París, Francia. Siete y media de la tarde.
El cielo ya dejaba a la vista su tono anaranjado y rojizo, avisando de que la puesta de sol estaba por llegar. La pecosa sonrió, sin mostrar los dientes, ante esto, y salió hasta el umbral de la puerta de la cafetería. Tan solo llevaban allí cuatro meses y ya se había enamorado completamente de aquella bonita ciudad. Aunque, para que mentir, le hubiese gustado conocerla en otras circunstancias.—Hoy está más bonito que nunca, ¿no?— Apolo llegaba con varias cajas en la mano. —Dicen que probablemente no se vea una igual en siglos.
—¿Siglos?— Se apartó a un lado para que pudiese entrar. —No me digas eso.
El de pelo rizado rió, llevando las cajas al almacén. Mientras la chica continuaba apoyada en el umbral de la puerta, mirando al cielo. Se podía pasar horas y horas apreciándolo.
—Mira lo que he comprado.— llamó su atención, a la vez que se posicionaba a su lado.
—No puede ser. Esto te ha tenido que costar un montón.— Lo miraba boquiabierta. —¿Dónde lo has conseguido?
—En mi defensa, diré que no ha costado ni una sola moneda.— Le entregó la cámara. —Bueno, al menos a mí.
Ante esto, su cerebro hizo click y lo volvió a mirar. Sabía perfectamente quién había sido el cabecilla de todo. Quien menos que...
—Finn.— concluyó.
—¿Cómo lo sabes?
—Sería delito, no saberlo. Y, además, lo de: "Mira lo que he comprado" no es muy propio de ti.— negó con la cabeza, mientras una pequeña sonrisa amenazaba por esbozarse. —¿Cuándo te la ha dado?
—Antes, cuando he ido a buscar los paquetes.— informó, apartándose un mechón de pelo de la cara. —Por cierto, esto también es para ti.— Introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón y le extendió una nota. —Tu chico es todo un detallista.
—No me puedo quejar.— volvió a sonreír, sin mostrar los dientes, abriendo el papel.
—Es la primera vez que te veo sonreír más de dos veces.
—Lo sé.— dijo, volviéndolo a mirar, pero no con la misma expresión risueña de antes. —Aunque me he propuesto hacerlo más. Creo que estoy en proceso de ser una nueva Victoria. En un proceso lento.
Apolo sonrió enternecido y rodeó sus hombros para, acto seguido, depositar un beso en su cabeza. Durante el poco tiempo que la pelinegra llevaba en París, le había cogido mucho cariño. Al igual que ella a él. Sentía que había encontrado a su alma gemela, a su mejor amiga. La adoraba. Y a Finn más de lo mismo. Ambos habían encajado a la perfección. Habían tenido mucha suerte de encontrarse los unos a los otros.
La pecosa terminó de despegar el papel y lo abrió. No pudo evitar volver a sonreír, al divisar la caligrafía del pecoso.—"Sé lo mucho que te gusta la fotografía. Y lo mucho que te gusta el cielo. Entonces, te regalo esto para que puedas hacer ambas cosas a la vez."— Leía. —"Seguramente, esto lo estés leyendo, mientras estás apoyada en el marco de la puerta de la cafetería y mirando al cielo. Así que, aprovecha para estrenarla."— Ante esto, soltó una pequeña carcajada. —"Pd: Como supongo que Apolo estará contigo, dile que quiero más tarta de manzana."
Al terminar de leerla, negó con la cabeza, y guardó la nota en su bolsillo. Solo Finn Shelby era capaz de acabar así una preciosa carta. El "adiós" o "espero verte pronto" estaban sobrevalorados. Unos segundos después, miró de nuevo al de pelo rizado y habló.
—Dice que...
—Espera. No me lo digas.— interrumpió. —Quiere más tarta de manzana.
—Exacto.— Ambos rieron. —Nada nuevo, ¿no?
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𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn Shelby
Fanfiction「 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟐 」 Después de lo ocurrido en Birmingham, lo único que quieren los pecosos es volver a ser felices, o al menos intentarlo. Parece que lo están consiguiendo, hasta que las cosas se vuelven a torcer por completo, mostrándoles todo lo con...