Ben
—Debo decirte que estoy impresionado con tus calificaciones, de verdad —me reveló el director de mi nuevo instituto. Estaba absorto por completo, entre asombrado y maravillado mientras veía mi expediente escolar —. Díez en todas las materias. Nunca antes había presenciado esto.
—¡Qué impecable! Felicidades —felicitó una supervisora. Desde que entré estuvo aquí pegada al lado del escritorio, con una sonrisa de oreja a oreja que desbordaba ansias.
Prácticamente está rogando que me valla lo más pronto posible para continuar haciendo nada.
—Gracias —contestó mi abuelo, luego, mirándome fijo, me hizo un gesto con los ojos que conocía bien.
—Gracias también —fué lo que salió de mi boca. ¿Qué debería decir? Detesto estas situaciones.
—No solo eres un genio. También eres muy buen mozo.
Quise voltear los ojos.
Debería estar en clase no en el directorio porque me llamaron solo para presumir mis calificaciones, como si no lo supiese ya. Llegaré tarde a clases y todo por esta repetitiva situación que no vale nada.
—Ni siquiera nuestro alumno más ejemplar posee tan perfecto promedio. Tú eres un verdadero prodigio.
¿Y a mi qué me importa el promedio de otro estudiante? Y lo peor, ¿cómo alguien que llegó a ser director se expresa de esa manera sobre un alumno?
Ya todo el mundo sabe bien que ser un "alumno 10" no significa que te irá de 10 en la vida. Algunos de esos no saben ni levantar una pala. Mucho menos desenvolverse bien en el ámbito laborar.
—Mi nieto se siente halagado por sus palabras, señor director —le dijo con amabilidad mi abuelo, dando una simpática sonrisa de labios pegados.
Agregué un simple asentimiento con mi cabeza. No vale la pena responder.
—Aunque ya debes estar bastantes acostumbrado a recibir halagos, me imagino.
«No tiene idea de cuán cansado estoy de recibirlos.»
—Bueno —el director agrega, ya levantándose. Extiende su mano y la estrecha con la de mi abuelo. Luego, pasa a dármela a mi.
Nunca me consideré maleducado. Mis abuelos, quienes se encargaron de mi crianza desde apenas nacido, me inculcaron valores como el respeto y la buena educación. Sobre todo a la hora de saludar y despedirse. Pero en este momento lo que menos quiero es estrechar mis manos con el hombre de mediana edad frente a mi.
Suspiro mentalmente antes de hacerlo. Por más desagradable que sea este tipo era el director de la escuela y no me quedaba de otra.
—Me honra tener un estudiante como tú en mi institución. Bienvenido y buena suerte, Benedict.
«Buena suerte tendré si salgo de esta escuela con un diploma y una beca completa.»
—Gracias —es lo que respondo, y salimos por fin de esa oficina.
Miro la hora en el gran reloj de la pared. Hace cinco minutos tendría que haber entrado así que me apresuro. No me dí cuenta de que dejaba a alguien detrás.
—Ben, hijo, sé que estás apurado pero este viejo no puede seguirte el paso —me llamó mi abuelo y lo voltee a ver. Él mantenía esa simpática sonrisa en su arrugado rostro.
—Perdona, abuelo. Es que las clases ya empezaron, y no quiero llegar tarde —me excusé.
Mi abuelo chasqueo la lengua, haciendo un genuino gesto con su mano que había visto tantas veces. Era el siempre utilizaba para restarle importancia a la situación.
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Los indeseables ©
Teen Fiction21/01/2024 #4🥇 en #mejores 20/01/2024 #26🥇 en #feminismo Mara, Adem y Ben tienen tres cosas en común: Uno: son jóvenes muy atractivos y deseables para cualquiera que los vea. Dos: son odiados por ese mismo motivo. Y tres: esconden secretos que p...