repítelo.

—A eso he venido. Hay muchas cosas que no sabes y vengo a decírtelas. Vengo a contaros la verdad.

𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora