𝓙𝓲𝓶𝓲𝓷
Estar de regreso en casa para mi no era algo espectacular por lo cual emocionarme, sin embargo, después de muchos años por fin me parecía atractiva la idea de quedarme un buen tiempo.
Desde aquella noche en aquel bar, no he dejado de pensar en la pelinegra que está sentada junto a mi. Me dio un poco de impresión encontrarla en casa de Namjoon, y cuando Sol-i me dijo que habría una chica 'espectacularmente guapa' no me imaginé que se refería a ella, sin embargo no me disgustaba. Al contrario de ello, la tensión y el fuego interno que circulaba dentro de mi, no era para jugar. También, su presencia me era de sumo agrado, dado que mi estadía prolongada en esta horrible ciudad se debía a que necesitaba buscarla. No sé me hizo tan difícil encontrarla. Bien dicen que el mundo es un pañuelo y yo no podia esta más de acuerdo con ello.
— He escuchado que vas a hacer una exposición, Jimin — Sol-i llamó mi atención — Me da gusto saber que estas volviendo a donde perteneces.
— Bueno, digamos que solo estoy de paso — le dije suavemente — La exposición está en pie pero necesito un incentivo — dije, volviendo a ver a mi compañera de lugar.
Sol-i sonrió y sonó su garganta.
— Bueno, aún así tenerte aquí me complace. Casi tengo que volar a París y armar otra revolución para traerte de vuelta — todos nos reímos. Aunque Gyeong-hui, como parecía llamarse la pelinegra, lo hizo de manera más baja — Ya sabes, siempre eres bienvenido por aquí.
— Él lo sabe Sol-i, pero su orgullo le impide aceptar de una vez que aquí es donde pertenece. Es igual de terco que el otro imbecil — dijo Namjoon de muy mala gana. Sabía que con el 'otro imbécil' hacía mención a mi hermano menor — Sigue creyendo que siguen siendo los mismos tiempos.
— Algunas cosas no cambian — mencioné con un poco de angustia — Y otras tampoco dejan de doler.
Seúl me recordaba a dolor, llanto y desesperación, por eso trataba de evitarla tanto como me era posible, incluso si mi familia no entendía la angustia que me provocaba estar aquí, a pesar de que los años habían pasado el dolor seguía siendo el mismo.
— Jimin, por vigésima vez, no fue tu culpa — no dije nada. Aguardar en silencio era lo que mejor se me daba.
En un descuido le di una rápida mirada a Hui, ella estaba muy al pendiente de la conversación, aunque callada porque seguramente se sentía fuera de lugar, sin embargo, ver su rostro me distrajo y aisló todos los malos recuerdos que tenía de este lugar, convirtiendo el sentimiento de angustia en paz. Era como magia, y aunque yo nunca había sido su fiel seguidor, justo ahora, en este momento, al verla directamente a los ojos puedo decir que algo había cambiado. Talvez era la mirada y luz honesta que desprendían sus ojos, lo suaves que se miraban y lo bien que acompañaban la armonía de su cara.
No puede evitar reparar en sus facciones. Era perfecta. Como pintor me era imposible pasar desapercibido la armonía que arreglaba su fino rostro. Su nariz perfecta y su mandíbula afilada. Todo eso. Pero también, todas sus facciones se reducían a la nada cuando mirabas esos ojos, ni siquiera tenía idea de cómo describirlos y lo que fue peor, no tenía idea de cómo describir lo que sentía justo ahora.
¿Cuanto tiempo había pasado desde que vi ojos como los de ella? Ya ni siquiera recordaba la última vez que me llamaron la atención los de alguien más.
Tuve que dejar de verla, obligado porque teníamos espectadores y ella parecía verdaderamente desconcertada. No quería incomodarla o no era mi intención hacerlo.
Por el resto de la cena no pude dejar de observarla y me fijé en cada detalle de su cuerpo. Tenía un lunar en la mano derecha que era más que notorio. Era demasiado negro para no notarlo en su piel, también, tenia manos delicadas a las que les estaba dedicando demasiadas miradas para después de llegar a casa hacer dibujos. Eran demasiado hermosas para ignorarlas. Ahora me daba cuenta de cuanto había ignorado aquel día en el bar. No la contemplé a como lo merecía.
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𝓛𝓸𝓿𝓮 𝓐𝓯𝓯𝓪𝓲𝓻 |𝒥𝑒𝑜𝓃 𝒥𝓊𝓃𝑔𝓀𝑜𝑜𝓀
FanficHui: Las decisiones amorosas suelen ser las más difíciles de tomar, porque hay tres amores en el ring de pelea, el que das, el que tienes que recibir y el amor propio. La frase "dejar ir también es amar" no se refiere a cuanto amas a la otra persona...